Representantes de la Corporación, hermandades y devotos en general han abarrotado este domingo a las seis de la tarde la iglesia del convento de las Concepcionistas Descalzas. La despedida del pueblo de Manzanares ha trascendido las puertas de este edificio con más de cuatro siglos de historia y más de cien personas han seguido la misa oficiada por seis sacerdotes desde la Plaza de Alfonso XIII.
Mercedes, Inés y Mari Ángela, las tres religiosas de clausura que marcharán el próximo fin de semana de Manzanares, han acaparado las miradas en la iglesia, donde han ocupado asientos preferentes junto a otras ocho compañeras de la orden. La eucaristía ha sido una oportunidad para estar cerca de las religiosas, que normalmente ocupan un espacio lateral al altar separado por un enrejado, y también para abrazarlas.
Falta de vocaciones
La falta de vocaciones está detrás del cierre del convento, después de 426 años de historia. Las mismas religiosas han explicado que su marcha al monasterio de la calle Blasco de Garay en Madrid, comunidad con la que han tenido una relación cercana, ha sido la única salida.
En mayo de 1996, estas tres mujeres, de origen indio y que hoy rondan los cuarenta años, llegaron a Manzanares para dar solución a la falta de vocaciones en el monasterio, donde ya sólo quedaban cuatro monjas. Ahora resulta paradójico que, después de cuatro años solas tras la muerte de las más veteranas, tengan que abandonar su casa por la misma razón.
La presidenta de la congregación, María Torres, ha confesado que el proceso ha sido “doloroso”, pero la única vía para mantener “las condiciones idóneas para la vida contemplativa” de estas monjas. La orden contempla comunidades religiosas de ocho personas, por lo que sin la entrada de nuevas no ha habido solución posible.
Con pañuelos en la mano y ojos vidriosos, el momento más emotivo ha sido cuando las monjas se han referido al pueblo de Manzanares, que las ha obsequiado con sucesivos aplausos. Las monjas han expresado su agradecimiento a los manzanareños por su “generosidad” y “amor incondicional”, y también al Ayuntamiento y al alcalde, Julián Nieva, por “mantener en pie el monasterio”.
Un día “triste” para Manzanares
Acompañado de gran parte de la Corporación, Julián Nieva ha aprovechado para reiterar que este domingo era un “día triste”, porque existía un “sentimiento mayoritario de los manzanareños” a que las monjas continuaran en la ciudad.
Tras mantener conversaciones a diferentes niveles para asegurar la continuidad, Julián Nieva ha expresado que hay que asumir la decisión, desde el “cariño” y el “afecto” que tiene el pueblo a las monjas, y ha reconocido que el Equipo de Gobierno está preocupado por el futuro del edificio histórico, aunque abordará el tema “cuando corresponda”.
Asimismo, un sacerdote franciscano ha dirigido la eucaristía, ante la imposibilidad del obispo de la Diócesis de Ciudad Real, Gerardo Melgar, y tras la reciente muerte del vicario de vida consagrada, Miguel Ángel Angora, que vivió muy de cerca los problemas que atravesaba el convento de Manzanares.
Así pues, el sacerdote ha aprovechado para destacar “la fidelidad escondida” de las religiosas de clausura, “sostenedoras de los miembros de la Iglesia”, y una presencia “oculta, pero viva”. Al final de la misa, que ha durado una hora y media, los vecinos han acudido en masa a decir adiós a las monjas.