La lechuza común, como otras aves nocturnas y agrarias, vive su propia tragedia en España, en especial en el centro de la Península Ibérica y en provincias como Ciudad Real, en la que su población ha descendido a la mitad en la última década. El parque nacional de Cabañeros es testigo involuntario de esta grave crisis.
“No tendremos más de media docena de parejas, y sólo tres o cuatro que sepamos dónde están”, explica el técnico Ángel Gómez Manzaneque, que considera un acierto que la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) la haya designado por votación popular “ave del año 2018”.
Salvando a cinco pollos de lechuza
Cabañeros, en su política de interferir lo menos posible en la naturaleza, ha hecho lo que ha podido por salvar a la lechuza. En verano el parque fue noticia porque sacó adelante a cinco pollos al borde de la desnutrición y medio muertos que encontraron en un nido en el centro de visitantes de Casa Palillos. “Había muerto uno de los progenitores y el otro adulto no podía alimentarlos a todos”, explica.
Lo que hicieron fue retirar el animal muerto e introducir en la dieta de los pollos ratoncitos y pollitos de laboratorio para ayudarles a alimentarse. Funcionó y en este inicio de “su año” es posible que estén volando por algún lugar del parque, “pero las lechuzas son tan silenciosas y discretas que es muy difícil verlas, aunque lo vamos a intentar”.
No hay pequeños roedores, la base de su dieta
Este caso evidencia cuál es el problema al que se enfrenta el ave: no tienen comida. “Está sufriendo por la falta de alimentación y la alteración del hábitat agrario; hay menos vegetación, no hay roedores, los pequeños ratoncitos de toda la vida, y las piezas que comen cada vez están más envenenadas por los herbicidas”, subraya Gómez Manzaneque.
En este inicio de su año las lechuzas del nido de Casa Palillos ya no están, “confiamos en que al menos uno de los pollos forme una pareja y vuelva, el sitio es muy bueno, siempre tenemos lechuzas aunque son tan sigilosas que cuesta verlas”.
El futuro de la lechuza está unido a otras aves nocturnas como el búho chico o el cárabo, con la ventaja de que la lechuza puede cazar en la ciudad “pero para eso tiene que encontrar huecos en las casas, en trasteros o las cámaras de las viejas casas de campo, ahí se metía y ni sabías que estaban, son muy discretas”.
El progresivo despoblamiento rural
Con su proclamación como ave del año 2018 SEO/BirdLife quiere incidir “en el mal momento que sufre la avifauna ligada a las zonas agrarias y que evidencia problemas como la pérdida de hábitat, los efectos del actual modelo agrícola o el despoblamiento rural”, explica la organización en el comunicado con el que ha lanzado la campaña ‘Ave del año 2018’.
Según datos de la Sociedad Española de Ornitología el declive poblacional se sitúa en torno al 13% en la última década, aunque en algunos puntos del país el bajón llega al 50%. El descenso de individuos es especialmente significativo en la parte del país denominada “región mediterránea sur”, que abarca Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y parte de Aragón, Madrid, Cataluña y Extremadura. En esta zona del país, la más extensa, las poblaciones de lechuza se han reducido a la mitad.
No se pueden cazar lechuzas
La lechuza es un ave protegida a nivel nacional, incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial lo cual le hace merecedora de una atención particular. Por ejemplo, se prohíbe cualquier actuación hecha con el propósito de darles muerte, capturarlas, perseguirlas o molestarlas, además de la destrucción o deterioro de sus nidos.
“La ciudadanía ha decidido que pongamos el foco en la lechuza común. En silencio, como cuando vuela, esta especie nos avisa desde hace años sobre la paulatina pérdida de vida en el campo. Se la ve menos, se la oye menos. Ocurre lo mismo con los insectos. Con los roedores. Con los paisajes y con el paisanaje”, señala la directora ejecutiva de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz.