María Ángeles Vázquez de Agredos Aguirre, premiada recientemente por la Policía Nacional por su larga trayectoria profesional y su colaboración con las fuerzas de seguridad, no tiene pinta de detective. Con esos apellidos da el perfil de jueza o poseedora de algún rimbombante título nobiliario, sin embargo es la detective más veterana de Ciudad Real y Castilla-La Mancha, y con su licencia 402 de las primeras personas acreditadas para trabajar como detective privado de España.
“Cuando me saqué el título en 1986 me dieron la licencia 402 y vamos por 5.000 en toda España, salen unas doscientas al año. Fui de las primeras personas que estudiaron criminología para ser detective”, cuenta.
Discreción y profesionalidad, las mejores cualidades
La profesión más literaria y cinematográfica tiene poco que ver con esa imagen del detective varón, con lupa, gabardina, en permanente conflicto con la policía o rozando la ilegalidad. “Los detectives privados somos profesionales que nos dedicamos a hacer una investigación para defender los derechos de las personas que se sienten vulneradas”, corta. Es más, nada de hacerse notar -Vázquez es reacia a que la fotografíen de frente incluso en los reconocimientos públicos-, es contraproducente, “las mejores cualidades de un detective son la discreción y la profesionalidad”, dice, y eso no cuadra con las fotos.
Reconoce que su trabajo pese a ser pasto de celuloide sigue siendo muy desconocido para quien no lo necesita. “Tu te vas a un bufete de abogados, una empresa, un juzgado, o a la policía y conocen nuestra labor», afirma.
Los cuernos están desfasados
Para el resto de la ciudadanía cuando se habla de detective casi de inmediato viene a la cabeza el concepto cuernos, infidelidad, algo que según Vázquez de Agredos ha pasado de moda, “los cuernos antes, cuando empecé, eran lo más, eso ha ido cambiando. Ahora las separaciones se llevan de otra manera y que una persona te engañe no sirve para nada en un juzgado. De los asuntos relacionados con la pareja investigamos sobre las pensiones compensatorias, cuando alguien alega que no tiene recursos, la ocupación de la vivienda conyugal por otra señora o señor y la pareja no tiene dinero para pagarse un alquiler o custodia de menores”.
A los detectives privados los contratan particulares pero sobre todo empresas por cuestiones de fraude, desde el señor que no va a trabajar porque alega que tiene lumbago y se va al campo o hacer una obra en su casa o de vacaciones”, “el abanico de nuestros servicios es amplio”.
La competencia desleal también propicia muchas investigaciones y los conflictos económicos, “a veces investigamos a personas que tienen deudas y la empresa quiere saber cómo recuperar el dinero; el trabajo para compañías aseguradoras es habitual, hay mucho fraude que al final tiene que acabar en la policía”. Con las fuerzas de seguridad también ha colaborado en muchas ocasiones, “pero precisamente esos trabajos no se ensalzan, son privados”.
Iba para policía pero no dio la talla
La detective nunca pensó que la investigación privada sería su profesión. En los años ochenta, cuando terminó la Selectividad, quería ser policía, pero no dio la talla por un centímetro y no pudo hacerse Policía Local como quería, “me presenté a las pruebas, las pasé, pero las médicas y lo de la estatura se hacía al final, y resultó que medía 1,64 cm”.
Su segunda opción fue estudiar criminología “una carrera que se estudia en el Instituto Universitario de Criminología, en la Facultad de Derecho, aunque mucha gente lo ignora”. Entonces bastaba con tres años de estudios de criminología, “cuando luego lo hicieron mi hijo y mi sobrina se necesitaba ser diplomado en otra carrera para acceder a detective”.
La carrera de detective es un campo profesional que combina las áreas de la criminología y las ciencias de la seguridad. “Una persona que decida convertirse en un especialista, debe completar una serie de pasos determinados y cumplir diferentes responsabilidades”.