Hace once meses, el pasado 27 de marzo, fue el primer día que Laura Chacón, enfermera del Hospital General Universitario de Ciudad Real, entró en la Unidad de Cuidados Intensivos para tratar a enfermos con Covid-19. “Si esto va a durar más de un mes, yo este ritmo no lo aguanto, yo lo tengo que dejar”, fueron sus palabras al llegar a casa.
A las puertas del hospital, Laura Chacón echa la mirada atrás, recuerda la llegada del virus a Ciudad Real, el aumento de pacientes críticos en la provincia y aquella semana en la que los supervisores empezaron a pedir voluntarios para trabajar en las UCIs adicionales montadas para responder a la alta presión asistencial.
En el peor momento de la pandemia, a finales del mes de marzo y abril, el hospital tuvo que pisar el acelerador para responder a la crisis. Las bolsas de trabajo se agotaron y a los supervisores no les quedó otra que recurrir a sanitarios que, como Laura, estaban a media jornada, en su caso en la UCI neonatal y pediátrica.
Así es como Chacón acabó en la UCI habilitada en la UCA (Unidad de Cirugía Ambulatoria) con gente de quirófanos, de consultas, de atención primaria, de la REA. “Llegabas a una unidad que no era UCI, que se había montado como tal, y cada uno veníamos de un servicio, por lo que fue un proceso duro, durísimo”, explica.
Al pasar a la unidad de críticos, la imagen fue una hilera de camas, con todos los enfermos colocados boca abajo en prono, “vi pies, respiradores, todos intubados”. En sus manos iba a estar “un paciente crítico desconocido”, y encima afectado por “una enfermedad muy contagiosa y que daba mucho miedo”.
El estrés psicológico fue “brutal” y el cansancio físico “agotador”. Todos los sanitarios tuvieron que aprender “a base de golpes”, sobre la marcha y muy rápido. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, ella nunca había trabajado en una UCI de adultos “con pacientes críticos, que requieren unos cuidados muy especializados”.
Mentalmente tenía que lidiar con el miedo a contagiarse y aparte físicamente tenía que afrontar jornadas de trabajo con equipos EPI “durante 4 o 5 horas”, que nunca antes había utilizado, y con los que realizar difíciles maniobras de pronación y supinación –hacen referencia a movimientos- con pacientes “de hasta 100 kilos”.
El ‘paciente Covid’ de UCI

Eso fue en la primavera de 2020, y así ha iniciado el nuevo año, ahora en la UCI habilitada en el Hospital de Día Oncohemagológico. Nunca pensó que la ‘tercera ola’ iba a ser tan fuerte. Con 15 camas, su UCI se llenó “en 4 o 5 días”, hubo días con ingresos “uno detrás de otro”.
Cada día es diferente, una tarde puede parecer que va a ser tranquila y luego “puede estar llena de pacientes con descompensaciones e ingresos”. Laura reconoce que “con estos pacientes no sabes qué va a pasar”, ya que “es un virus impredecible”.
Se le viene a la mente las llamadas de los anestesistas a las familias, para avisar que un enfermo estaba muy malito y podía morir. “Se te iban y tú sin poder hacer nada, veías como el paciente fallecía en horas”, comenta con emoción y dolor.
Cuenta que “un paciente llega a la UCI muy asustado, porque sabe a lo que va: a que le duerman, a que le intuben, y a dejarse hacer”. También recuerda la videollamada de una mujer recién despertada con su marido, que la decía, “hermosa, que te quiero”.
Un vuelco en su vida
En un año de pandemia, las enfermeras han aprendido a tratar al paciente crítico por Covid, se han acostumbrado, pero todavía hoy cuando terminan de trabajar cierran los ojos y ven “bombas y monitores”.
A nivel personal, Laura Chacón dice que su vida “ha cambiado de forma radical”. “Nunca dejas de ver la vida a través de los ojos de una enfermera, porque a mí no se me olvida lo que pasé y lo que estamos pasando”, afirma.
En 2020 se iba a casar y no pudo, ha pasado temporadas con su pareja en habitaciones separadas, baños separados, y a su madre hace un año que no la da ni un beso, ni un abrazo, “ni en cumpleaños, ni en fiestas, porque me muero de miedo de poder infectarla”.
“Impotencia” en la tercera ola

Al ir por la calle y ver a personas sin mascarilla, reconoce que la hierve la sangre, y cuando escucha a los negacionistas, “que frivolizan con el virus”, se llena de rabia. Laura Chacón recuerda el impacto que tuvo en marzo el famoso mensaje ‘quédate en casa’, pero ahora tiene la sensación contraria, la ‘tercera ola’ la genera “impotencia”.
“Yo no sé si es que nos hemos acostumbrado a las cifras, porque siguen muriendo cientos de personas al día, o le hemos perdido el respeto, o nos da igual”. No entiende las reuniones de Navidad, ni las Nochebuenas, ni las Tardeviejas, porque “si algo sabemos es que cuanto más contacto social más aumenta la incidencia”.
La asombra la capacidad que tienen algunas personas de banalizar. “No todos son abuelitos, que pobrecitos, bastante les ha tocado pasar; pero que no, que no, que hay personas de todas las edades en planta; hay gente de mi edad con 35 y 36 años en UCI, con y sin patologías”, añade.
A las personas que todavía no han tomado conciencia de la gravedad de la situación, “los traería a la UCI para darles una vueltecita para que simplemente viesen”. “Parece que la gente tiene una bola de cristal que les dice que ellos no se van a contagiar, y que, si lo hacen, no les van a intubar. Pero es que eso, no lo sabe nadie”, subraya con rotundidad.
Hace dos semanas, Laura Chacón contaba que “el hospital desbordado y nosotros estamos agotados”. Decía que los sanitarios se pueden reponer, pero un centro así “implica que se paran cirugías, que aumentan las listas de espera, que los pacientes crónicos se descompensan, y que cuando vuelves a la normalidad es una situación gravísima por todo lo que no es Covid”.
“A mí no me gustaría que un familiar se quedase sin un respirador porque resulta que las UCI están desbordadas, y eso es lo que conseguimos cuando no nos ponemos una mascarilla, cuando no mantenemos distancia de seguridad, y cuando nos juntamos con la familia, los amigos, como si fuésemos todos inmunes”, añadía.
Dentro de otros doce meses, a Laura Chacón, que ya ha recibido su primera dosis de la vacuna contra el Covid, le gustaría decir “que ya hemos pasado aquella pandemia histórica que nos tocó vivir y me gustaría estar viviendo con normalidad”. Por eso pide a la sociedad “empatía” y “responsabilidad”.