Cuando se produce un terremoto en zonas residenciales, con actividad económica y mucha población surge la pregunta de si las edificaciones y torres serán resistentes a las vibraciones y movimientos pendulares que produce.
La respuesta es positiva en el caso de España, pues si con carácter general, según los expertos, no es un país de alto riesgo sísmico, cuenta con una normativa de construcción sismorresistente que garantiza que los edificios se mantendrán en pie en caso de fuerte sacudida.
La regulación vigente nacional es la NCSE-02 y, por ende, se aplica en Castilla-La Mancha y Ciudad Real, territorios con mínima actividad sísmica por su ubicación en la estructura tectónica de la península, tal y como recuerda el arquitecto ciudarrealeño Diego Peris. “En el mapa español de terremotos del Instituto Geológico, Castilla La Mancha prácticamente se queda fuera de peligro sísmico, salvo una zona del sureste de Albacete”.
Con todo, la norma es de obligado cumplimiento tanto para los proyectos de nueva planta como para los de rehabilitación “que afecten a la estructura de los edificios” y, por tanto, están protegidos.
Los modernos sistemas de construcción, explica el arquitecto, contemplan unos cálculos que dotan de flexibilidad y resistencia a los esqueletos de las edificaciones. Así podrán hacer frente a los movimientos horizontales de los sismos, que tienen “un sentido distinto al que ejerce la gravedad del propio edificio”.
También tienen en cuenta las características del terreno, pues “hay suelos donde es más fácil que se produzca la transmisión de la vibración, como son los compactos con roca”, frente a los arenosos o lagunares “que disipan fácilmente ese movimiento”
Peris señala que “no podemos tener unas previsiones del 100%” a la hora de construir inmuebles resistentes a un terremoto, pero como mínimo garantizan la seguridad de que se mantendrán en pie a pesar de que puedan sufrir daños.
El arquitecto ciudarrealeño insiste en que la normativa garantiza que los edificios están protegidos en el caso de que las ondas telúricas y las vibraciones provoquen movimientos de un lado al otro, aunque se encuentren en zonas de escasa actividad sísmica como es el centro de España, que tiene “puntos rojos en el mapa del Instituto Geográfico”. En el caso de la provincia de Ciudad Real, en parte porque “ha sido zona volcánica”.
“Es importante, a su juicio, que las construcciones estén preparadas porque los terremotos son fenómenos de alguna manera imprevisibles”, a veces incluso con pocos grados en la escala de Richter pero con gran potencial de transmisión a miles de kilómetros del epicentro que puede derivar en daños,
Frente a construcciones “más antiguas o de baja calidad”, “un estructura de hormigón bien arriostrada o metálica bien construida tiene gran resistencia”.
Menos protegidos los inmuebles históricos
Son técnicas alejadas de los inmuebles históricos que fueron levantados sin premisas antisísmicas, “poco preparados para resistir”. Así, ante una sacudida pueden sufrir caídas de elementos o fisuras en bóvedas, muros, cúpulas o arcos, incluso el derrumbe si el movimiento es de alta intensidad.
Fue el caso de la iglesia barroca de San Agustín en Almagro, que quedó muy afectada por el terremoto de Lisboa de 1755 debido a los materiales como el yeso con los que fue construida. Son desperfectos en la estructura que ha arrastrado hasta la actualidad, y que por fin han sido reparados con el proyecto de rehabilitación integral que ha recientemente ha concluido, diseñado por el propio Peris.
Para el arquitecto “es curioso” que hasta el primer cuarto del siglo XX (1924) los órganos competentes en España para medir, ubicar y comprobar la vulnerabilidad de las zonas más proclives a los terremotos se basaran en informaciones y estimaciones de corte valorativo o territorial.
A partir de esa fecha, empezaron a utilizarse instrumentos de medida que dan “información más científica y constatable” a la hora de dar una respuesta a un fenómeno sísmico.
Dichos datos son muy útiles, igualmente, subraya Peris, a la hora de diseñar y actuar en un edificio lastrado por este tipo de fenómeno terrestre.