Cuatro siglos de historia, de vida contemplativa, cantos a la Virgen y sermones a Dios, de clases de lengua para los alumnos de las clases más humildes, de jornadas de lavandería entre sábanas de hoteles y de elaboración de dulces tradicionales. Inaugurado en 1592, a las siete de la mañana, tras una procesión solemne con cruces y pendones de las cofradías y veinticinco frailes de Nuestro Padre San Francisco y Nuestra Señora del Carmen, el convento de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas de Manzanares cerrará el próximo sábado 17 de junio por la falta de vocaciones.
El movimiento ciudadano vivido en los últimos dos meses por la continuidad de las monjas de clausura, que ha moteado las fachadas de esta población manchega de lazos azules y que ha recogido más de 8.000 firmas, no ha sido suficiente frente a la evidencia. El agnosticismo cada vez más dominante en la sociedad española conlleva la despoblación de los espacios de culto y en Manzanares solo queda la despedida: este domingo a las seis de la tarde en una eucaristía que espera llenar la pequeña capilla de la calle Doctor Fleming.
Personajes de renombre como Sor Patrocinio pasaron por el convento
Localizado en el casco histórico en la Plaza de Alfonso XIII, el manzanareño Jerónimo Lozano García-Pozuelo cuenta en una de sus investigaciones que fueron dos hermanas y dos primas, Francisca y Magdalena de Quesada y Naranjo, María Naranjo y María López de Quesada, las que adquirieron el 28 de junio de 1590 la villa para edificar el convento y la iglesia. La petición fue a parar a la Provincia Religiosa de Cartagena, que dio licencia para erigir el Monasterio de las Monjas Franciscanas y que envió a tres religiosas profesas para que comenzaran la obra en estas tierras controladas por la Orden de Calatrava, con Diego Fernández de Córdoba como comendador.
A partir de entonces, el convento de clausura llegó a convertirse en el centro de culto que ha llegado hasta la actualidad y un enclave para figuras eclesiásticas de renombre como Sor Patrocinio. Los altibajos y tiempos de penurias no escasearon y sólo hay que echar la vista a las desamortizaciones del siglo XIX y a la refundación protagonizada por la conocida como la Monja de las Llagas. Así pues, el edificio que llegó a ocupar toda una manzana redujo sus metros cuadrados para garantizar su perpetuidad y hasta sobrevivió a las confrontaciones bélicas, no sin rehabilitaciones como la de la iglesia actual, que es posterior a la Guerra Civil.
Escuela, lavandero y horno
La historia reciente del convento de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas pasa por la “escuela de pobres”, que permaneció abierta, aunque con grandes interrupciones, entre 1774 y 1958. Sor Beatriz, la última monja que murió en el monasterio, fue maestra en el colegio, donde cada niña pagaba diez céntimos al mes por el agua que bebía. Vivir solo de donativos era muy difícil, por lo que el convento también tuvo en las últimas décadas un lavadero y por allí pasaron las sábanas del hotel El Cruce, la equipación de los deportistas de Manzanares y la ropa de trabajo de la planta de baterías Tudor, además de más de un edredón de los vecinos del barrio.
El horno empezó a funcionar hace un par de años, con pastas y mantecados, aparte de la venta de pañuelos bordados para la primera comunión que es una tradición de tiempo atrás. Inés, que es sobrina de Sor Asunción, la penúltima madre superiora del convento, explica que el lema de las monjas de clausura es “ora y trabaja”, y así ha sido.