Desde su nacimiento, hace ahora 81 años, Lanza se ha convertido en la cabecera periodística por excelencia en la provincia de Ciudad Real, de la que ha ido narrando su historia, muchas veces sin ser consciente de ello, arrastrados sus profesionales por la vorágine diaria a la que somete lo que está sucediendo.
Sin embargo, echar la vista atrás, es encontrarse con un diario que fue creciendo paulatinamente hasta convertirse en una referencia del periodismo y en una escuela por la que han pasado decenas de las mejores plumas de la provincia y mucho de los grandes profesionales que aportaron su esfuerzo para que Lanza saliese a diario a las calles, para llevar las noticias hasta sus lectores, que fueron fieles en los kioskos, escrito desde la siempre difícil neutralidad para que el debate lo generase quien estaba leyendo.
Su ahora directora, y durante décadas, una de sus redactoras, Julia Yébenes, destaca precisamente la labor que se ha llevado a cabo para no faltar a la cita diaria. “El papel imponía un ritmo de trabajo muy elevado. Había jornadas donde literalmente pasabas en la redacción casi las 24 horas, sobre todo cuando hacíamos noches y terminábamos de madrugada corrigiendo páginas. Lo hacíamos con el entusiasmo de la juventud (cuando empezó), por responsabilidad, oficio y encajando a nivel personal que era la profesión que habíamos elegido”.

Días electorales, tragedias de última hora, ediciones especiales que se cerraban sobre la campana. Según Yébenes, “cuando miramos ahora hacia atrás, valoras el gran esfuerzo que se hizo para no faltar nunca a los lectores, con unos medios mucho más precarios, sobre todo en la primera época cuando las comunicaciones por carretera no estaban tan desarrolladas», Internet no existía y el trabajo artesano con el que se construían aquellas columnas de tinta era lento y laborioso.
«En la época de los 90 en la que yo llegué seguíamos haciendo un intenso trabajo, ‘picando’ (pasando al ordenador) las noticias manuscritas, a veces por teléfono, de los corresponsales, ocupándonos de las crónicas de los partidos de fútbol los domingos por la noche, o yendo a la estación de autobuses a por los sobres con los textos y las fotos que venían de los pueblos».
Posteriormente, «también teníamos que maquetar las páginas, con una labor algo más aliviada por la llegada del correo electrónico, a la que sumamos la versión digital que refrescábamos a última hora al cerrar la edición de papel».
Sin embargo, se cumplió y en aquellas estanterías retráctiles de los kioskos hoy en peligro de extinción, esperando, nunca se le puso falta a la cabecera de Lanza entre 1943 y 2017. Era un ejercicio de credibilidad en el que todos los que han formado parte de este engranaje han contribuido de alguna forma y todos con su importancia dentro del equipo.
En ese engranaje ha habido personas al frente de la dirección, en su administración, en su redacción, en sus corresponsalías, en su producción, en su distribución…todos los que fueron -y los que estamos-, han sido esenciales para que Lanza haya ido sumando años y noticias, imponiéndose a las adversidades y a los caprichos de políticos que no siempre supieron valorar lo que ha supuesto este medio para la salud democrática de la provincia.
Laura Espinar, la directora que asumió el salto digital de Lanza
Casi recién licenciada en periodismo, Laura Espinar aterrizó en Lanza, con las ganas propias de quien se forma en esta profesión y quiere ser la primera en contar el Mundo, dejando su impronta reconocible con su forma de escribir. En aquellos años las redacciones estaban atestadas de hombres con camisa y olor a nicotina.
La profesión estaba cambiando, como lo estaba haciendo un país que prácticamente acababa de estrenar su Democracia. No obstante, reconoce Espinar, “nunca me sentí tratada de una forma diferente por el hecho de ser una de las primeras mujeres que pasaban por esta redacción. Siempre hubo respeto por parte de los compañeros y me ayudaron mucho a ir forjándome como profesional de la comunicación”.
Fueron muchos días de pisar la calle, de contar lo que sucedía, de levantar alfombras que nadie se había atrevido a descubrir hasta que le llegó la oportunidad de asumir la dirección del periódico. “Soy periodista de Lanza desde febrero del año 1987 y desde octubre de 1999 a diciembre de 2019 ejercí las funciones de directora de este periódico, hoy digital”, cogiendo el testigo de Luis Antonio Navarrete (1995-1999) y cediéndolo a Conchi Sánchez en enero del año 2020. Antes que ellos estuvieron José Gutiérrez (1943-1969), Carlos María San Martín (1969-1982), Jesús María Zuloaga (1982-1986) y José Antonio Casado (1986-1995).

Siendo Espinar directora durante veinte años, el periódico acometió su reconversión a periódico digital y la apuesta por lo multimedia. “Si miro atrás, mi dirección estuvo marcada por la revolución del periodismo. La profesión cambió por completo, se modernizó, como también lo hicieron la forma de consumir información”.
En 2008 estalló la crisis del ladrillo que afectó a nivel internacional y aquello hizo tambalear los cimientos de la sociedad. Los ecos se hicieron notar en el medio. Lanza, como todas las empresas, sufrió una grave crisis que se llevó por delante a trabajadores y a una edición de papel que terminó transformando en semanario.
La crisis de 2008 afectó mucho al periódico. Eran años de ajustar presupuestos y la economía. El periodismo cambió porque el tipo de lector también se había transformado. Fueron años de intentar comprender qué estaba pasando y cómo había evolucionado todo. Hubo mucha tensión, muchas reuniones que terminaron desembocando en una reestructuración de la cabecera que nos costó muchas horas de sueño.
En 2017 salió la última edición diaria en papel de Lanza. En mayo el saltó a la era digital ya se había completado por completo. “A partir de ahí tuvimos que aprender una forma de contar totalmente diferente, adaptada a los nuevos tiempos, pero sin perder de vista nuestra historia”.
Como cantó Sabina, “la vida siguió” aunque en este caso, con todo el sentido del mundo. Dejaron de sonar las máquinas de una rotativa inagotable donde hubo grandes trabajadores que, a pesar del tiempo, siguen siendo recordados con cariño por los que un día fueron sus compañeros.
José González, el maestro de producciones Lanza
Uno de esos trabajadores que hizo carrera en Lanza fue José González, conocido entre los compañeros como Pepe ‘Mascachina’. Cuentan quienes coincidieron con él que desde jovencito aspiraba a ser actor y le aconsejaron entrenar la dicción con una china en la boca, quedando en ese gesto apodado para siempre. Quizás forme parte de las leyendas que se quedaron forjadas entre las paredes de un periódico donde se convivía casi 24 horas diarias. Aquí, dice Pepe desde la rotativa, “se trabajaba mucho. Muchos días terminábamos bien entrada la madrugada. Volvíamos a casa y después de comer, teníamos que venir para poner de nuevo la maquinaria a punto”.

Pese a llevar más de una década jubilado, cuando pasea entre las máquinas que tantos días puso en marcha, parece que el espacio cobra vida de nuevo. “Me acuerdo como si fuese ayer”, dice mientras se entretiene con la cantidad de botones y válvulas que se va encontrando a su paso. “Entré a trabajar en Lanza antes de irme a la mili, paré ese año y cuando regresé ya fue para quedarme aquí toda la vida”.

“Aquí abajo había muchísimo ruido y muchísima calor”. Hubo de hecho un tiempo que la rotativa de Lanza también imprimía El Mundo Deportivo. “Se vendían muchísimos periódicos. Era casi una tradición ir por la mañana a tomar café, y pasar a por el pan y el periódico”.
Lo más duro, relata, “eran los días festivos. Aquí no se paraba nunca, daba igual qué día fuese o qué hubiese ocurrido. Pasara lo que pasase, aquí se trabajaba. Ha habido muchos días como Navidad, que mientras la familia celebraba, nosotros teníamos que venir aquí. Eso era muy duro porque nos hemos perdido muchos momentos con ellos”.

No obstante, gracias a aquellos días que se sobrellevaban desde el compañerismo, hoy disfruta de su pasión, los coches antiguos. “Todo lo que se trabajaba estaba en nómina. Me jubilé con buena pensión y gracias a trabajar aquí, pude comprarme un Cadillac. Los coches antiguos son mi pasión”, dice con orgullo.
Luengo, la saga familiar que da forma a las noticias
Uno de los apellidos con más ligación a la historia de Lanza es Luengo. Por la casa han pasado hasta tres generaciones, todos con el mismo nombre y apellido, y siempre con el encargo difícil de dar forma a la estructura y la maquetación de la cabecera.
Al principio, relata el segundo de los Luengo ya jubilado, “me iba con el botones a los recados que le mandaban, luego me enseñaron a cortar las noticias del teletipo, también llevábamos los periódicos a la estación de tren o salía con la bicicleta a hacer recados. Aquello me gustó y fue lo que me hizo dejar los estudios”.
Después de los reproches de unos padres que aspiraban a ver a su hijo con estudios y bien posicionado, llegó la búsqueda de soluciones. Hubo una llamada al entonces administrador de la rotativa, Vicente Castillo, para que aquel chaval imberbe aprendiese el oficio y ahí arrancó una carrera que lo llevó hasta su jubilación.
“A los 16 años pasé de ser botones a trabajar en la rotativa del periódico. Entraba a trabajar a las 2:30 de la madrugada. Yo era uno de los encargados de recoger los periódicos que iban saliendo de la rotativa y luego los íbamos haciendo paquetes para llevarlos a la estación de Renfe en bicicleta o en un carrillo antes de que saliera el tren. Luego llevábamos otro bloque de paquetes a Correos donde se encargaban de distribuirlos”.

Al año de entrar a trabajar, recuerda, “pedí que me enseñasen el oficio cajista. Cuando acababa mi turno de la máquina y el reparto, me iba a descansar y por las tardes volvía para aprender el puesto. Me encantaba hacer moldes en el componedor”. Más tarde aprendió el funcionamiento de la linotipia, cuando lo hizo cambió de puesto y entró en contacto con las noticias que cada día salían impresas.
El testigo lo recogió Antonio Luengo, el tercero de la saga en pasar por Lanza, en su caso también llegó al periódico de rebote y sin habérselo planteado. “En mi caso llegar aquí fue una casualidad. Yo me dedicaba a la danza y disfrutaba con ella. Compaginaba los ensayos con las funciones de profesor de bailarines, pero algo en mí anunciaba que este mundo del que estaba viviendo se estaba viniendo abajo poco a poco y era difícil rentabilizarlo en una ciudad como Madrid”.
La cruda realidad del arte, lo hicieron plantearse nuevos horizontes. Ahí surgió la oportunidad de volver a Ciudad Real. “Salió una bolsa de trabajo en Lanza, de la que tuve conocimiento un día antes de que terminase el plazo, me presenté y dio la casualidad de que quedé segundo. Tenía asumido que no iba a entrar”. Sin embargo, la persona que había quedado en primera posición no cumplía con los requisitos académicos reconocidos y así pude hacerse con una plaza con la que ha preservado la tradición familiar.
Atanasio Herrera, el guardián de la historia de Lanza
Si hay alguien que conoce Lanza, ese es Atanasio Herrera, el trabajador que actualmente más años lleva en activo en el periódico. Comenzó a los dieciséis a hacer algunos recados para el periódico, y casi cincuenta años después, apura los últimos días antes de disfrutar de una jubilación más que merecida. “Yo sé casi todo lo que ha pasado aquí y para mí llevo muchas historias que no se pueden contar”, sonríe pícaro, porque los secretos se los llevará con él.
“Empecé a trabajar siendo un crío y si te digo la verdad, no me he dado cuenta de que han pasado cuarenta años porque he sido muy feliz haciendo lo que hago”, confiesa desde la emoción.

“Para mí siempre ha habido tres prioridades: mi familia, el deporte y mi trabajo” y en esas tres cosas se ha volcado. “Desde que salí de la escuela, trabajar en Lanza fue una oportunidad que he aprovechado. Llegué gracias a mi madre y aquí llevo cuarenta años”.
Él era el encargado de trasladar los periódicos y noticias para que fueran distribuidas. Nunca ha faltado a su cita. “Hay días que tengo muy marcados como el golpe de Estado, donde la puerta quedó cerrada y custodiada por la Guardia Civil o el día que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco“.
De aquellos días quedan fotos inmortales, como también de grandes acontecimientos como la inauguración de la llegada del AVE, la celebración de la primera Copa de Europa conquistada por el extinto Balonmano Ciudad Real o las calles vacías en plena era covid. Nombres como el de Manuel Herrera Piña, Jacinto Jurado, Clara Manzano o Elena Rosa, son también imborrables en estos 81 años de historia que no sólo se han contado desde las palabras.

Con el reto de seguir contando la historia, queda todo un equipo que sigue trabajando con la ilusión del periodista que se siente útil en la construcción de una sociedad que tiene en esta cabecera el lugar donde encontrarse con un periodismo honesto y con ADN ciudadrealeño.
‘Feliz 81 cumpleaños’