A. R.
Ciudad Real
La iglesia de San Pedro se llenó en la misa de 12 de ayer, jornada de la Infancia Misionera, con la presencia de niños de las distintas parroquias de la ciudad que participaron de forma activa durante la celebración eucarística oficiada por el párroco, Pablo Martín del Burgo.
En la homilía, Martín del Burgo invitó a los presentes a “ser misioneros rezando, cumpliendo el Evangelio y siendo generosos, compartiendo con las personas necesitadas”, y durante toda la misa primó el principio, contenido en el Decálogo de la Infancia Misionera, de que ‘Un niño misionero siempre dice: ¡gracias!’, expresando su agradecimiento a los dones de la creación y la vida, a poder rezar y contar con recursos para comer y vestir, así como a poder ayudar a los demás.
Tras la misa, los jóvenes de las parroquias de la ciudad organizaron en la Plaza Mayor cinco juegos, uno por cada dedo de la mano y continente, para “pedir por todas las personas que lo necesitan”. En el primero, el pulgar, se rezó por los familiares y amigos, Europa fue el continente protagonista, los muchachos crearon familias al pararse la música en función de un número y recibieron al final pintura de color blanco. El segundo juego, con el índice que señaló el continente asiático, estuvo dedicado a las personas que “nos enseñan y nos curan” y realizaron una carrera de caballos y un tren que les condujo al color amarillo. América, donde vive el mayor número de católicos, fue el continente del tercer dedo, el corazón, dedicado a las personas que “nos guían” y con el rojo como recompensa representando amor, entrega y vitalidad.
En cuanto al anular, el dedo más difícil de estirar por separado, significó el apoyo que requieren los débiles y enfermos, y se recordó al continente africano, empobrecido pese a contar con numerosos recursos y al mismo tiempo de una vitalidad extraordinaria, abrazándose en pareja los chavales cuando se paraba la música para lograr el color verde de la esperanza.
Por último, el dedo meñique, el más pequeño, sirvió para rezar “por uno mismo”, destacando que lo grande es la “suma armónica de muchos pocos” y la importancia de lo que parece más chico, haciendo referencia a Oceanía y obteniendo el color azul que evoca libertad, serenidad y confianza.
Con las cinco pinturas, imprimieron sus manos los chavales llenando de color el lema, en grandes dimensiones, ‘Gracias’ de la jornada.