Prosa, poesía y música se fundieron durante la entrega de premios del VIII Concurso de Cartas de Amor ‘Ciudad de La Solana’. El auditorio del Palacio Don Diego sirvió como marco para una velada donde se exaltó la afectividad humana en todas sus vertientes y se entregaron cinco galardones de un certamen que, según el concejal de Cultura, ha batido record de participación.
Precisamente fue Luis Romero de Ávila el conductor de un acto ‘mantenido’ por Mariola Díaz-Cano. La escritora solanera enfatizó la importancia de escribir sobre el amor, y más en los tiempos que corren. “En estos tiempos tan difíciles para todos se agradece refugiarse en las cartas, poemas o novelas de amor para recrear esos besos y abrazos, o esa intimidad que nos han arrebatado de manera tan inimaginable”.
Una vez leída el acta del jurado calificador, los premiados fueron subiendo al escenario para recoger sus premios y leer sus respectivos trabajos. En la categoría general se entregaron dos premios, el primero para Antonio González de Mendoza (Ciudad Real) por dos sonetos titulados Amor Eterno, y el segundo para Juani Torrijos por Botella al mar. En cuanto a la categoría destinada al Centro de Mayores, se repartieron tres premios más. El primero para Julián Mateos de la Higuera por Querida madre, el segundo para Ángeles Castaño por Añoranza, y el tercero para Antonia Prieto por Amor de hijos.
El alcalde, Eulalio Díaz-Cano, cerró el turno de intervenciones y expresó su reconocimiento a los organizadores del acto, encabezados por el concejal de Cultura, al que agradeció su dedicación en pos de la actividad cultural, amén de valorar este concurso como expresión de sentimientos a través de la palabra. “No es fácil traducir en palabras el miedo, la angustia o el amor, y manejar los recovecos del alma humana requiere un buen manejo del idioma”. Parafraseó al filósofo Emilio Lledó cuando dice que “las palabras crean realidades”.
El acto finalizó con un segmento musical. La guitarra de Antonio Romero de Ávila ‘Dávila’ y la voz de Andrés Sevilla se unieron -una vez más- para poner el broche de oro a una ceremonia que, por lo atestiguado en los discursos, apunta a tener continuidad en próximas ediciones.
