Las profesoras del grupo de investigación Acciones Sostenibles en Agricultura de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real (UCLM), Marta María Moreno y Carmen Moreno, y los técnicos Jaime Villena, Lorenzo Gómez e Ignacio Mancebo, estudian desde 2003 el impacto de materiales biodegradables que se utilizan en el acolchado de cultivos hortícolas, tanto para la propia planta como para el medio ambiente.
J. Y.
Ciudad Real
El proyecto que Moreno encabeza desde hace más de una década cuenta con la colaboración de la Consejería de Agricultura, se desarrolla en el Centro de Investigación Agroforestal ‘El Chaparrillo’ y evalúa la intervención de estos materiales en la cadena del cultivo, como la facilidad de su colocación y sus efectos en el crecimiento de la planta, en la producción y en la calidad de la cosecha. En concreto, ahorra agua, controla las malas hierbas y aporta elementos nutritivos al suelo en su proceso de descomposición.
“Estamos contribuyendo a la búsqueda de soluciones a los problemas de los plásticos no degradables (polietilenos) que se venían utilizando, mediante su sustitución por otros inocuos para el ecosistema, capaces de degradarse sin dejar residuos contaminantes y, en su mayor parte, procedentes de fuentes renovables”, explica Marta Moreno a Lanza.
La línea de trabajo de los investigadores de la UCLM sobre las cubiertas biodegradables, conocidas como acolchados o mulching, se centra analizar los beneficios de estos productos, ya comprobados, en la producción hortícola y en su entorno natural, como el aumento de la temperatura del suelo, que da precocidad a los cultivos, la reducción de las malas hierbas, la conservación de la humedad en las raíces, y el uso más eficiente de los fertilizantes.
Se trata de una nueva generación de productos biodegradables, que sustituyen a los de origen químico empleados masivamente y difífiles de reciclar, y que cuentan con distintas fuentes y formatos como el papel, restos vegetales (paja de diversos cultivos, principalmente de cereal, o restos de poda), y biopolímeros (plásticos biodegradables de naturaleza orgánica).
“Trabajamos en estudiar la idoneidad de estos materiales, que son descompuestos por los microorganismos del suelo sin dejar residuos contaminantes”, indica Moreno, que destaca el logro de haber eliminado elementos contaminantes como los de los plásticos anteriores, derivados de hidrocarburos, que “no se incorporaban a la cadena trófica”.
No obstante, no son todo ventajas, pues la profesora advierte de problemas en su manejo “como la dificultad para su distribución en el caso de la paja, y la rotura y pérdida de humedad, en el caso de los papeles”.
Con otras comunidades
Al parecer, estos ensayos en Ciudad Real están coordinados desde 2005 con los de otros cuatro grupos de trabajo de centros de investigación y universidades de Aragón, Cataluña, La Rioja y Navarra, a fin de detectar posibles diferencias en el comportamiento de estos materiales en función de las distintas condiciones de suelo y clima de cada zona.
El desarrollo de estos trabajos se ha realizado en el marco de diversos proyectos nacionales y regionales, así como de colaboraciones con empresas que producen estos plásticos, como el de almidón de patata, del que han creado la patente.