Plaza de toros de La Solana. Novillada con picadores. Final del I Certamen Villa de La Solana. Media entrada.
Se lidiaron seis novillos de Martín Carrasco. Bueno el primero, ovacionado en el arrastre. Blando y noble el segundo. Descastado y sin clase ni fuerza el tercero. Noble y falto de fuelle el cuarto. Quinto noble y desrazado. Noble y manejable el sexto, premiado con la vuelta al ruedo.
Carlos Aranda (grana y oro) : dos orejas y oreja con aviso.
Ignacio Olmos (hueso y oro): dos orejas y dos orejas.
Víctor Hernández (palo rosa y oro): ovación con saludos y dos orejas y rabo.
Daniel Palencia saludó tras parear al quinto. Carlos Aranda fue examinado en la enfermería por la contusión recibida al entrar a matar a su segundo, a la espera de realizarle una ecografía y descartar lesiones internas.
Ignacio Olmos y Víctor Hernández resultaron ganadores del certamen ex aequo.
Bien comenzó la final del certamen Villa de La Solana, con un buen novillo de Martín Carrasco que se dejó mucho por ambos pitones, aunque protestando cuando se le levantaba la mano, fundamentalmente en los pases de pecho. Carlos Aranda lo condujo firme pero sin agarrotamientos, llevándolo a media altura y rematando hacia dentro. Sorpresivamente remató faena de rodillas con el novillo todavía embistiendo. Garra y clasicismo. Además mató a la primera con corrección, y se abrió la puerta grande.
No colaboró tanto el cuarto, faltó de vida y al que Aranda tuvo que cuidar en la muleta para que no se derrumbara, cosa que no siempre ocurrió. El daimieleño compuso la figura, con frecuencia al hilo del pitón, y cimbreó la cintura para intentar vaciar hacia dentro y que aquello tuviera una conjunción. Resultó empitonado por el bajo vientre al entrar a matar en el primer intento, que no sería el último, con la coincidencia de que el utrero fue brindado al doctor Masegosa. A pesar del fallo a espadas a sus manos fue una oreja.
Ignacio Olmos salió arrancado tras el triunfo de Aranda en el primero, aunque preferimos pensar que de no haberse producido tal habría salido de similar guisa. El de Mora quiso en todo momento pero el de Martín Carrasco, al que no le sobraban las fuerzas, clavó los pitones algo gachos en la arena, resintiéndose más aún. Olmos dio paso al plan B, que consintió en arrimarse y matar de contundente estocada arriba. Como el de Daimiel, dos orejas fueron a sus manos.
El segundo de su lote, quinto de la tarde, metió bien la cara abajo, con longitud derivada de la huida que quería emprender en busca de las tablas. Hubo buenos embroques por parte de Olmos y del de Martín Carrasco, pero el trasteo únicamente tomó vuelo tras la magnífica estocada entera arriba cobrada a la primera.
Poco pudo hacer Víctor Hernández ante el descastado tercero. El de Martín Carrasco topaba más que embestía, por lo que evitar el enganchón al comienzo del muletazo se tornó misión casi imposible. Eso sí, dio el pecho y estuvo firme como un poste, si bien se atascó con la espada.
El astifino sexto se dejó, aunque sin chispa, por lo que la sal y la entrega la puso Víctor Hernández, además de varios naturales ceñidos, de mano baja, trazo largo y, sobre todo, mucha verdad; tanta que los tendidos pidieron las dos orejas y el rabo – concedidos- después de finiquitar a su antagonista de una magnífica estocada al primer viaje. Sorpresiva y exageradamente al novillo se le concedió la vuelta al ruedo.
Al término del festejo se anunció que los ganadores del certamen habían resultado Ignacio Olmos y Víctor Hernández.