A punto de cumplir su primer mes en La Solana, el párroco Francisco Javier García de León ha realizado un balance muy positivo de su nuevo periplo en la localidad tras ser ordenado recientemente como sacerdote. En declaraciones a la emisora municipal Radio Horizonte, dijo que percibió muy pronto la calidez humana de la gente “me siento muy bien acogido desde el primer día y estoy muy contento aquí, aunque todavía me estoy poniendo al día”.
Natural de Ciudad Real y tercero de cinco hermanos, empezó a estudiar Medicina en Madrid. Tras el fallido intento como médico, estudió posteriormente Filología Hispánica en su ciudad natal “hasta que el Señor, poco a poco, me fue llevando hasta esta vocación del sacerdocio”. Entró en el seminario con 31 años y fue ordenado sacerdote el pasado 12 de septiembre “el mismo tiempo que llevo en La Solana, es lo que llevo de cura”, recalcó. Más que una vocación tardía, reconoce que “fue una respuesta tardía porque el Señor lo tenía muy claro y yo le fui diciendo que no hasta que al final me fue atrayendo lentamente”, apostilló.
Aprendiendo cada día
El sacerdote tiene clara su misión, a pesar de las circunstancias externas que estamos atravesando “Vengo con mucha ilusión y con muchas ganas de trabajar porque no podemos dejar de evangelizar a pesar del coronavirus”. Una labor que desarrolla junto a su compañero Jesús Navarro, también párroco in solidum, “tengo la suerte de tenerlo como apoyo para poder aprender a ser cura porque no es lo mismo ser seminarista que ejercer de sacerdote”. Juntos están organizando los grupos de la parroquia de San Juan Bautista, además de las eucaristías en San Carlos del Valle y Pozo de la Serna, según indicó.
Todo es nuevo para García de León. Las primeras misas, las primeras confesiones… “a veces es apabullante, pero también gratificante porque ser sacerdote también es estar con la gente y no ser un obstáculo para que se puedan encontrar con Dios”. Reconoce que el día a día tiene poco que ver con el seminario “esto es mucho mejor y me está sorprendiendo para bien porque estoy aprendiendo a ser cura y también disfrutando de serlo”.
Todavía le tiemblan las manos
Recuerda que su primera misa resultó tremendamente especial “fue como estar en una nube, la hice cantada y después de consagrar el pan me temblaban las manos”. Fue al día siguiente de ser ordenado sacerdote, pero “todavía sigo teniendo esa misma sensación porque notas al Señor en tus manos y notas su presencia. Es algo grande y difícil de explicar”.
El religioso finalizó recalcando que “en este tiempo de pandemia no debemos perder la esperanza de estar con el Señor porque él estará con nosotros junto a la Virgen de Peñarroya”. Confía en hacer una buena labor durante su estancia en La Solana “estaré aquí hasta que Dios quiera o hasta que el obispo vea las necesidades de la iglesia”, concluyó.