Decía Manu Leguineche, un periodista de raza, que no hay que ir a las fuentes del Orinoco para contar una gran historia. Con esa frase en la cabeza llegué a Puertollano dispuesta a informar sobre el día a día de esta pequeña ciudad manchega. Di el salto desde Madrid, donde tuve la fortuna de trabajar con un grande del periodismo, Antonio Herrero en “El primero de la Mañana” de Antena 3 de radio. Después de un par de años en La Tribuna, con otro periodista de raza, Manuel López Camarena, al que tanto cariño tengo, comencé una larga aventura periodística en el diario Lanza.
No hay mejor escuela para aprender periodismo que un diario de provincias, donde cuentas desde un pleno municipal a una manifestación, desde un suceso a un acto cultural, hablas de proyectos sociales, de folklore, de urbanismo, de petróleo, de bolillos, haces fotos y quizá hasta deportes. Auténticos todoterreno donde se cumple a tope la máxima “periodista: aprendiz de todo, maestro de nada”.
Durante once años me asomé a la ventana de la actualidad desde este periódico para contar las noticias de Puertollano, para narrar las aventuras y desventuras de la gente normal, los sucesos que elevan lo ordinario a extraordinario, las cosas cotidianas de este pueblo grande famoso por su agua agria. Para mí es un orgullo ser una pequeña parte de la gran historia de este diario y estoy muy agradecida porque Laura, mi “jefa” y amiga, haya pensado en mí para participar en este especial del 75 aniversario.
Gracias a mi trabajo en Lanza comprobé que es cierto que puedes encontrar una buena historia en cualquier sitio, que un periodista tiene un papel esencial para denunciar y dar voz a las reivindicaciones de una sociedad y, ahora que muchos opinan que las redes sociales han difuminado los límites de esta profesión, reivindico más que nunca la importancia de la formación de los periodistas, del compromiso con la verdad, el rigor y la ética.
Contrastar la información era una máxima en la redacción de Lanza en la que aprendí muchísimo con grandes periodistas, como José Antonio Casado o Pedro Pintado. En este diario tuve compañeros con los que pude compartir esta pasión que es el periodismo: Mar, Raúl, Belén, Santos, Pablo, Carlos, Julia, Manolo, Mercedes, Jose Mª, Clara, Jan, Pepe, Julio, Cristina… Y Laura Espinar que confiaba en mí contra viento y marea aun sabiendo que a veces mi cabezonería le iba a costar un dolor de cabeza.
En este camino los medios de comunicación, Lanza, servimos de palanca para mantener demandas en alto, desde algo casi anecdótico, pero relevante para los miles de usuarios anuales del AVE de Puertollano, como dignificar la estación y conseguir las escaleras mecánicas, que RENFE se resistía a poner, hasta manifestaciones multitudinarias para exigir una Sanidad digna y soluciones a la sequía. Hubo momentos terribles, como el accidente laboral del 14 de agosto de 2003 en Repsol, en aquel fatídico verano en el que Puertollano también fue noticia por la detención del asesino en serie más buscado en España, el asesino de la baraja.
Lanza fue altavoz, y a veces martillo pilón, para reclamar mejoras para la ciudad, como la inclusión de Puertollano en los fondos MINER, haciéndonos eco de una denuncia de Comisiones Obreras. También alzamos la pluma contra otros olvidos como la exclusión del valle de Alcudia en el diseño turístico de la ruta del Quijote, que sirvió para que la Junta enmendara el error. O aquella primera entrevista a la familia Ferreiro donde por vez primera dimos voz a Felipe para denunciar su dramática situación en la cervantina Venta de la Inés, un anacrónico escenario de “Los Santos Inocentes” a finales del siglo XX, personas humildes cercadas por un poderoso terrateniente.
Durante este tiempo fui testigo de la euforia de una ciudad que de repente se descubría en el mapa de las comunicaciones nacionales, con la llegada del AVE, después de la autovía y hasta un aeropuerto. Una ciudad que veía “cómo le tocaba la lotería”, como decía mi querido Vicente Buendía, con la construcción de Elcogás. Años después seguíamos hablando de grandes proyectos y Puertollano se reinventaba, con la lluvia de millones de los fondos MINER, la creación de miles de puestos de trabajo con las renovables, Silicio Solar y Solaria. Había optimismo y alegría, una euforia, una sensación de despertar. Una belle époque efímera que un cambio de regulación, la crisis -y alguna acción o inacción- se llevaron por delante, pinchando las ilusiones colectivas, y tantos proyectos de vida, como una pompa de jabón.
Para las páginas de Lanza pude entrevistar a artistas famosos, fui a ruedas de prensa con ministros y presidentes del Gobierno, y hasta pude conocer al hoy rey de España. Mucho para una periodista de provincias. Pero junto a las fuentes del Ojailén pude contar esas pequeñas historias de las que está entretejida la vida, como Celestino y su pasión por la apicultura; la dramática historia de Eva, maltratada por su marido; la historia de Francisco, “el pinche”, ciclista y chofer del primer director del Complejo Industrial; las peripecias de José Antonio uno de los últimos pastores trashumantes del Valle de Alcudia y tantos y tantos relatos de la intrahistoria de Puertollano.
Deje mi cita diaria con la actualidad en Lanza en 2005 y pasé a ser fiel lectora, cuando me surgió otro reto en el mundo del periodismo. Comencé una nueva aventura para impulsar la comunicación externa del Complejo Industrial de Repsol en Puertollano. Hoy, doce años después, tengo de nuevo la suerte de comenzar otra etapa en el equipo de comunicación nacional de Repsol en Madrid, mi ciudad natal. Seguiré atenta al devenir de Puertollano.
*Gestor de Comunicación Nacional y Coordinación de Complejos Industriales en la DG de Comunicación de Repsol. Redactora de Lanza en Puertollano entre 1994 y 2005