Viajaba con baúles repletos de libros, compartía tertulias con intelectuales y convirtió la finca Pino Montano en un lugar de encuentro para toreros, escritores, miembros de la realeza y hasta locos del manicomio de Miraflores. El Archivo-Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares ha sabido ensalzar la figura más cultural y contemporánea del torero sevillano.
El alcalde de Manzanares, Julián Nieva, hace referencia a su relación con Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego o Jorge Guillén. La concejala Beatriz Labián señala que la leyenda dice que “Ignacio Sánchez Mejías obligó a Rafael Alberti a dedicar un poema a ‘Joselito en su gloria’, y que, pese a que no tenía un especial interés, al final le dedicó unos versos en mayo 1927. “¡Dile adiós torero mío, dile adiós a mis veleros, y di adiós a mis marineros, que no quiero ser río!”, se puede leer en el manuscrito.
La trascendencia del “príncipe del toreo moderno” para el mundo de las letras en los años 20 fue mucho más allá, pues convirtió el homenaje a Luis de Góngora por el trescientos aniversario de su muerte que acogió el Ateneo de Sevilla entre el 16 y el 18 de diciembre de 1927 en un manifiesto público en defensa de los ideales estéticos de la Generación del 27.
Sevilla fue el “refugio” del escritor
Sevilla y su finca siempre fue su “refugio”, donde crecieron sus hijos con Lola Gómez Ortega, y sus sobrinos. “Sus jardines y salones eran un espacio fundamental en la vida social sevillana”, indica uno de los paneles de la muestra, al lado de varias cajas de toques vintage llenas de recuerdos, donde una pluma aparece al lado de una factura sobre el viaje en tren de los siete literarios de vanguardia que escribieron los inicios de la Generación del 27, una máquina de escribir, cronologías o incluso un aeroplano en miniatura que recuerda a la figura de Sánchez Mejías como piloto.
Ignacio Sánchez Mejías quería ser “comerciante”, “agricultor”, “ganadero”, sobre todo torero, “pero no pasar desapercibido”. El diestro alternaba faenas y dramaturgia, como demuestra el libreto de ‘Sinrazón’, con conferencias en las que proclamaba “el arte de la tauromaquia”, en Nueva York o en un almuerzo en Madrid con Gregorio Marañón y Ortega y Gasset.
También se aventuró con la ficción, ‘La amargura del triunfo’, una novela taurina en la que introdujo detalles de su vida y que salió a la luz por primera vez en 2009 tras los trabajos realizados en la exposición de Sevilla. Ahora, Manzanares guarda el último capítulo, ‘El viaje de México’, mecanografiado, y varios manuscritos en pluma.