Los concursos culturales han invadido la televisión dispuestos a atender las expectativas de fanáticos de las curiosidades, la televisión y el Trivial. Gloria Camacho y Montserrat Cano, dos de las Extremis de ‘Boom’, forman parte de esa cantera de concursantes que desde que descubrieron ‘Saber y ganar’ entre bastidores han llenado las mañanas y las tardes de muchos hogares agarrados al mando de la televisión.
El conocimiento que adquirieron durante 116 programas en el concurso dirigido por Juanra Bonet para Antena 3 no podía quedar en el olvido en cualquier rincón de un armario lleno de apuntes y a eso responde la ‘Guía del concursante extremo’, un libro para los “futuros concursantes”. Antes de presentar la obra en la biblioteca Lope de Vega de Manzanares, ambas tuvieron un encuentro con Lanza y la Voz de Tomelloso.
Los concursos de televisión son como una “fiesta”. El concursante es el centro del programa, sobre el que todo el equipo audiovisual se vuelca, desde las maquilladoras hasta las cámaras. Pero no todo es salir a ganar y lleva un gran proceso de aprendizaje. Las cuatro Extremis, Gloria Camacho, Montserrat Cano, Cristina Morales y Amparo Bermejo, las únicas que salieron de ‘Boom’ sin perder ni una ronda, abordan en su libro desde fórmulas para pasar un casting a consejos de vestuario.
Las Extremis todavía existen
Ya no están en la televisión, pero las Extremis, el grupo que salió de cuatro “magníficas” de ‘Saber y ganar’, todavía existe, y el libro es una muestra. Ambas destacan que el grupo será para “siempre” y que Extremis es ya como su apellido, y si no que se lo digan a las decenas de personas que todavía hoy las paran por la calle. De hecho, destacan la “generosidad” del público, incluso cuando el concursante pierde.
Resulta curioso que al presentarse a Boom propusieron que si ganaban crearían una editorial para mujeres viajeras y, aunque tuvieron que abandonar el concurso por motivos de trabajo y no consiguieron el bote -sí unos jugosos 630.000 euros-, han conseguido superar la distancia para crear este libro. Las nuevas tecnologías han permitido el intercambio de partes entre Montserrat Cano (La Gomera), Cristina Morales (Vitoria), Amparo Bermejo (Valencia) y Gloria Camacho (Madrid).
El paso previo al concurso
El antes del concurso empieza en casa, en el sofá. “Cuando viendo la televisión te dices: ¡Oye, parece que contesto muchas preguntas y sé lo mismo que esos!”, explica Gloria Camacho. Su compañera admite que es importante que el concursante sepa de cultura general, pero advierte que “tampoco hay que pensar que somos personas especialmente cultas o preparadas”.
Una vez superado el casting, la principal recomendación es que los concursantes “disfruten de verdad”, que eviten ponerse nerviosos y que estén concentrados. “Por ejemplo, puedes pensar que no te está viendo nadie y que no estás jugando por dinero; hay que minimizar las presiones que uno pueda tener a la hora de enfrentarse a las cámaras o al público cuando lo hay”, explica la manzanareña.
Además, Montserrat Cano añade que “hay que recordar que es un juego” y que “tu valía profesional o tu valía personal no tienen nada que ver con el concurso o con lo que se ve en él”. La partida puede salir mal, pero la vida no es un concurso. De hecho, Cano destaca que el libro transmite que cualquiera puede ir, porque “todo el mundo que tiene cierta curiosidad sabe cosas”. Hay que desterrar la falta de atrevimiento y la idea de que los conocimientos que tiene cada persona no son suficientes.
“La cultura es una cosa y saber responder curiosidades es otra”
La ‘Guía del concursante extremo’ incluye “mucha información recopilada” a partir de su participación en ‘Boom’, los miles de apuntes elaborados durante seis meses de concurso, en casa, en el tren a Barcelona y por las noches.
Quizás lo que más llama la atención son sus consejos sobre el tipo de preguntas que aparecen en los concursos. Montserrat Cano destaca que “hay que distinguir entre la cultura y un concurso cultural de televisión”, porque “la cultura es una cosa y saber responder curiosidades es otra”.
Con perspectiva, lo que más recuerdan son los disparates, “los filósofos griegos de las narices” que siempre se la jugaban y Leonardo Da Vinci, uno de los personajes que estaban en su “lista negra”. También aluden a los “errores garrafales que tuvieron”: Montserrat Cano vive medio año en Lisboa y no supo responder el color de los tranvías. También hablan de los aciertos y de la felicidad al responder preguntas curiosas que habían buscado antes, como la relacionada con las siluetas del logo de la NBA.
La vida frenética del concursante
La diversión está garantizada, pero además para Cano lo mejor de los concursos es “conocer a gente parecida a ti” y que “rentabilizas tus conocimientos sobre cultura general”. Camacho también hace referencia al regalo que supone conocer a gente “con las mismas inquietudes, aficiones y gustos que tú”. Lo peor pueden ser los nervios y el cansancio. “Compaginar el concurso con el trabajo fue agotador”, señala la manzanareña.
El domingo por la tarde cruzaban la Península en dirección a Barcelona, se encontraban el hotel y ponían en común los temas. El lunes a las ocho había que estar en el plato: maquillaje, peluquería y a grabar. Dos programas por la mañana y, tras una pausa corta para comer, otros dos programas por la tarde. Tras más de doce horas de grabación, vuelta al hotel y al día siguiente lo mismo. El miércoles de madrugada, vuelta a Madrid y de la estación del AVE a trabajar. Ese era el periplo que tenían que hacer. La familia era un aliado para poder con todo.
Abiertas a futuros concursos
Adictas a los concursos, no descartan volver a la tele. Monserrat Cano afirma que le gustaría que volviese el formato de ‘Doble o nada’, aunque nunca iría a ‘Pasapalabra’ porque es un concurso muy rápido. A Camacho la hubiese gustado participar en ‘Atrapa un millón’, pero no superó el casting. Ahora está dispuesta a descubrir nuevos concursos.
De momento están de suerte porque en la actualidad los concursos culturales proliferan y las Extremis lo valoran de forma muy positiva. Prefieren que las audiencias los demanden antes que otro tipo de programación, porque, a pesar de que reconocen que “no es alta cultura”, sí sientan las bases “para que la gente sea curiosa”.