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El guardián de la memoria colectiva de España

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Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco / AHN
Julia Yébenes
Entrevista al manzanareño Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco, director del Archivo Histórico Nacional

El archivero y también historiador Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco (Manzanares, 1962) resalta el importante papel que tiene desde hace 156 años el Archivo Histórico Nacional (AHN) como depositario de una parte sustancial de la memoria compartida de los españoles.

Juan Ramón dirige desde 2018 ésta transcendente institución, fundada por el Real Decreto de 28 de marzo de 1866 como ‘Archivo Histórico del Reino de España’, y habla con pasión de los magníficos fondos que conserva, correspondientes a un amplio arco cronológico, que abarca desde el siglo VII a la actualidad.

Dentro de la inmensidad del patrimonio histórico documental que guarda el Archivo, hay verdaderas joyas que son parte sustancial de nuestra identidad colectiva; destaca en esta entrevista, cuatro fragmentos visigodos del año 696, que son de los documentos europeos más antiguos que se han sobrevivido al paso de los siglos, uno de los poco más de veinte códices que se conservan conocidos como beatos de Liébana (el Beato de Tábara del año 790 que contiene una de las más maravillosas alegorías sobre la transmisión del conocimiento clásico a través de los monasterios medievales), cartas autógrafas de Colón, el archivo personal del Cardenal Cisneros, el Tratado de Utrecht, archivos personales como el del general Martínez Campos o los de la reina Isabel II y su madre, la reina María Cristina, hasta el escrito de dimisión de Manuel Azaña como presidente de la República en 1939 o los testimonios de la persecución franquista procedentes del archivo de la Dirección General de Seguridad.

De entre todos ellos, destaca sin dudarlo la licencia de impresión del Quijote con firma autógrafa del propio Miguel de Cervantes, un humilde documento en papel sin el cual probablemente esta obra cumbre de la literatura universal no hubiese visto la luz.

Son miles de documentos, nos habla de más de cuarenta kilómetros de estantería, doscientos mil pergaminos medievales, más de medio millón de legajos y decenas de miles de documentos encuadernados que forman parte de la identidad cultural e historia de España siendo imprescindibles para reconstruir nuestro pasado como sociedad y comprender nuestro presente como país.

“La verdad histórica documentada es la única que no es manipulable”, sentencia, luego la historia que es una ciencia “profundamente subjetiva”, se ocupará de ofrecer a la sociedad interpretaciones diversas. La vocación y especialización académica han hecho que nuestro director manzanareño sea uno de los expertos españoles con más acervo y conocimiento sobre el relato documentado de la nación española a través de los siglos. Sobre todo, desde que gestiona el gran ‘océano de la memoria’ que se guarda en el edificio del número 115 de la calle Serrano en Madrid.

Pero si de algo se muestra orgulloso el también doctor en Historia Medieval, es del vasto repositorio documental de la Orden de Calatrava que guarda la institución estatal, que le ha permitido no solo nutrir sus investigaciones como profesional sino reforzar su sentimiento como hombre de nación calatravo, una herencia que imprime carácter, según dice. Por ello, no pierde el vínculo con su tierra de origen, siempre atento a las iniciativas de desarrollo y dispuesto a colaborar en proyectos que ayuden a visibilizar un territorio con grandes valores naturales, culturales, económicos y patrimoniales.

PREGUNTA.- Hábleme de sus datos biográficos, de su formación, y sobre la elección de su ámbito profesional.

RESPUESTA.- Nací en Manzanares a finales de 1962, el 25 de diciembre para ser exactos, y allí viví mi infancia y juventud bastante felices. Estudié Educación General Básica (EGB) en el colegio de ‘San Blas’, de donde recuerdo un gran claustro de profesores, muy dedicado a la enseñanza, que tomó una decisión que me ha marcado toda la vida, como fue adelantarme un curso, de quinto a séptimo de EGB (actual Primaria). Fue una decisión bastante trascendente, que condicionó mi futuro y favoreció que me encontrara con personas muy importantes para mi vida académica, mi vida personal y profesional. Después realicé el Bachillerato y el Curso de Orientación Universitaria (COU) en el instituto ‘Álvarez de Sotomayor’ que era el único que había en el pueblo y al terminar, me fui a estudiar al Colegio Universitario de Ciudad Real, un edificio de Miguel Fisac (arquitecto daimieleño), donde, de nuevo, tuve la suerte de tener unos profesores que me influyeron de manera determinante en mi formación y en mi modo de pensar. Nombres como Francisco Ruiz Gómez, catedrático de Historia Medieval, José María Barreda Fontes, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha entre 2004 y 2011, Jaime Brihuega, experto en Historia del arte o Rafael García Serrano, director del Museo Provincial de Ciudad Real, me marcaron bastante y me enseñaron sobre todo a pensar la historia desde el prisma social y a vincularla con el presente. Esa fase formacional culminó en Madrid, en la Universidad Complutense de la cual dependía el Colegio y donde terminé la carrera y me especialicé en Historia Medieval.

P.- O sea, que la elección de sus estudios fue totalmente vocacional

R.- Se podría decir que sí. Me decidí por la historia porque tenía curiosidad por los tiempos pasados y por los testimonios antiguos que nos rodeaban, yo nací pegado al castillo calatravo de Manzanares. Luego descubrí que la Historia es una disciplina que va más allá de ser un conjunto anecdótico y diacrónico de hechos o acontecimientos pasados. Estudiar los procesos históricos te enseña a entender lo que vivimos hoy, por eso debe ser una disciplina esencial e imprescindible del itinerario curricular de nuestros hijos. Sobre esa base, cuando tuve que buscar una salida profesional decidí optar por el servicio público y oposité a archivero del Estado. Los documentos son testimonios de verdad, son patrimonio, son cultura, son identidad y el fin de la archivística es cuidar, proteger, conservar y entender esos legajos, libros y pergaminos, códices, manuscritos de cualquier tipo, mapas, planos, documentos electrónicos, registros, extractar la información que contienen y ofrecérsela a los ciudadanos, ya sean estos profesionales de la historia o usuarios. En mi caso, el afán de descubrir, leer un testimonio documental o ser capaz de leer cualquier documento de cualquier época de nuestra historia se han convertido en una pasión y casi en una aventura.

P.- ¿Por qué eligió la ordenación económica de un convento de monjas (Santo Domingo el Real en Madrid) durante la baja Edad Media como tema de su tesis doctoral?

R.- En términos generales el objetivo era estudiar cómo se organizaron un grupo de mujeres en una institución conventual y en una época determinada logrando cotas de poder de tal magnitud que se convirtieron en agentes económicos y político de gran proyección en el territorio donde estaban ubicadas. Era un gran error de la historiografía tradicional enfocarlo la claustra femenina como un conjunto de mujeres encerradas y aparcadas dedicadas exclusivamente a la vida contemplativa. Porque lo cierto es que muchas de estas mujeres encontraron un espacio de libertad e influencia hasta el punto de que las dominicas madrileñas, capitaneadas por Constanza de Castilla y Catalina de Lancaster diseñaron en el siglo XV un proceso de reconciliación nacional (en el siglo XIX llamaríamos a estos procesos Transiciones) castellana entre la rama del rey don Pedro, asesinado en Montiel, y la rama trastámara. Esa fue la perspectiva que quise dar a la tesis doctoral.

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Fondos del archivo / AHN

P.- ¿Eran como las comunidades de las beguinas?

R.- No tienen que ver, son formatos distintos, una cosa es la claustra dominica de la Orden de Predicadores y otro es el itinerario del beguinaje, mucho más introspectivo y espiritual quizás.

P.- ¿Cómo llegó al Archivo Histórico Nacional? ¿Cómo recuerda sus inicios en el templo de la documentación histórica?

R.- Aquí también llegué muy joven, y también por los consejos de un grupo de archiveras que, gracias a la cierta facilidad que tenía para leer documentos antiguos en latín o castellano, cualquier tipo de letra, consideraron que podía formarme y trabajar en el Archivo Histórico Nacional. Fui destinado a la sección de Clero Secular y Regular y luego Ordenes Militares, donde me encomendaron trabajar con documentación esencialmente medieval, tanto en pergamino, como en papel, en manuscritos o en códices. Me encontré con el ‘sancta sanctórum’ de los testimonios escritos originales y de la historia del conjunto social que llamamos nación, y eso realmente me impactó. Me formé durante unos años hasta que llegó el momento para opositar a archivero del Estado. Me presenté y obtuve la plaza. Mi profesión no es un trabajo porque tengo la fortuna de que me llena plenamente y se ha convertido en una pasión.

P.- ¿Qué función social cumple esta importante institución, sobre todo ante el riesgo de manipulación que corre una sociedad amnésica o sin memoria, como usted ha dicho en alguna ocasión?

R.- Los archivos en general y el Archivo Histórico Nacional en particular tienen una función social y administrativa bastante compleja y, en cierta medida, desconocida para el conjunto social al que servimos. La sociedad nos percibe más bajo un prisma cultural porque los archivos históricos tienen la misión de conservar y proteger la memoria documentada, cuidarla conocerla y difundirla. Los ciudadanos pueden recurrir a nosotros para satisfacer sus inquietudes, cuestiones o dudas sobre su pasado social, colectivo e individual. En este sentido el patrimonio documental que guardamos aporta identidad social y cultural. Y le añado como apunte, que nuestro Archivo Histórico Nacional no solo guarda los testimonios documentales de la trayectoria histórica de los territorios que forman España, sino de buena parte del mundo. Pero tenemos otro prisma menos conocido, y es que somos el Archivo Histórico de la Administración General del Estado (AGE), de sus organismos públicos y de los órganos superiores del Poder Judicial, como el Tribunal Supremo. Por eso somo un archivo abierto al ingreso de nuevos fondos documentales que ya no son de uso administrativo incluidos los gestados en formato electrónico y eso nos diferencia de archivos hermanos con función exclusivamente cultural como, por citar algunos, el Archivo General de Simancas, el Archivo de la Corona de Aragón, el General de Indias o de la Nobleza de Toledo. El AHN es la cabeza del sistema de protección y conservación de los documentos de la AGE, una función esencial que la sociedad tiene que saber que existe a la hora de demostrar derechos y deberes. Si me pongo trascendente, yo diría que ambas funciones, en conjunto, nos convierten en agentes de transparencia, de democracia y de libertad. Sin memoria no hay sociedad y una sociedad amnésica corre el grave peligro de ser manipulada. A veces me entristece cuando el poder ejecutivo y el legislativo ignoran nuestra existencia como institución en los nuevos marcos jurídicos de memoria y de acceso a documentos públicos que se están elaborando, y esa es una situación que me he propuesto como reto cambiar.

P.- Sobre estas bases, sería muy fácil desmontar los discursos de nacionalismos como el catalán, ¿no?

R.- Nosotros no influimos en la interpretación de los políticos sobre memoria social, llámese histórica y/o democrática ni en la elaboración del relato de los historiadores. Nosotros estamos aquí para guardarle a la sociedad su patrimonio de memoria documentada, como siempre hemos hecho incluso en tiempos tan complejos como la Guerra Civil en la que mis compañeros salvaguardaron estén inmenso patrimonio del que soy responsable hoy. Como diría Cuerda, los marcos jurídicos de los que nos dotamos son contingentes en el tiempo, mientras que la protección y conservación del patrimonio documental es necesaria e imprescindible para una sociedad que aspira a ser democrática, es decir libre, solidaria e igualitaria.

P.- ¿Pero cree que la historia es percibida con la magnitud real que tiene entre los políticos y entre la propia sociedad, sobre todo para no repetir enfrentamientos, desigualdades,…?

R.- La historia siempre ha sido percibida por la sociedad como un elemento clave, axial, cohesionador e identitario. Los mismos cronistas de la Edad Media ya tenían un enfoque interesado de la historia, según quién fuera el rey que los apoyaba o no. Los políticos de todas las épocas han sabido y saben que es importante, y por ello su gestión siempre ha sido una gestión interesada. Sin embargo, a pesar de esas injerencias en la interpretación de los hechos históricos, yo siempre confío en la capacidad de libre pensamiento del individuo. Y por supuesto confío en la libertad de cátedra de los enseñantes, que trasladan a las nuevas generaciones su interpretación del relato histórico. La historia es un acto de memoria en el que hay que tener en cuenta varias perspectivas. Por un lado, está la historia documentada y positiva, escrita, testimonial que es la que conservamos en los archivos. Luego está la historia que elabora la historiografía, que es por naturaleza subjetiva y es la que hacen los historiadores, determinados por su pensamiento político, su procedencia social o su entorno sociocultural. Por tanto, no existe la verdad historiográfica, sino la verdad documentada. Como decía Marc Bloch, uno de los padres de la historiografía moderna, la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo. La perversión en la historia ha existido desde la Edad Media, por ejemplo, la querella por el trono entre Enrique IV y su hermana Isabel -apoyada por los Reyes Católicos- está contada desde distintos enfoques, en función de los cronistas de cada parte. Eso es interpretación y es lo que se puede manipular. Pero nosotros, como ciudadanos, tenemos que intentar dilucidar cuál es la visión que nos interesa asumir y ese es el ejercicio en el que los archivos cumplimos un papel fundamental, porque cualquier ciudadano que tenga dudas puede consultar los documentos. Aquí, garantizamos que en unos pocos minutos cualquier usuario puede estar viendo originales.

P.- ¿Qué es lo importante para ser un buen archivero, según su experiencia?

R.-. Sobre nuestras destrezas profesionales, tenemos una misión muy clara y se conjuga con tres verbos que son guardar, buscar y encontrar los testimonios documentales. Primero los identificamos y los ubicamos en un depósito para facilitar su posterior búsqueda, y siempre los conservamos y protegemos para poder extraer y divulgar su información. Muy importante es ser consciente que trabajamos no para nosotros sino para vosotros, como dice nuestro lema corporativo, sic vos no vobis. No somos eruditos con manguitos y viseras, encerrados en sótanos rodeados de papeles y pergaminos. Además, nuestra labor es muy proactiva. Cada año el Archivo Histórico Nacional, por ejemplo, participa en más de una docena de exposiciones en todo el mundo, somos sede de presentación de cerca de medio centenar de libros o, incluso, hemos sido el escenario para la serie ‘La Fortuna’, dirigida por Alejandro Amenábar. Y luego está lo irracional, la parte vocacional algo que no se puede explicar con palabras pero que tiene que ver con el instinto por descubrir, saber, conocer; mi función ahora tiene un perfil más de gestión económica, financiera, de personal e institucional, pero no deja de haber en mi mesa documentos históricos. Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo sobre la historia de la educación y, por cierto, sobre la historia de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Manzanares que está en pleno proceso de restauración.

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Fachada de la institución histórica / AHN

P.- ¿Cuáles son los tipos de documentos más consultados del archivo y por qué perfil de usuarios?

R.- Esta es una muy buena pregunta, porque nos ocupa mucho conocer la demanda de nuestros fondos y el perfil de nuestros usuarios tanto presenciales en la sala del Archivo como los que acceden, que son decenas de miles de personas, a través de nuestra página web. A nuestras salas físicas o virtuales acuden desde historiadores profesionales, genealogistas profesionales o amateur, cualquier ciudadano que tiene inquietudes o incluso representantes de la propia Administración si necesitan algún antecedente. Son los perfiles principales. Los ciudadanos suelen venir o hacer consultas interesados por sus orígenes y por sus antepasados, son cuestiones consustanciales del ser humano. Los historiadores, por su parte, han pasado de estudiar los acontecimientos de la historia de manera cronológica, rígida y estructurada, a temas más relacionados con la vida cotidiana, como la sexualidad, la gastronomía, la salud pública, la beneficencia, la educación o la religiosidad. También sobre épocas concretas como la Guerra Civil y el Franquismo. Estas tendencias historiográficas y han hecho que en los últimos 20 años hayamos tenido que reordenar la forma de facilitar el acceso a los documentos. Ha sido un reto muy importante que ha puesto de manifiesto que somos permeables a esa demanda, y que tenemos capacidad para reformar y reorientar nuestros recursos a la hora de dar respuesta a las demandas sociales. La Administración muchas veces lo que nos reclama es que demostremos derechos, por ejemplo, que documentemos que el templete de San Pietro in Montorio es de España frente a las demandas del gobierno italiano.

P.- ¿Qué legajos destacaría de este océano de la memoria nacional, de qué siglo son los documentos más antiguos?

R.- El Archivo Histórico Nacional fue creado en 1866 por uno de los gobiernos de la reina Isabel II como Archivo Histórico del Reino de España, destinado a guardar los archivos de la administración. Su valor está en el conjunto, en el océano, por eso nuestra dimensión se mide en kilómetros de estantería. Pero puestos a destacar algunas piezas singulares, entre esos fondos destacan cuatro fragmentos de documentos visigodos del año 696 que son los testimonios escritos más antiguos de la historia de Europa, junto a otros merovingios conservados en Francia. Otro documento destacable por su antigüedad está relacionado con Piasca (Cantabria) por ser el original completo y auténtico más antiguo de la historia de España que es del monasterio de Sahagún y está fechado en el año 857. También conservamos uno de los beatos más singulares, el Beato de Tábara que es un códice del año 970, alguno de Rodrigo Diaz de Vivar, el Cid, dos cartas autógrafas de Colón, el archivo personal del Cardenal Cisneros, tratados como el de Utrecht, archivos personales del siglo XIX tan maravillosos como el del general Martínez Campos o de la reina Isabel y de su madre, la reina María Cristina. O ya del siglo XX documentos como la carta de dimisión del presidente Azaña, un testimonio fundamental de nuestra historia contemporánea. Pero sobre todos me gusta destacar, un documento humilde escrito en un simple papel pero que lleva la firma de Miguel de Cervantes, por el cual pide al Consejo de Castilla licencia para imprimir un libro que ha escrito sobre un hidalgo llamado don Quijote. Como se puede ver, nuestro arco cronológico empieza en el 696 y termina en la actualidad y eso es un reto que nos exige una gran preparación como profesionales de la archivística.

P.- ¿Cuáles los fondos más antiguos y transcendentes de Ciudad Real y su historia?

R.- El Archivo Histórico Nacional, que conserva buena parte de la historia de España y del mundo, también es el archivo histórico la provincia de Ciudad Real. La Mancha y, más concretamente la provincia de Ciudad Real, se organiza a partir de la conquista de Toledo a partir de sistemas de ocupación del espacio basados al patrón territorial típico de las órdenes militares, que son las encomiendas. Y los testimonios documentales de la organización social de estos territorios no se han conservado en los archivos municipales sino en los archivos de las propias órdenes que por circunstancias relacionada con la desamortización de 1835 fueron acumulados en el Archivo Histórico Nacional, que a su vez recibió los archivos del Consejo de las Ordenes Militares. Por ello, el AHN tiene el mayor acervo documental, en volumen y en calidad, de nuestra tierra, desde el siglo XII hasta la actualidad. Conservamos el archivo de la Orden de Santiago, que tuvo la sede de su encomienda en el convento del Monasterio de Uclés, el archivo de sacro convento de Calatrava y, por supuesto, los archivos del Consejo de las Órdenes Militares que gestionó nuestro territorio desde su creación, a principios del siglo XVI, hasta la extinción de su tribunal, entre 1835 y 1870. Estoy hablando de miles de pergaminos, millares de legajos y decenas de miles de expedientes. Si olvidar el archivo de la Minas de Almadén que con más de 5000 cajas y varios miles de libros es probablemente el archivo de empresa conservado más importante de Europa. Por tanto, nuestra sala está repleta de investigadores de la tierra.

P.- ¿Tienen documentación de la Orden de San Juan?

R.- Está menos representada que las otras dos, me refiero a Santiago y Calatrava, por su tamaño territorial y por el volumen de documentación, pero también se guardan testimonios de todos los caballeros, de las encomiendas y de los libros de visitas del siglo XV procedentes del sacro convento de Consuegra, donde se ubicaba la sede de esta orden militar.

P.- La Orden de Calatrava es la que mantiene memoria más activa que la de Santiago, ¿no?

R.- Ser calatravo imprime carácter, aunque en términos archivístico tengo que reconocer que los archivos de Santiago se conservaron con más mimo. Ser calatravo es ser Ciudad Real, la parte más occidental de la provincia es el Campo de Calatrava, empezando en Manzanares y terminando en los límites de la provincia con Extremadura. La de Santiago es una orden mucho más grande y poderosa que no se asocia tanto a esta provincia, aunque arrancaba desde Campo de Criptana, limitando con Alcázar de San Juan, hacia las Lagunas de Ruidera, Alhambra y el campo de Montiel, no es poca cosa tampoco.

P.- ¿Qué representación tiene en el Archivo Histórico Nacional Montiel y, por ende, la Orden de Santiago?

R.- La documentación de esta comarca también es inmensa. Se conserva toda la documentación medieval desde el siglo XII hasta el siglo XV porque mantenemos la unidad casi intacta del Archivo de Uclés ya sea con originales como en copiadores posteriores, además de la documentación del Consejo y del archivo de Pleitos conocido con Archivo Histórico de Toledo que se fusionó con el Archivo Histórico Nacional a finales del siglo XIX. Sobre este territorio además puedo mencionarle que hemos realizado varias actividades divulgativas y hemos colaborado con el equipo de arqueólogos de la Facultad de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha en la localización de fuentes documentales para informar en lo posible la excavación arqueológica de su imponente castillo de La Estrella. Incluso en su momento ayudamos a José Mota (humorista de Montiel), como a cualquier otro usuario y un gran apasionado por la historia de su pueblo, a buscar documentos sobre Montiel. Como ve los documentos sobre la provincia son innumerables y en algunos casos de un grafismo esplendido como los planos de las obras que hizo Ventura Rodríguez en el Castillo de Calatrava la Nueva, a raíz del terremoto de Lisboa de 1755, o toda la planimetría de Tomás López, el geógrafo de cabecera de Carlos III, que diseñó las planchas en bronce para hacer la cartografía del territorio de Calatrava y Santiago en el siglo XVIII.

P.- Dentro de esta actividad divulgativa, está prevista la exhibición en Almagro del documento fundacional de la Orden de Calatrava, ¿cómo está este proyecto?

R.- Esta es una iniciativa que surgió en 2016 con motivo de 150 Aniversario del Archivo Histórico Nacional pilotada desde los Archivos Estatales y por tanto desde la Dirección General de Patrimonio y Bellas Artes, es decir desde el propio Ministerio de Cultura. Se trata de hacer llegar a la sociedad los documentos originales que forman parte de su memoria e identidad trasladándolos físicamente al lugar donde se crearon. Generalmente son estancias cortas (normalmente de 24 horas y vinculado a actividades culturales en la ciudad de destino) pero experiencia es realmente extraordinaria, tanto para nosotros que tenemos la oportunidad de demostrar nuestra función como para las gentes que habitan esos territorios que pueden visualizar su testimonio de pasado histórico. Hemos tenido varias experiencias como la del traslado del manuscrito del Beato de Tábara a Tábara (Zamora), o la de uno de los tratados de Tordesillas a Tordesillas (Valladolid). Y justo antes de la pandemia, iniciamos el proyecto para llevar el documento fundacional de la Orden de Calatrava a Almagro y exponerlo al tiempo que con la Facultad de Historia de Ciudad Real se hacía un ciclo de conferencias. Estaba todo organizado, pero llegó la crisis sanitaria y se suspendió. Espero que se retome más pronto que tarde, por mi parte ya lo hemos programado para el año 2023 para lo que volveremos a contactar con el presidente de la Diputación, Jose Manuel Caballero y el alcalde de Almagro, Daniel Reina, como hicimos en 2020 y que acogieron la iniciativa con júbilo, como no podía ser de otra forma.

P.- Usted se considera calatravo por los cuatro costados y en el discurso de ingreso en el Instituto de Estudios Manchegos (IEM) disertó los episodios de vida cotidiana en el Campo de Calatrava. Cuéntenos cómo eran nuestros antepasados

R.- Cuando el presidente del IEM Alfonso Caballero Klink me propuso para ingresar en el Instituto de Estudios Manchegos (IEM) fue un momento muy emotivo porque significaba que contaban conmigo para participar en la función de divulgación y transmisión de conocimiento y de las tradiciones que realiza la entidad. En el discurso de investidura recurrí al repositorio del archivo histórico de la Orden de Calatrava y en menor medida al archivo de la Inquisición y expliqué que la historia también es la de los nombres no reconocibles, la del conjunto social y de la vida cotidiana. Resulta que tenemos un fondo documental mal llamado Archivo Histórico del Toledo porque se debería llamar Archivo de Pleitos de las Órdenes Militares, que contiene la friolera de 90.000 asuntos judiciales dilucidados entre principios de siglo XVI y última parte del siglo XIX. De ellos, hay una cantidad inmensa sobre el Campo de Calatrava, que definen detalles de cómo vivía la gente, en base a la información sobre crímenes, asesinatos, pendencias, divorcios, incumplimientos de palabra de matrimonio, acusaciones de hechicería o brujería, cuestiones de límites, de dehesas, o composición de la geografía del territorio, y mil asuntos mas…. Son datos que permiten reconstruir muchísimas facetas de la vida cotidiana de nuestros antepasados, y conocer cómo vivían los abuelos de nuestros abuelos. Por eso, quise dar a conocer ese fondo, que ahora se está consultando masivamente y afortunadamente, por la historiografía ciudarrealeña que aportará un mejor conocimiento de nuestro pasado, de nuestro entorno y del territorio.

P.- ¿Cómo se puede consultar la base de datos para conocer nuestros ancestros?

R.- Por internet, hay una plataforma que se llama pares.es, donde están vinculados los ocho grandes archivos estatales, y a través de sus formularios se pueden buscar nombres o lugares, o temas incluso. Por ejemplo, hay un plano de las dehesas de Agudo de finales del siglo XVI, que es casi es una obra de arte, un Picasso me atrevería a decir de hace cinco siglos. Tiene más de un metro cuadrado de superficie, está entelado, y refleja cómo era la vegetación de nuestro territorio en esa época, lleno de encinas, charcas y dehesas. Esta orografía explica la importancia que tuvo esta tierra en los siglos XVI, XVII y XVIII como destino de La Mesta y como zona de paso del ganado (por cierto, también tenemos en el AHN el archivo del Honrado Concejo de la Mesta y de la Sociedad General de Ganaderos del Reino).

P.- También recibió recientemente el Premio Sembrador del año 2022, otorgado por la revista ‘Siembra’, como persona relevante del mundo de la cultura, ¿cómo fue?

R.- Estoy muy agradecido a la revista por acordarse de mí, y fue muy emotivo sobre todo porque la mención se me concedió poco antes de la pandemia. La verdad es que mis paisanos siempre han tenido detalles conmigo tanto de asociaciones vecinales como el Zaque como desde las distintas corporaciones municipales de Manzanares. Ya cuando dirigía la alcaldía Miguel Ángel Pozas pusieron la confianza en mí para que escribiera un libro de divulgación sobre Manzanares 800 años de historia, o después me han encargado pregonar las fiestas medievales o me han reconocido como manzanareño del año 2012, creo recordar. Siempre que mi pueblo me llama, como decía Sancho, vuelvo a mi patria, y siempre cuando me llamen, allí estaré.

Documento de constitucion de la Orden de Calatrava
Documento de constitución de la Orden de Calatrava / AHN

La huella de los calatravos

Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco tiene un currículum apabullante, lleno de erudición y reconocimientos científicos que evidencian sus novedosas y enriquecedoras aportaciones a la historia de España. Es autor de gran número de publicaciones, artículos y monografías, ha formado parte de destacados comités científicos y ha encabezado distintos proyectos de colaboración nacionales e internacionales.

Pero de su discurso trasciende la importancia que da a la huella calatrava y a sus ilustres representantes en el mundo de la cultura. Subraya, como si tratara de cerrar un círculo espiritual, la presencia de la mano calatrava en el ser y estar del recinto donde se asienta el Archivo Histórico Nacional, en el complejo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Este espacio fue diseñado por el arquitecto daimieleño Miguel Fisac, también autor de la cercana parroquia de Santa María Magdalena.

Y de más a más, dentro del propio Archivo Histórico Nacional tienen presencia protagónica otros dos importantes nombres calatravos. El del propio Romero y, anteriormente, el de José Antonio García-Noblejas, quien fuera director general de Bellas Artes y de Archivos. “Fue quien trasladó los fondos del AHN a la actual sede”, celebra el director de la institución dependiente del Ministerio de Cultura. García-Noblejas “fue un agente muy importante en la construcción del edificio y en su contenido”, hasta el punto de que el primer microfilm del archivo de principios de los años 50 versa sobre las obras del castillo de la encomienda de Manzanares.

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