Noemí Velasco
Daimiel
En la inmensidad de la llanura manchega, entre carrizos y eneas que delimitan pasarelas y senderos, antiguas casas de gentes ribereñas, campos plagados de retorcidos troncos de viñas y molinos harineros que recuerdan el trabajo de la solera con las fanegas de trigo, el humedal producido por el desbordamiento de los ríos Guadiana y Cigüela, las llamadas Tablas de Daimiel, asisten en cada víspera de la primavera a uno de los espectáculos más impresionantes de la naturaleza: la migración de aves entre dos continentes, África y Europa, como escenario clave en el viaje que desarrollan los habitantes del cielo por millones y uno de los ecosistemas más singulares de toda la Península Ibérica. Pasados los primeros días de marzo, el daimieleño Alejandro del Moral, guía desde hace once años en el Parque Nacional y responsable de la empresa de ecoturismo Caminos del Guadiana, promete desvelar los secretos de este lugar que, además de alegrar al visitante con el canto de las grullas o deleitar la vista con el sonrojo del plumaje de los flamencos, impresiona por la riqueza ornitológica que acoge cada año en unas fechas en las que se convierte en el lugar de paso de “uno de los mayores flujos migratorios de aves del mundo”.
Único humedal declarado Parque Nacional junto a Doñana en toda España, las Tablas de Daimiel suponen “un alto en el camino para gran parte de las aves migratorias que proceden del Norte de África o que son Subsaharianas y llegan del Cuerno de África”. Mientras que echa la vista hacia la Laguna de Navaseca, en los aledaños de la entrada al parque nacional y el perfecto comienzo para descubrir las aves y desvelar sus curiosidades por la alta concentración que experimenta, el educador ambiental Alejandro del Moral introduce que “hacer una parada en el centro de la Península en su viaje al norte de Europa a finales de febrero y hasta mitad de marzo es muy importante para las migratorias que eligen el recorrido de interior frente al costero y que buscan alimento, refugio o lugar de cría”. En España existen otras zonas similares, como las tablas de Calatrava la Vieja o las de Alarcos en la provincia de Ciudad Real, pero “la mayoría suelen estar en muy mal estado de conservación, gran parte se desecaron, desaparecieron por completo o las ocupó la agricultura”, por eso la singularidad de las Tablas de Daimiel en todo el territorio nacional.
El guía de ecoturismo explica que “para las aves que continúan su viaje el paso por las Tablas es una parada de servicio, que cumple con todos los requisitos de alimento, protección y agua”. El humedal manchego es “imprescindible como espacio donde pueden conseguir alimento en abundancia”, y además las amplias zonas de carrizo aparecen como el mejor refugio para los pajarillos pequeños, esas aves de apenas unos gramos que sorprenden por sus viajes de miles de kilómetros impulsadas por las masas de aire y para las que es necesario un descanso. El alimento y la protección también influyen en la elección de las anátidas, los patos, a la hora de criar; pues, según explica Alejandro del Moral, “las extensas zonas de tablas de poca profundidad”, con alrededor de 1.800 hectáreas inundadas en el final del invierno, son zonas “estupendas” con algas abundantes para consumir y la vegetación densa ofrece seguridad.
El seguimiento científico a través del anillamiento en este espacio que obtuvo la declaración de Parque Nacional en 1973 y que además es desde los 80 reserva de la biosfera es fundamental para el estudio de la vida de estos viajeros del cielo, según revela el experto del entorno del Guadiana, “pues así descubrimos cuestiones como que aves paseriformes y de pequeño tamaño que pasan todo el invierno al sur del Sáhara no sólo vuelven a La Mancha o a las Tablas, sino que suelen regresar al mismo punto en el que criaron el año anterior”. “De ahí la importancia de los humedales y de que este parque esté en buenas condiciones para poder alimentarse y criar, porque las aves que vienen de pasar el invierno en África llegan exhaustas, ni siquiera tienen energía suficiente para continuar hasta Valencia a la Albufera o al norte donde hay otros humedades”, añade el guía al mismo tiempo que reconoce que ha anillado aves en el mismo sitio a lo largo de seis o siete años.