Dos mujeres en el escenario, con traje azul y sombreros, alguna capa y una falda como atrezo, para representar la rica y variopinta España de la picaresca en la piel de una decena de personajes que se entrelazan e incluso se intercambian.
El reto no es pequeño, al igual que no lo es la ola interpretativa que mueven Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda cuando aparecen en el escenario, pero el resultado es brillante. ‘Malvivir’ no puede estar mejor hilvanada.
Álvaro Tato, autor del texto, y Yayo Cáceres, director de montaje, pisaron este viernes el espacio Aurea en el Festival de Teatro Clásico de Almagro con una tragicomedia que fusiona ‘La pícara Justina’ de Francisco López de Úbeda, ‘La hija de Celestina’ de Salas Barbadillo y la obra sobre Teresa de Manzanares.
Pelandrusca, parlanchina y pícara
Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda dan vida a la pelandrusca, parlanchina y sobre todo pícara Elena de Paz en sus andanzas por la “tierra de jauja” que representa la España del siglo XVII, de Madrid a Sevilla, del río Manzanares al Guadalquivir.
Pero Elena de Paz también es rebelde e ingeniosa, es una superviviente que busca la libertad “en una tarde de fiesta”, en un “trabajo deshonroso” o en un amor tan negro como el de Montúfar, que funde pasión y muerte.
“Quien anda descalza pisa la piel del mundo”, y así lo hicieron en el escenario de la Antigua Universidad Renacentista para rescatar el universo sátiro que parió la Celestina, uno de ladrones, brujas, prostitutas y maleantes.
Es un mundo de gente pobre que roba, estafa, se finge leproso o mujer ultrajada para sobrevivir. Ese era el carácter de la “vieja España” y quizá dice mucho, según deja caer la obra, de la picaresca que todavía se detecta en la actualidad entre algunos gobernantes.
Un juglar cierra un trío perfecto
Ambas actrices representan a Elena de Paz y al resto de personajes, y hacen a veces de narrador, al igual Bruno Tambascio, convertido en juglar, tercero en escena y que se convierte en fundamental para contextualizar la road movie.
Sus composiciones de música romance, interpretadas con guitarra y piano, con matices latinos y hasta de rock and roll, son del propio Yayo Cáceres. Muchas contribuyen a reforzar el punto ácido de ‘Malvivir’.
La expresión corporal y las sombras
Ver y escuchar cómo las actrices mudan su piel, su voz y su expresión corporal entre personajes es fantástico, en esta obra donde precisamente la expresión corporal es muy importante, por algo los personajes proyectan sombras en el fondo de la escena.
La fotografía, el marco, la composición de una escena llena de elementos, que las actrices llenan por completo con agilidad, es otro de los puntos fuertes de la obra, una de las grandes apuestas de la edición 45 del Festival de Almagro y que no defraudó.
El patio de butacas entero, entre los que había más de una cara conocida en el mundo de la escena, se levantó al cerrar la función y agasajó a la compañía Ay Teatro con varios minutos de un sonoro aplauso.