La voz de Elvis Presley dibuja el marco de una historia desgarradora donde la incomprensión ante lo desconocido, la desesperación por realidades sobrevenidas y las dificultades económicas se entrelazan para abordar uno de los mayores tabús de la sociedad contemporánea: la enfermedad mental.
Cómo hablar de un hijo cuando lo encuentras tiritando como una hoja, desorientado en medio del monte. Cómo enfrentarte a tu hijo cuando te llega a apuntar con una escopeta porque tu marido no es capaz de decir “te quiero”. Cómo engañar a tu madre cuando sales destrozada al ver las condiciones en las que está tu hermano en el centro psiquiátrico penitenciario.
El Festival Internacional de Teatro Contemporáneo Lazarillo de Manzanares volvió a apostar en la noche del viernes por el teatro social y acertó con ‘El silencio de Elvis’, un drama con texto y dirección de Sandra Ferrús –que participa como actriz en la obra-. Alrededor de 200 personas ahondaron en la tragedia familiar que puede llegar a suponer la esquizofrenia en una sociedad con recursos públicos claramente insuficientes y poco comprensiva ante la enfermedad mental.
Desde el salón de una casa sencilla
En el Gran Teatro, la figura del televisivo Pepe Viyuela ejerció un gran poder de atracción. Desde el salón de una familia sencilla, con tres sillas, una mesa y un sillón coronado por un paño de ganchillo, encarnó a Vicente, un padre de familia de los de siempre, de los de chascarrillos frente a la tele, de los que no dejan de discutir con su mujer, de los que tiemblan al escuchar el llanto.
La interpretación fue impresionante, al igual que la de Sandra Ferrús, en el papel de Sofía, la hermana, y de Susana Hernández, como Vicenta, la madre. Cara a cara contra el público, en solitario, todos tuvieron su momento de desgarro desbordados por la enfermedad, impotentes ante sus efectos y sin poder afrontar los gastos de un centro especializado para Vicent, el protagonista.
Al frente del personaje más complejo, Elías González se movió entre los sueños de un personaje enamorado del rey del rock capaz de provocar sonrisas en el público al contemplar sus ansias de romper barreras, también capaz de producir emoción al ver su desesperación, al ver como sus actos producen dolor en todas las personas que tiene a su alrededor.
Sentirse vivo o caminar entre las brumas que producen las medicinas: el eterno debate de Vicent, que busca desesperadamente el “silencio” de las voces que lo conducen a la locura, el silencio que signifique la curación. A su lado, siempre testigo, Martxelo Rubio, como Elvis.
Llamada de atención a la Administración y a la sociedad en general
La obra es especialmente crítica con la medicalización de la esquizofrenia, con el tratamiento que reciben los enfermos en los centros penitenciarios y con la falta de recursos públicos para las familias con dificultades económicas, adecuados a cada paciente y que les permitan tener una vida en sociedad dentro de la muy discutible normalidad.
Al fin y al cabo, la mente de la persona que sufre esquizofrenia tampoco es tan diferente a la del resto, aunque al “enano cabrón” no todos lo escuchen tan alto. Tampoco son tan distintas las tensiones que afloran dentro de una familia ante cualquier situación compleja. Las enfermedades mentales forman parte de la vida de todos.