Mercedes Camacho
Ciudad Real
La hermana Antonia Estrada Vázquez lleva desde los 22 años trabajando en las misiones: 8 años en Venezuela, 25 en África y 17 en Kiev, por lo que sabe muy bien lo que es la vocación por los demás y puede hablar con conocimiento de causa.
Y, aunque es natural de Zamora, en la actualidad tiene una gran vinculación con Ciudad Real debido a que es el “enlace” entre la Casa de los Niños de Kiev y la asociación CREAN (Ciudad Real en Ayuda al Niño) que trae a pequeños procedentes de ucrania a la provincia durante el verano y que, durante unos días, ha contado aqui con la presencia de esta religiosa dominica de la Congregación de Santo Domingo.
“El traer a los niños a España durante el verano es fundamental para ellos, y les supone unos increíbles beneficios físicos y psíquicos”, explicó Antonia en una entrevista a Lanza en la que se mostró muy agradecida tanto a CREAN como a las 47 familias de la provincia que cada año se deciden a acoger a un pequeño en verano.
“Cuando regresan a Kiev, vuelven con nostalgia, aunque en seguida se les pasa porque tienen que volver a sus obligaciones cotidianas. Sin embargo, el efecto beneficioso que tiene para ellos es increíble, tanto que muchas veces sus propias familias no se lo pueden ni creer”, explicó. Un mensaje que también transmitió en la tarde de ayer a las familias de acogida con las que se reunió en Poblete.
Y es que, tal y como destacó, la radiactividad sigue presente en aquella zona, no se ha acabado y el reactor continúa roto, por lo que afecta especialmente a los niños que son más vulnerables y alejarse unas semanas de aquellos “les da la vida”.
En este sentido indicó cómo, incluso ella, nota cuando sale de allí “porque cuando paso un tiempo en España, siento que se me limpia el organismo y comienzo a sentirme mejor que allí”.
Con tantos años
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Por este motivo, la hermana Antonia insiste en la importancia en que estas acogidas se sigan realizando desde la provincia de Ciudad Real así como que, quien pueda, colabore económicamente con la Casa de los Niños en la que trabaja en Kiev con niños desde los dos años y medio -para los que tienen una guardería por la mañana- hasta los 14 o 15.
“Se trata de un centro de acogida para los niños después de clase, lo que quizá aquí se llamaría un centro de día, con el que pretendemos que los niños no acaben en la calle ya que proceden de familias muy humildes”.
En este sentido, señaló que los niños de entre 6 y 15 años van a la Casa cuando salen del colegio y allí aprenden español, practican deportes, reciben catequesis o pintan. “En definitiva, se trata de que estén ocupados hasta el momento en el que los recogen sus padres y sus abuelos”.
En la actualidad, hay inscritos en la Casa de los Niños -que está a las afueras de Kiev, a 12 paradas de metro de la ciudad- a los que, además de otras necesidades, se les da de merendar y están calientes.
“Entre las necesidades que tenemos ahora mismo se encuentra poder pagar el gas de la calefacción para que los niños no pasen frío y la luz, que con el conflicto actual con Rusia han incrementado muchísimo su precio”, dijo la misionera, quien agregó que cualquier colaboración, por pequeña que sea, es bien recibida.
Para ello, quienes quieran hacer una donación, o bien solicitar la acogida de un niño procedente de Ucrania para el próximo verano, pueden llamar al teléfono 678 57 34 92 de Ramón Serrano, presidente de CREAN, que les dará la información.
Precisamente Serrano avanzó ayer a este diario que están preparando para mayo un nuevo viaje a la Casa de los Niños para que las familias que quieran puedan comprobar la realidad que estos niños tienen que vivir cada día en su país.
Situación actual en Ucrania
Respecto a la situación actual que se vive en Ucrania, la hermana Antonia destacó que es “muy mala” y “lo que es peor” está empobreciendo al pueblo y “especialmente a las familias que menos tienen”.
Según explicó a este periódico, han sido momentos “caóticos, de incertidumbre, de pesadilla y de no saber lo que iba a pasar”. En concreto, señaló que el jueves 20 de febrero, aunque estaban lejos de la zona de conflicto, “fue horroroso y nos afectó muchísimo. Fue una matanza que nadie esperaba y muy triste”.
Por lo que se refiere al conflicto en la zona de Crimea y toda la zona este “los soviéticos están intentando sembrar la discordia para apoderarse no sólo de esa zona, sino de todo el país”, indicó la religiosa, quien mostró su temor al resultado de las elecciones que se celebraban ayer en este país por el posible apoyo que lograran los grupos prorrusos”.
Entre las consecuencias que está provocando este conflicto, continuó narrando, se encuentra no sólo el empobrecimiento de la población, sino también los heridos de guerra que están llegando a los hospitales de Kiev.
“Aunque no nos dedicamos a eso porque nuestra atención se centra en la Casa de los Niños, nos acercamos a los hospitales para ver en qué los podemos ayudar. Y lo que nos piden son cosas tan básicas como antibióticos, antiinflamatorios, antipiréticos, gasas, desinfectantes… Nosotras les compramos lo que podemos y ya les hemos dado todas las aspirinas y paracetamoles que teníamos para que se los puedan dar a estos heridos de guerra”.
”Estuve en el primer brote de ébola”
Con tantos años como misionera, Antonia Estrada ha vivido ya muchas situaciones dramáticas, entre ellas la primera crisis del ébola que, cuando surgió, la pilló a ella en el epicentro de la epidemia y estuvo atendiendo a los enfermos.
“En 1976 ni siquiera se llamaba ébola, se le puso ese nombre por un río de allí. Solo sabíamos que los enfermos empezaban con una diarrea con sangre, con vómitos, hemorragias y que se morían a diestro y siniestro. Pero no se hizo caso, ni en ese momento ni en otros en los que también ha habido otros brotes como dos años después”.
En este sentido, aunque no se alegra de que haya contagios en Europa, al menos le consuela que las muertes de los misioneros repatriados y los casos de enfermeras contagiadas en EEUU y España, que “gracias a Dios se recuperan”, estén sirviendo para que la comunidad internacional preste atención y empiecen a estudiar vacunas y medicamentos que puedan acabar con la mortalidad de esta enfermedad que causa estragos en África.