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28 marzo 2024
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      Imagen de archivo del juego de 'Las caras' de Calzada de Calatrava / Vox
      Ricardo Chamorro, Milagros Calahorra y Emilia Martín, hermano mayor de la Flagelación
      • Cofrades y fieles en el templo / J. M. B.
      • LA Virgen del Mayor Dolor / J. M. B.
      • El Cristo estaba preparado /J. M. B.
      • Se realizó el Viacucis en el templo / J. M. B.
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      El presidente de la Diputación -c- con la Hermandad del Ecce Homo (Pilatos)
      Hermanos y fieles lamentan la suspensión / Antonio López
      Armaos en la Ruta de la Pasión Calatrava en Aldea del Rey / Elena Rosa
      Imagen de Nuestro Padre Jesús de la Bondad en su salida de 2023 / J. Jurado
      Hermandad Nuestro Padre Jesús del Perdón Miguelturra
      El concierto de música sacra que tuvo lugar en Villanueva de los Infantes / Lanza
      El Guardapasos se llenó de fieles este Jueves Santo / Elena Rosa
      La Hermandad de la flagelación tampoco pudo salir en procesión / Elena Rosa
      Hermanas del Silencio que iban a acompañar a la Virgen / J.M. Beldad
      Las Penas suspende su estación de penitencia / J.M. Beldad
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Manuel Espadas Burgos, manchego universal y maestro de historiadores

Manuel Espadas Burgos
Manuel Espadas Burgos
Juan Sisinio Pérez Garzón. Catedrático emérito de historia en la Universidad de Castilla-La Mancha / CIUDAD REAL
“Somos lo que damos”. Así, con este proverbio clásico, cabe definir la rectitud y generosidad de la vida de Manuel Espadas Burgos, que nos ha dejado la tarde del 21 de mayo en Madrid, su ciudad adoptiva.

En este “poblachón manchego”, capital de las Españas, pudo culminar su formación universitaria, porque en su tierra, en esta Mancha largamente silenciada, no existía la universidad a cuya creación tanto contribuiría en la década de 1980. Por eso ha querido venir a ser velado en Ciudad Real y tener las exequias de los justos en la parroquia de Santiago, rodeado del cariño de tantos paisanos y del arte de la iglesia con más historia, donde había sido bautizado.

Manuel Espadas realizó sus estudios universitarios de licenciatura y doctorado en la Universidad Complutense. Destacó de inmediato como intelectual especializado en historia y, muy joven, logró ser tanto Catedrático de secundaria como Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dedicado a la historia contemporánea. Desde este organismo desplegó hasta su jubilación un extraordinario trabajo, tan incansable como fructífero y enriquecedor. No hay espacio para enumerar sus extensos méritos y responsabilidades académicas. Baste resaltar una triple herencia.

En primer lugar, sus investigaciones, de una amplitud tan plural como rigurosa en todo momento han ocupado más de medio siglo de minucioso trabajo entre documentos, para desentrañar la complejidad de nuestro pasado y, en definitiva, para comprender nuestro presente. Los resultados han sido excepcionales y se confirman en cada uno de sus 30 libros y en sus más de 120 estudios publicados en revistas o en monografías colectivas. Hay que destacar sobre todo sus aportaciones al conocimiento de las relaciones internacionales de España durante los siglos XIX y XX, muy especialmente para la etapa franquista, así como sus contribuciones a la historia política (en concreto sobre el período de la Restauración y la crisis de 1898) y, sin duda, sus trabajos tan innovadores sobre la historia del Ejército español, que abrieron nuevas perspectivas metodológicas. Todo esto, sin olvidar su tierra manchega sobre la que publicó de modo constante, desde la Ciudad Real de la época de la Ilustración o la biografía del general Espartero hasta su valiosa reflexión sobre “Castilla-La Mancha como sujeto histórico”, escrita al filo del año 2000 con un análisis de indudable referencia.

Se suman más facetas en su investigación de las que, al menos, es inexcusable citar los estudios dedicados a las clases populares del Madrid del siglo XIX, con análisis pioneros para la historia social sobre el hambre, la mendicidad y los efectos de las epidemias. De igual modo destaca cuanto publicó sobre Italia durante su estancia en Roma como Director de la Escuela Española de Historia y Arqueología entre 1997 y 2006. Esta década en Roma le permitió estudiar aspectos inéditos de las relaciones entre Italia y España, con la Santa Sede como protagonista en gran parte de los casos, y abriendo su interés hacia una dimensión de historia cultural muy loable.

Este dato de la vida romana de Manuel Espadas ratifica otra importante cualidad de sus investigaciones: su dimensión internacional. Ha sido de la primera generación de historiadores que abrieron las compuertas de la historiografía española a las inquietudes y debates de la historiografía mundial. No por casualidad fue integrante activo del Comité español para los Congresos Internacionales de Ciencias Históricas que, inaugurados en La Haya en 1898, se han venido celebrando cada cinco años. Manuel Espadas comenzó su participación en la década de 1970, cuando además formalizó y encauzó el primer encuentro con historiadores de la URSS, tras el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1977. Prueba del eco de su prestigio académico fue la distinción de la Orden de las Palmas Académicas concedida por la República Francesa.

Tales méritos fueron parejos a una entrega constante a la gestión científica en el CSIC, dirigiendo el Instituto de Historia y modernizando la publicación de la revista Hispania, de alta calidad académica. Ahora bien, semejante labor tuvo otra dimensión cuya herencia se mide por el impacto de su magisterio en la dirección de tesis doctorales. En todas ellas dejó su impronta de ecuanimidad analítica y de apertura de hipótesis que abrieran nuevos derroteros de investigación. Es legítimo reseñar ante todo que dirigió las tesis de tres profesores de la Universidad de Castilla-La Mancha, la de José María Barreda, historiadores y luego presidente del gobierno de Castilla-La Mancha, la del catedrático José G. Cayuela y la de quien firma este obituario. Pero hubo una veintena de tesis de historiadores tan prestigiosos como José Ramón Urquijo, Francisco Villacorta, Fernando Puell de la Villa, Rafael Núñez Florencio, Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, Fernando García Sanz o Elena San Román.

Si las investigaciones de rango internacional y el magisterio formando valiosos historiadores constituyen herencias impagables, es de justicia subrayar una tercera cualidad: la magnanimidad en cada uno de los actos, ideas y afanes de Manuel Espadas. Se planteó siempre sus tareas científicas y sus responsabilidades académicas como alforja de esperanzas para una España y una Castilla-La Mancha con futuros de creciente progreso y justicia. Por eso se comprometió tanto con su tierra y arropó la creación de la Universidad regional. Su clarividencia científica estuvo acompañada de una generosidad sin límites y esto es un legado que nos compromete a muchos. Su memoria, sin duda, será el acicate para prolongar y ampliar sus aspiraciones.

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