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29 marzo 2024
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      Imagen de archivo del juego de 'Las caras' de Calzada de Calatrava / Vox
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      Hermanas del Silencio que iban a acompañar a la Virgen / J.M. Beldad
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La grulla, el calamón y el martín pescador sobrevuelan las Tablas

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Las grullas son las “más llamativas” y el martín pescador es un “bioindicador” del buen estado natural

Noemí Velasco
Daimiel

El invernante pato cuchara, flamencos que demuestran su juventud con un plumaje blanco y gris que carece todavía de tonos rosados y gaviotas de ruido ensordecedor saludan al visitante que decide descubrir los alrededores del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel en la laguna que fue el antiguo filtro verde, la misma que sólo tenía agua en invierno y en la que los tejeros aprovechaban el barro que quedaba en verano para fabricar tejas, la laguna de Navaseca. El guía de la empresa de ecoturismo Caminos del Guadiana, Alejandro del Moral, comenta que “las Tablas de Daimiel llevan habitadas 4.000 años de manera ininterrumpida” y hasta la canalización del río en los años 60 vivieron en sus alrededores “unas 4.000 personas”, a la vez que alude a la interesante confluencia entre “las características medioambientales y las raíces culturales del entorno”. “Esa relación entre el hombre y la naturaleza a través de la pesca, la caza o el uso de las fibras naturales y vegetales como la enea o la masiega hace que exista una cultura propia ribereña en la zona”, explica Moral, que también hace referencia a los barcos especiales construidos en las Tablas, los llamados “barcos de culo plano”, para poder navegar en zonas poco profundas.
La grullas son las aves migratorias reinas de la zona, proceden del Norte de Europa y llegan hasta Extremadura en busca de hierba y bellotas cuando empiezan las nevadas, “son las más llamativas por volumen y porque son muy escandalosas, siempre van cantando, y son las que atraen a más gente”. Pero a los más entendidos produce sensación la malvasía y el porrón pardo, los dos en peligro de extinción, o el calamón, de color azul intenso, con pico rojo y muy difícil de ver. Alejandro del Moral también alude a las golondrinas y comenta que, “aunque guiadas por el reloj de la naturaleza, se han adelantado este año por el retraso del invierno” y por lo tanto puede que tengan dificultades para comer insectos si no suben las temperaturas. El daimieleño aclara que tres son los grupos de aves principales de las Tablas, los rallidos, que son “los más numerosos y los que mejor se adaptan al entorno”, parecidos a las gallinas de agua y entre las que está el calamón; las anátidas, los patos, que predominan por todo el mundo como el ánade real; y las ardeidas, como las garzas, típicas de los humedales. Las más escasas son las rapaces, por la falta de zonas de sierra con posaderos, aunque es habitual el aguilucho lagunero.

A catorce kilómetros del Parque Nacional, el paso del río Guadiana, “un río tan especial que nace dos veces”, inundando a izquierda y derecha, y con el molino de Griñón en una de las riberas, anuncia la cercanía del humedal. El guía ambiental explica que esta es una zona de “especial protección medioambiental”, que después de años de intensas lluvias lleva agua; aunque durante años estuvo completamente seca, tras la aplicación en los años sesenta del Plan de Colonización y Saneamiento de la Mancha Humeda, que permitió que la agricultura aprovechara los laterales de los ríos Guadiana, Cigüela, Záncara y afluentes. Alejandro del Moral aprovecha para señalar que en la actualidad el parque vive un buen momento, “el entorno está quizá en los mejores cinco o seis años de los últimos cuarenta”, y en esta línea el objetivo ahora es declarar el especial interés para las aves que tienen los alrededores. El daimieleño recuerda que en “2011 volvieron a manar algunos Ojillos, no todos los Ojos del Guadiana para los que defienden el fin de los cultivos no sustentables con el fin de que vuelvan a manar, pero sí algunos manantiales”. “Han subido los niveles freáticos lo suficiente para que mane un poco y el parque está recibiendo en los últimos años un aporte de agua que desde principios de los 80 no había recibido”, añade.

El flujo migratorio de las aves guía el recorrido, esos animales para los que la emigración es algo “innato” y que las hace tan fascinantes, de la mano de especies como el pequeño “bigotudo”, que suscita la atención entre los extranjeros, el “morito” famoso en humedales costeros pero que desde hace cinco años aparece por Daimiel, el “azulón” con su dimorfismo sexual que diferencia al macho muy colorido de la hembra que es marrón y con la que sólo comparte un espejuelo azul, el “cormorán” diestro en la pesca pero poco impermeable o el “zampullín” que se mete en el agua con ímpetu en busca de alimento. También está el martín pescador, con un colorido plumaje azul celeste, y que en palabras de Alejandro del Moral, “es un auténtico bioindicador del buen estado natural de las Tablas”.

Aves con migraciones largas que eligen el paso de Tarifa antes que salir de África por el Mar Muerto motean el paisaje daimieleño junto a otras de viajes cortos que tienen nidos permanentes en las Tablas e incluso algunas que han dejado de migrar. Con ánimo de resolver dudas, Alejandro del Moral explica que “en la actualidad muchas cigüeñas han dejado de irse, no tanto por la temperatura del ambiente, sino porque los humanos les facilitamos el alimento que antes no tenían”, por ejemplo a través de los vertederos.

Los cinco pares de muelas del popular Molino de Molemocho, uno de los molinos hidráulicos harineros de Castilla-La Mancha más antiguos, anuncia en la lejanía la proximidad del centro neurálgico del Parque Nacional, formado por el centro madre del río Guadiana y la unión con su afluente Cigüela, que se desbordan y forman las Tablas, un humedal de mucha extensión y una escasa profundidad de alrededor de 1,5 metros. Las tres rutas señaladas por el centro de interpretación marcan entonces el camino, entre ellos, el de la Isla del Pan, que cuenta con el bosque de los tarayes, la formación arbórea más importante del interior del parque nacional. La enea y los carrizos entonces rodean al visitante, al ciudarrealeño, al madrileño y al catalán, y a un gran número de extranjeros que hacen noche durante días en el parque para deleitar sus cámaras fotográficas. El turista, que camina entre puentes de madera, agua, cañas de hasta dos metros de altura, patos y aves, entiende entonces la relevancia de esta parada de aliento para aves que proceden de Noruega, Suecia y Dinamarca y que llegan hasta el interior del continente africano. El hecho de que las Tablas de Daimiel contemplen uno de los mayores flujos migratorios del mundo no es una casualidad en este planeta de cambios radicales y en este continente europeo que carece de zonas cálidas durante el frío invierno.

El pato colorado, de pico rojo y cabeza redondeada, “una de las especies más importantes del parque” y antiguo emblema de las Tablas, da la bienvenida desde la Isla del Pan, aunque también está en las tablas El General, El Redondo o en Las Águilas. Alejandro del Moral señala también los “porrones”, mientras que explica que “la laguna de climatización se construyó para la cría en cautividad de la malvasía en los ochenta” y que hoy en día se utiliza para el estudio científico y la observación de aves. Varios “azulones” navegan en las Tablas con tranquilidad, mientras que los senderos marcan la Torre de Prado Ancho, según explica el guía ambiental, “el punto más alto de las Tablas de Daimiel”, con quince metros de altura y que ofrece una sensacional panorámica del parque a vista de pájaro, el perfecto broche para cualquier foráneo que recaiga por el parque y para todos esos ciudarrealeños que desean descubrir su potencial.

Pasado uno de los “momentos más especiales” en cuanto a variedad de aves aunque todavía, por la confluencia de las que van a criar en el parque, las que suben a Europa y las invernantes que todavía no se han marchado aún, los visitantes tendrán que esperar hasta el final del verano y el principio del otoño, septiembre u octubre, para contemplar similar espectáculo en sentido contrario; aunque las Tablas de Daimiel en esta provincia de contrastes, de lagunas, tablas y dehesas, aseguran un eterno espectáculo a lo largo de todo el año.

Rasgos generales del Parque

Enclavado entre los términos municipales de Daimiel y Villarrubia de los Ojos, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel se extiende en la confluencia del río Cigüela, de aguas salobres que arrastran las sales minerales del terreno, con el río Guadiana, que aporta agua dulce de manera permanente. Entre las especies vegetales más características del parque está la masiega, que llega a crear probablemente el mayor masegar de toda Europa occidental; aunque también destacan las plantas subacuáticas, que constituyen una de las principales fuentes alimenticias para algunas aves. Por su parte, los tayares son los únicos árboles existentes en el interior del parque, por su adaptación parcial al agua. Aparte de las aves migratorias, como el porrón europeo, la garza imperial o el zampullín, existen especies sendentarias como el ánade azulón o el aguilucho lagunero. Junto a anfibios como la rana común, también existen mamíferos como el zorro, el jabalí o el conejo, peces autóctonos como el calandino, y reptiles como galápagos europeos y culebras. 

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