El periodista Isaías Lafuente ha defendido este miércoles en Ciudad Real que la única estrategia que cabe para conseguir un lenguaje inclusivo es nombrar en femenino todo lo que se nombra en femenino, si bien ha defendido que se haga siempre teniendo en cuenta características del lenguaje de efectividad y economía.
Lafuente ha protagonizado la primera de las interesantes charlas incluidas en el II Foro de Liderazgo Femenino Ser Mujer con una charla sobre lenguaje inclusivo en la que, recordando como Rosa Regás le dijo que el problema de los hombres no era que no quisieran a las mujeres sino que no las ven, ha abogado por una evolución de la lengua que visibilice a las mujeres puesto que la lengua es algo vivo que evoluciona.
“A veces se dice que el diccionario y los académicos son machistas, pero en algunas ocasiones son muestra de la sociedad en la que se hicieron: Donde no había abogadas, concejalas, juezas, alcaldesas, médicas… ¿A quien se le iba a ocurrir incluirlas en el diccionario?” ha dicho Lafuente, quien ha recordado que aunque España pueda parecer que va lenta, hay otros países que lo van aún más porque “no ha sido hasta hace cuatro días cuando Francia ha incluido el femenino de los oficios en su diccionario aunque los ciudadanos ya los usaban”.
No obstante, se ha cuestionado por qué sigue habiendo palabras para las que se es más reacio a usar el femenino como fiscala o, por ejemplo, cancillera ya que Angela Merckel ha sido la primera mujer en ostentar esa responsabilidad “y la palabra ya existe, como tubería de desagüe, pero se podría añadir el significado. O testiga, miembra… Si son masculinos que acaban en o su femenino natural es en a”.
El periodista ha abogado porque la sociedad actual tiene la responsabilizar la lengua “sin forzar la máquina” ya que ha señalado que al final será la comunidad hablante la que decida, al tiempo que ha narrado como curiosidad que quienes primero reivindicaron el lenguaje inclusivo no fueron las mujeres, sino los hombres, concretamente el que Felipe V se trajo para asistir en el parto a su mujer desde Francia “y al que no le debió gustar el término comadre y se añadió comadrón sin estridencias y sin que nadie se echara las manos a la cabeza. Y eso obligó luego a crear el femenino, comadrona”.
Hay más ejemplos de profesiones en los que se ha añadido el masculino sin que nadie “se molestara” ni hubiera ningún tipo de reacción por parte de los académicos como cuando se quiere añadir el femenino y ha citado modisto; al tiempo que ha instado a denunciar ejemplos de lenguaje sexista que deben desaparecer como la diferencia entre “hombre público” y “mujer pública”.
Para Lafuente la mejor solución es nombrar en femenino todo lo que existe en masculino porque del desdoblamiento ha destacado que “al final actúa como muletilla y se olvida lo que se está contando para pensar en cuantas veces se repite, al margen de que se es más fácil cometer errores de concordancia y estorba en el discurso al hacerlo menos eficaz y fluido”.
Conversando con un alumno del módulo de Igualdad del IES Atenea, Isaías Lafuente a considerado que cabe la posibilidad de buscar neutos y, si se generaliza, usar el femenino si hay más mujeres que hombres aunque en ese caso ha apuntado que se estaría haciendo lo mismo que ha hecho el hombre hasta ahora.