Plaza de toros de Manzanares. Novillada sin picadores del certamen Promesas de nuestra tierra. Un tercio de entrada.
Se lidiaron seis erales de Conde de Mayalde. De juego desigual, primando la dificultad y la falta de clase. Mejores cuarto y tercero.
José Ponce: ovación con saludos con aviso y dos orejas.
Carlos de María: oreja y oreja con aviso.
Adrián Reinosa: dos orejas con aviso y oreja con aviso.
Cuadrillas: Jorge Fuentes saludó tras parear al tercero. Marco Galán destacó en la brega al cuarto. Luis Carlos Castellanos resultó cogido al banderillear al sexto, siendo conducido a la enfermería, donde se le observó una contusión torácica, un esquince en su tobillo izquierdo al igual que un traumatismo en la rodilla izquierda, pendiente de estudio radiológico en el hospital de Manzanares.
El siempre interesante certamen Promesas de nuestra tierra tenía -y tiene- en su edición 2020 dos atractivos fundamentales -aunque no únicos- como son la participación de dos novilleros ciudarrealeños: José Ponce, de Puertollano, y Adrián Reinosa, de Ruidera. Y hoy llegaba su turno, en la novillada de Manzanares, con novillos de Conde de Mayalde que tuvieron muchas teclas que tocar; es decir, presentó dificultades, no insalvables, pero sí que demandaban de un oficio que, por otra parte y en buena lógica, los novilleros no han podido adquirir todavía.
El primero rodó por la arena repetidas veces, despertando la protesta de los tendidos aunque sin ser devuelto. José Ponce, sobrio y estoico, se puso por los dos pitones, si bien evidenció un mejor manejo de las telas con la mano derecha, con la planta erguida y componiendo algún buen embroque. No obstante la faena resultó muy tropezada, sin llegar a tomar verdadero vuelo.
El cuarto embistió mucho y, por momentos, bien. Otros lo hizo de manera rebrincada. El de Puertollano dejó chispazos de auténtica categoría -juzguen por las fotografías- aunque de nuevo, y como no puede ser de otro modo en novilleros que apenas se ponen delante siquiera de becerras, el trasteo no resultó compacto. Eso sí, recetó una buena estocada entera que, junto a lo realizado con capote y muleta, le valió el doble trofeo.
Carlos de María se enfrentó al segundo, reparado de la vista, que arrollaba por momentos y que tuvo embestidas a veces descompuestas y otras -por el pitón derecho- más rítmicas. Banderilleó y pegó muchos pases en una faena periférica que tuvo más ruido que nueces, rematada de dos estocadas enteras bajas. El balance resultante fue una muy generosa oreja. Al quinto lo recibió a porta gayola, pero el de Mayalde se rajó descaradamente en el último tercio y, de nuevo, la cantidad prevaleció sobre la calidad, matando de entera caída. Todo ello no fue impedimento para acabar paseando un trofeo.
En el tercero Adrián Reinosa formó un alboroto con el capote por verónicas, todas arrebatadas aunque no todas de igual acople con la embestida del novillo toledano. De hecho el arrebato fue una constante en su labor, queriendo hacer las cosas bien, dando el pecho y consiguiendo algún pasaje limpio y compuesto. Sin embargo ese arrebato estuvo acompañado de una tensión que a veces condicionó su ejecutoria. Con el público a favor de obra se le otorgaron dos orejas.
El de Ruidera no pudo redondear triunfo en el sexto, que volteó de manera muy fea al banderillero Luis Carlos Castellanos, y también al propio novillero, en una faena de compás muy abierto en la que faltó acople y armonía, a pesar de la oreja concedida.