El desconfinamiento se ha convertido en un fenómeno un tanto paradójico para la sociedad. Durante los casi dos meses que pasamos encerrados en nuestros domicilios por el estado de alarma ante la pandemia del COVID-19 uno de nuestros máximos deseos era poder salir a la calle y volver a hacer “vida normal”. Sin embargo, con la llegada del desconfinamiento y con la vuelta, en parte, de la “normalidad”, muchos son los que sienten miedo al volver a la cotidianidad.
“Fue bastante duro el tema de salir a la calle por primera vez después de tanto tiempo confinado. La sensación, realmente, era muy extraña. Al no saber cuándo te puedes infectar hay mucha incertidumbre en ese aspecto. Pero, poco a poco, con el desarrollo y el avance de las fases se va cogiendo algo más de confianza y, al final, te vas adaptando a esta nueva realidad”, explica a Lanza Jesús, de 30 años y técnico de recursos humanos.
Como Jesús, gran parte de la población piensa que “es complicado” volver a ponerse en marcha después de haber pasado tanto tiempo encerrado en casa. Muchos psicólogos hablan de ese fenómeno que empieza a sonarnos a todos y que denominan ‘síndrome de la cabaña’. O lo que es lo mismo, una variante de la agorafobia, que se manifiesta como miedo a los espacios abiertos, a relacionarse con otras personas de fuera de nuestro domicilio, a usar medios de transporte públicos o temor a realizar actividades que antes formaban parte de nuestro día a día.
La realidad nos ha transformado por obligación y han aparecido en nosotros nuevos sentimientos. El más recurrente, el miedo. El temor al contagio, a la incertidumbre, a los cambios radicales, hacen que a la población le cueste salir, a lo que se suma la “costumbre” tras haber pasado casi tres meses encerrados.
Luis Mariano Carmona, educador social y psicólogo en el Ayuntamiento de Ciudad Real y coordinador de la línea de atención psicológica que puso en marcha el Consistorio capitalino ante la pandemia del COVID-19, y Francisco Javier Soria, psicólogo clínico y colaborador de Lanza, coinciden en que el miedo es el sentimiento paralizador de las personas.
“El miedo nos sirve para protegernos y actuar con cautela, pero también es un sentimiento paralizador. Un exceso de miedo nos paraliza a la hora de tomar decisiones o realizar actividades que antes considerábamos normales”, explica Carmona. Algo parecido comenta Soria: “Tendemos a un fenómeno de polarización a la hora de reiniciar nuestra actividad normal. El miedo ya no es tal miedo para algunos, mientras que para otros es la excusa perfecta, entre comillas, para experimentar fenómenos de paralización”.
Ambos también coinciden en que las diferentes fases de la desescalada están sirviendo, además de para contener los contagios y la expansión del virus, para no exponer a la población a un cambio social brusco como el que sí se tuvo en el momento que se decretó el estado de alarma. “El miedo se está perdiendo, pero hay un grupo poblacional que lo ha acrecentado hacia cotas muy altas. Hay más trastornos obsesivos-compulsivos, problemas de orden fóbico y por supuesto, miedos al contagio”, asegura Soria.
Tanto Carmona, que coordina el teléfono de atención psicológica del Ayuntamiento de Ciudad Real, como Soria, que pasa consulta psicológica en Ciudad Real, añaden que “la falta de información sobre el virus” genera mucha inseguridad, incertidumbre y desesperación a los portadores del miedo. Según Soria, el fenómeno de la desinformación puede hacer que “te limite y sujete en casa” o, por el contrario, “negar la realidad y salir al exterior de manera temeraria”.
Tardaremos una buena temporada en retomar nuestros hábitos
Ante la pregunta de si retomaremos nuestros hábitos previos a la pandemia, ambos expertos de la psicología responden afirmativamente. El problema será el tiempo que nos llevará recuperarlos. Carmona destaca que “hasta que no encuentren una vacuna o un tratamiento será difícil recuperar nuestros hábitos”. No obstante, cree, o más bien desea, que la pandemia “nos sirva para cambiar”. “Hay elementos como la familia o la amistad que estaban un poco abandonados en nuestra sociedad. El confinamiento ha permitido que echemos de menos a la familia y a los amigos e igual podría servir para recuperar estos viejos valores que cada vez se estaban dando menos en las sociedades actuales”, considera.
Por su parte, Soria también se muestra optimista. “La distancia social nos está haciendo daño, pero tenemos que tener paciencia y buscar vías de comunicación y respeto entre nosotros”, al tiempo que añade que “la realidad social tal y cómo la conocíamos no va a ser igual, seamos conscientes de ello, pero debemos ser positivos y mirar un poco al futuro con optimismo”.
Positividad y optimismo para plantar cara al ‘miedo’ causado por el desconfinamiento
En cuanto a las claves para afrontar el desconfinamiento, Soria las tiene bastante claras: “Pensar por ti mismo para los demás, contribuyendo con nuestro pequeño esfuerzo en sacar adelante nuestros negocios, nuestro trabajo, nuestra vida en general y eliminar esos ingredientes tan negativos que no aportan nada a nadie”.
Algo similar añade Carmona: “El miedo no va solo. Va en paralelo con otro tipo de emociones y sentimientos, como la esperanza y la ilusión. La alegría, el entusiasmo y la positividad nos puede ayudar a vencer ese miedo paralizador, sin llegar a perderlo del todo, porque en su justa medida, el miedo es bueno y equilibra”.