Universal, atemporal y emocionante, el legado de Federico García Lorca siempre será un estímulo para la relectura e interpretación por parte de los creadores más osados. La compañía de teatro Tribueñe, bajo la dirección de Irina Kouberskaya, trajo una nueva versión de ‘Bodas de sangre’ al Gran Teatro en el marco del 45 Festival Internacional de Teatro Contemporáneo Lazarillo de Manzanares.
En medio de la oscuridad, varias siluetas trasladan un féretro. La música es profunda, terrible, tanto como la escena. Así empezó ‘Bodas de sangre’ este sábado por la noche ante un auditorio de más de 200 personas. En esta sociedad que niega la fugacidad de la vida, Tribueñe recreó la tragedia lorquiana con una puesta en escena muy visual y simbólica, azotada por la muerte, desde el principio hasta el fin.
El simbolismo de Lorca
Gritos desgarradores y vestimentas en negro y rojo en el preludio de un casamiento destinado al fracaso. Los diálogos de los personajes en prosa se sucedieron con los versos del poeta de la Generación del 27 a lo largo de más de dos horas de función, con el corazón en un puño ante tanta tragedia familiar, desamor y soledad.
La obra recrea todo el lenguaje simbólico y mitológico de Lorca. Bajo un paraguas de universalidad, Tribueñe reproduce el paisaje andaluz y convierte la cotidianidad en tragedia. Elementos como el cuchillo, la luna y la corona de azahar marcan el paso de la función, que suena a copla y a tonadilla.
Un regalo para los actores
Sin duda, la obra basada en el texto de 1931 es un regalo para los actores, para María Luisa García Budí, en el papel de madre, Matilde Juárez como novia, y David García como Leonardo. También para Miguel Pérez-Muñoz, José Luis Sanz, Chelo Vivares, Virginia Hernández, María Barrionuevo, Candela Pérez e Inma Barrionuevo.
Además, el montaje es un regalo para los oídos, pues el espacio sonoro compuesto por Miguel Pérez-Muñoz, Jesús Ortiz e Irina Kouberskaya, de marcado toque andaluz, es fantástico. Lo visual, lo musical y las imponentes interpretaciones conjugan un montaje que demuestra que el mundo de Federico García Lorca sigue vivo.