Rehabilitar una ciudad exige una decisión política sobre el interés del patrimonio de la misma, un planteamiento técnico correcto, y una gestión continuada para hacer realidad la recuperación de un todo complejo y heterogéneo. El plan director elaborado por el arquitecto Luis Maldonado ha cumplido esa misión adecuadamente. Y junto a ello se hace necesaria la implicación de la comunidad porque la recuperación de la ciudad es rehabilitación monumental, residencial y de la propia estructura urbana. En La Solana se han dado estos ingredientes de forma singular en los últimos años.
La Solana perteneció como todo el campo de Montiel a la Orden de Santiago. Una ciudad con una estructura urbana que tiene como centro esencial su plaza, una plaza como Dios manda. Y es así porque el elemento básico de su configuración es la iglesia con una volumetría y una presencia singular que no sólo define el espacio urbano central del municipio sino que define el perfil urbano de toda la ciudad. La iglesia en su configuración exterior es todo un modelo de combinación de volúmenes, de formas, de juegos de masas y vacíos, en definitiva de buena arquitectura. El acceso con el arco que llega a la línea de cubierta, los dos contrafuertes laterales y toda la organización de formas en su interior. El cuerpo bajo cubierta abierto con los arcos de medio punto que se repiten a ritmos regulares. El cuerpo que sobresale del plano principal en su fachada longitudinal y su arquería superior. Y la materia de la piedra de texturas y colores rojizos que le dan un carácter compacto y de resistencia, al volumen del conjunto, en contraste con el uso de la piedra blanca en zonas como la portada de acceso. En la plaza Mayor que mide 60x 30 metros aproximadamente la iglesia se sitúa con 70 metros por 26 de ancho asomándose a esta plaza y al espacio de la plazuela de Don Diego en uno de sus lados menores. Define y supera la plaza, a la vez, creando un doble espacio urbano en su entorno.
Orden de Santiago
La Solana nace asociada a la Orden de Santiago, parece ser que por la presencia de una estructura defensiva. Según las Descripciones del cardenal Lorenzana, del año 1788, los primeros pobladores fueron pastores sorianos que acudían con sus rebaños estacionalmente, atraídos por la fertilidad de las tierras de La Moheda y La Veguilla, En el año 1.468 tenía doscientos vecinos y, en 1.575, tenía 750 vecinos con gran producción de vino, especialmente tinto. Como todo el Campo de Montiel, perteneció a la Orden Militar de Santiago, cuya administración cambió sustancialmente durante el reinado de los Reyes Católicos. Los propios reyes pasaron a ser “administradores perpetuos por licencia apostólica” y se creó un Consejo de Órdenes dependiendo de la Corona.
Con ello se acabó con el poder económico y militar de los maestres y la administración del territorio se hizo similar a la de los demás de realengo, instituyéndose gobernadores y alcaldes mayores, que acercaron el gobierno y la administración de la justicia a las villas del Campo de Montiel. Villanueva de los Infantes, fue elegida como sede de la gobernación del partido, relegándose a un segundo orden a la cabecera histórica y medieval, Montiel, alejada de las villas que tenían un mayor desarrollo como Membrilla, La Solana, Villahermosa y Torre de Juan Abad.
El nombre de La Solana, se nos dice en antiguos escritos, proviene de un pozo llamado de la Fuente de la Solana, usado en los primeros tiempos por pastores y pobladores. En la zona del rasillo de Santa Ana, hay un pequeño jardín, del que parte una pendiente calle escalonada y otra calle con dirección Este que se llama, precísamente,”de la Fuente”. Una población que ha sabido combinar sus valores agrícolas con las producciones industriales de muy diferente índole. Un pueblo que ha crecido en el necesario avance actual, pero que aprecia el patrimonio de su población, que no se reduce a edificios singulares, sino que conforma una realidad urbana conjunta.
La iglesia necesita un espacio acotado en su entorno. Y la arquitectura sencilla que rodea y cierra los tres lados del conjunto cumple ese objetivo. Arquitecturas de gran sencillez que asumen el papel de edificios que cierran un conjunto urbano, un espacio para la participación y la convivencia. Y lo hacen desde la sencillez de sus dos plantas con elementos porticados en su base en ocasiones, con huecos regulares de pequeñas dimensiones en sus fachadas y sus cubiertas de teja árabe. Porque el conjunto requiere la humildad de las partes. La voluntad de singularizarse individualmente está reservada para ciertos edificios. Y en este caso este papel está reservado para la iglesia que tiene una escala en planta y en altura que supera a todos, configurando uno de los lados del espacio urbano. La rehabilitación de los elementos de la Plaza Mayor con sus fachadas revocadas, pintadas en colores que forman una unidad en la diversidad, ha recuperado la dignidad de un espacio público con la historia como soporte, con los valores de la arquitectura tradicional como fundamento. Y sobre todo ha recuperado los valores de un conjunto que conforma el espacio urbano. Los pavimentos nobles de su trazado interior acaban de conformar este ámbito de la ciudad presidido siempre por la iglesia.
Tratamiento de las fachadas
En las calles que se asoman a la iglesia se ha ido cuidado igualmente el tratamiento de las fachadas y el pavimento de las mismas. En su fachada norte donde se sitúa el ayuntamiento asoman las calles Pilas y Ángela Torrecilla. En la fachada oeste de la iglesia la Plaza de Don Diego con la Casa del mismo nombre rehabilitada por la Escuela Taller y convertida en un referente cultural de la población con su fachada de color azul intenso. En su fachada Este la calle de la Concepción y en la sur la Gaceta y la Puerta del Sol que crean también ese pequeño espacio en la fachada posterior de la iglesia. Tratamientos de pavimentos, edificios que recuperan una imagen acorde con el conjunto, contrastan con actuaciones menos afortunadas de otros tiempos con revestimientos impropios de la zona y del conjunto.
Y para ello es necesaria una actividad que conjuga la normativa y el control municipal con las orientaciones técnicas, las ayudas públicas, los proyectos en los que se implican los ciudadanos. Una política de gestión en la que cada una de las pequeñas actuaciones suma en una misma dirección, en la que los programas de empleo se dirigen como piezas del mismo proyecto en actividades como las de las Escuelas Taller.
Y sobre todo una visión de conjunto que trata de valorar la ciudad como un proyecto colectivo en el que cada una de las pequeñas actuaciones se une a la generalidad, en el que cada proyecto se subordina al conjunto urbano como propiedad colectiva. En La Solana, dirigido por la gestión municipal se han dado estos ingredientes y el resultado es ya visible y altamente positivo. El camino de construcción de la ciudad, de recuperación está iniciado. Es un camino que exige continuidad, esfuerzo mantenido y voluntad y saber hacer a lo largo del tiempo.
