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29 marzo 2024
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Mónico Sánchez: el inventor que respondió a las necesidades de la medicina en la España rural

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Juan Pablo Rozas explica el funcionamiento de la máquina de rayos X portátil en lo que fue el antiguo Laboratorio Eléctrico Sánchez / Elena Rosa
Noemí Velasco / PIEDRABUENA
El ingeniero y divulgador científico Juan Pablo Rozas descubre las huellas de Mónico Sánchez y vuelve a activar la famosa máquina de rayos X portátil en su cuna. El científico nacido en Piedrabuena volvió de Nueva York para impulsar la alta tecnología en el corazón de la España rural y sus investigaciones fueron claves en el desarrollo de la medicina en los pueblos. En el 141 aniversario de su muerte, Lanza hace un recorrido por su vida y sus inventos

Cuentan que en el mes de las cruces y los mayos de 1880 nació en Piedrabuena un niño llamado Mónico Sánchez. Estaba predestinado a trabajar en la tejera de su familia, pero como “rayo indomable” llegó a ser uno de los “más grandes insignes científicos e ingenieros de su época” en todo lo relacionado con la electricidad. Su novedoso aparato de rayos X portátil y de alta frecuencia recorrió el mundo, desde Estados Unidos a la Francia de la I Guerra Mundial. Pero, la trascendencia de sus hallazgos no quedó ahí, ya que fue clave en el progreso de la medicina de la España rural de principios del siglo XX. Aquí empieza la parte más desconocida de su historia.

Juan Pablo Rozas, profesor universitario jubilado y uno de los mayores expertos de la trayectoria científica del ilustre manchego, afirma que “Mónico Sánchez quería que Piedrabuena tuviese las mismas ventajas que las grandes ciudades”. Cargado con varias maletas llega al corazón de lo que fue el Laboratorio Eléctrico Sánchez, “un edificio de 3.500 metros, desde donde el científico fabricó y exportó sus equipos portátiles de rayos X, no solo a España, sino a países como Francia, Portugal, y a América”. Ahora solo quedan apenas unos metros de lo que fue la fachada de ladrillos en la calle Rodríguez Marín, una placa y un busto en un pequeño jardín en su recuerdo.

“Tenaz”. Así define Juan Pablo Rozas al científico, porque “la tenacidad es la propiedad que permite a la materia estrujarla, doblarla y aun así mantener la fuerza”. Solo hay que recordar que Mónico Sánchez salió de Piedrabuena descalzo con tan solo 14 años camino de Fuente el Fresno y que con 23 se embarcó en un buque con destino Nueva York después de hacer un curso de electricidad en Madrid por correspondencia. “Este hombre, a pesar de todas las dificultades que se encontró, supo superarlas. Basta decir que, con 78 años, cuando uno estaría pensando en la jubilación, todavía tenía planes de desarrollo para su laboratorio”, comenta.

Gran embajador de La Mancha y de su pueblo, Mónico Sánchez siempre estuvo prendado en su amor por Piedrabuena. Lo demostró en 1913 cuando volvió a sus orígenes contra todo pronóstico para poner en marcha uno de los principales centros de investigación tecnológica del país. Hay que tener en cuenta que la expansión de la energía eléctrica fue la columna vertebral de la sociedad industrial moderna, el “signo de la modernidad”, a finales del siglo XIX y principios del XX. Pero es que, además, el inventor decidió colocar el nombre de su pueblo debajo de la marca en cada uno de los aparatos, y así es como Piedrabuena recorrió consultorios, hospitales, centros de enseñanza, universidades y hasta frentes de guerra por todo el planeta Tierra.

La máquina de rayos X vuelve a la cuna

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Mónico Sánchez toma una radiografía con su máquina de rayos X portátil / Archivo de la familia Sánchez

Las maletas de madera se abren, surge ante la vista el generador de alta frecuencia, de 7 megahercios y 100.000 voltios, y Juan Pablo Rozas coloca el tubo de vidrio en el soporte de la máquina. El profesor está dispuesto a encender el aparato de rayos X de Mónico Sánchez, después de 70 años, en el mismo lugar en el que fue fabricado, uno de los pocos completos que existen en el mundo. El silencio domina en la sala hasta que es roto por el ruido que produce la conexión de los cables, el choque de materiales que transportan la energía. Sin llegar a enlazar al aparato el tubo de rayos X para evitar su emisión en todas las direcciones sin protección, el ingeniero de telecomunicaciones explica el procedimiento para realizar una radiografía.

“Si quiero hacer una radiografía de la mano, lo primero que tengo que hacer es enchufar la máquina, después poner la mano delante del tubo y al final mirar por el visor de la pantalla fluoroscópica”. Tras realizar el proceso correctamente en la pantalla resplandecían, según decían en la época, “los huesos de los vivos”. Desde la invención del fonendoscopio en 1700 “no había aparecido nada nuevo que permitiera observar el interior del cuerpo”. La máquina permitió detectar fracturas de huesos entre los jornaleros y restos de metralla entre los soldados. En unos años en los que la tuberculosis causaba estragos entre la población, la máquina servía incluso para observar el estado de órganos internos como los pulmones. El proceso siempre era “con luz natural”, sin cámara oscura, y a título anecdótico, los pacientes incluso iban “completamente vestidos” a tomarse las radiografías.

Alta tecnología accesible y asequible

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Fotografía del antiguo Laboratorio Eléctrico Sánchez (a la izquierda) y último vestigio de la fábrica en la actualidad (a la derecha) / Elena Rosa

Este aparato supuso “una auténtica revolución” para la época, ya que consiguió que la alta tecnología fuera “accesible y asequible” para la medicina del mundo rural. Tenía dos factores clave: su “facilidad material” en el transporte, porque pesaba apenas 10 kilos frente a los 400 de las máquinas tradicionales, y su “ahorro económico”, pues era mucho más barato que las grandes máquinas de rayos X tradicionales. Formado por dos maletas, el aparato era “altamente portátil”, por lo que podía llevarse “a pie del enfermo”. De hecho, durante la pandemia del Covid-19 diferentes medios han hecho referencia al aparato de Sánchez como el antecesor del que utilizan hoy en las Unidades de Cuidados Intensivos para saber el estado de los pulmones de los pacientes sin necesidad de transportarlos a una sala especializada.

Además, la máquina de rayos X de Mónico Sánchez “valía la décima parte de una gran instalación”, de la que podía disponer un gran hospital, pero no un médico rural, que con escasos medios tenía que curar todo tipo de patologías. Así pues, el profesor recuerda el eslogan ‘Doctor hágase electrólogo por un duro al mes’ y hace referencia al éxito del aparato entre los médicos del mundo rural, que se formaron en radiología y adquirieron a plazos estos equipos con los que hasta llegaban a operar. Colocaban el tubo debajo de la camilla y de vez en cuando miraban por el visor.

De España a la Francia de la IGM

El científico de Piedrabuena consiguió, de esta forma, que los médicos de la España rural pudieran acceder a un equipo que “de otra manera solo hubiera quedado para las grandes ciudades”, aunque no hay que olvidar que importantes radiólogos, como Torres Carreras en Barcelona, también usaron este aparato de rayos X. Fruto de una ardua investigación alrededor del personaje y sus inventos, Juan Pablo Rozas calcula que “el Laboratorio Eléctrico Sánchez llegó a fabricar más de 3.000 máquinas de rayos X”, en su doble vertiente, para médicos y para centros de enseñanza.

La mayoría de las máquinas se quedaron en España. Por ejemplo, las utilizó el Gobierno durante la Guerra del Rif y también el bando republicano durante la Guerra Civil. Pero hay constancia de la exportación a Francia y Portugal. Juan Pablo Rozas apunta que “sabemos que en la Primera Guerra Mundial vendió 60 equipos al ejército francés para las ambulancias” tras la selección realizada por el doctor Bergonié, padre de la oncología francesa.

Esta guerra “fue una auténtica masacre” para Europa, con 10 millones de muertos y 20 millones de heridos, de manera que “todas las fuerzas contendientes las empezaron a utilizar de forma masiva para detectar la metralla y tratar las heridas”. Las máquinas de Mónico Sánchez se conocieron como las ‘petit curie’, pues la física polaca Marie Curie adaptó las ambulancias para incorporarlas. Cuentan que “los aparatos partieron a bordo de carros tirados con mulas” desde Piedrabuena, que no tenía ferrocarril.

En Estados Unidos también fabricó estas máquinas y “hay sospechas de que las vendió al ejército americano”, que ya las utilizó en 1898 durante la Guerra de Cuba en los barcos, aunque no las de Mónico Sánchez, porque su invento es posterior. Rozas también ha encontrado alguna noticia de ventas en Turquía y sabe que “le invitaron a una misión comercial en África Central”. Exportaba y también importaba del comercio internacional materiales, como el vidrio de Alemania y la mica de los condensadores de Estados Unidos.

Nuevos frutos con tecnología moderna

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Juan Pablo Rozas posee una de las pocas máquinas de rayos X portátiles fabricadas por Mónico Sánchez que siguen completas en la actualidad / Elena Rosa

“Caminamos a hombros de gigantes” dicen los científicos, porque el progreso de la ciencia y la tecnología se apoya en todo lo descubierto anteriormente, “es la forma de ir avanzando”. Mónico Sánchez no inventó la primera máquina de rayos X ni los primeros equipos, que aparecieron a partir de los trabajos del profesor Wilhelm Conrad Röntgen en 1895, pero la hizo “altamente portátil y con una característica fundamental: funcionaba tanto en corriente alterna como continua”.

A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, Rozas explica que en aquella época “no todos los circuitos que existían eran de corriente alterna”, impulsada por la empresa Westinghouse Electric, sino que también estaba la corriente continua de la Compañía Edison. Asimismo, Sánchez fue capaz de reducir el peso de la máquina al aplicar al circuito el principio físico de la bobina de Tesla, que descubrió que el hierro necesario para hacer un transformador es mucho menor si en lugar de usar 50 hercios se utilizan 7 megahercios.

En este país que aún en la actualidad hace esfuerzos por enarbolar la bandera del I+D+i, el Laboratorio Sánchez fue eso, “una cuestión de investigación, innovación y desarrollo”. El conocimiento profundo del circuito de la máquina portátil de rayos X, destaca el profesor Juan Pablo Rozas, “todavía hoy puede dar nuevos frutos con tecnología actual”. Los mecanismos de este circuito con 100 años de historia atesorado en cajas de madera barnizada, insiste el profesor, pueden tener aplicaciones en el ámbito de la electrónica y de la transformación de energía, en cuestiones tan comunes como la red eléctrica convencional y tan modernas como los paneles solares. Pero es que este aparato podría ofrecer nuevas claves en el desarrollo de tecnología sostenible y de futuro como pueden ser los coches eléctricos.

No fueron los únicos inventos, pues el primero fue una versión del aparato de puente de Wheatstone, también portátil, “porque siempre pensaba en la practicidad”, y además en los años 40 ideó un aparato de onda corta para fisioterapia, “muy parecido a los que hay en las clínicas, que dan corrientes y calor”. Hay que tener en cuenta que entonces no había ninguna industria de vanguardia relacionada con la medicina de similares características en toda la provincia. Lo más parecido fue la pequeña fábrica farmacéutica de “auto-inyectables” de Gregorio Poblador, según explica Rozas, “una especie de jeringuilla automática que la dabas un golpe y se inyectaba”.

La teoría cuántica y los tubos de vidrio

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Tubo de vidrio antecesor de los tubos de neón con el logotipo Sánchez / Elena Rosa

Fiel a la física de los años 20 y a la teoría cuántica, Mónico Sánchez además elaboró uno de los catálogos de tubos de vidrio soplado más amplios de la época. Dice Rozas que “expertos confiesan que no han visto un catálogo con mayor variedad”. En un cartel colocado en una de las paredes de la biblioteca municipal de Piedrabuena aparece “una muestra de los centenares de tubos que fabricó el laboratorio”. Además, aprovecha para enseñar un tubo de vacío original, que contiene una pieza de mineral que sospechan que es “calcita”, y que cuando recibe una descarga de alta tensión y frecuencia produce una emisión de color rojo.

Enseguida llama la atención un tubo donde destaca el apellido Sánchez dibujado con el mismo vidrio y Rozas aprovecha para aplicarle una descarga. Es “un antecesor de los que conocemos como tubos de neón, un tubo publicitario”, que, como curiosidad, tiene trazas de uranio. “Con la excitación eléctrica de los átomos de uranio se produce una fosforescencia” y el apellido brilla. Es fácil relacionar este elemento químico con las centrales nucleares, pero Rozas confirma que no emite radiación, como no lo hacían las antiguas vajillas de lujo que utilizaban este material, que brillaba ante determinadas luces.

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Tubos elaborados por el soplador Bruno A. Scheider en el laboratorio de Mónico Sánchez en Piedrabuena / Imágenes del Catálogo ‘Off-On’ del Muncyt

Estas experiencias, compartidas por otros científicos de entonces, según explica Rozas, dieron como resultado “todo el conocimiento de los átomos que tenemos hoy en día”. Se trata de la teoría atómica, la que comprueba “que los electrones suben y bajan de nivel cuántico, y que en esa transición emiten fotones”. Todo esto es la base “de lo que hoy conocemos como electrónica, que está detrás de los apasionantes avances de las últimas décadas”, primero con los tubos de vacío que incluían las “radios de la abuelita” y después con materiales sólidos semiconductores de relojes, teléfonos móviles y computadoras.

Todavía hoy en día se desconoce el uso de gran parte de los tubos de Mónico Sánchez. Rozas de nuevo hace referencia a la aplicación en el ámbito de la medicina de sus productos. Por ejemplo, en torno a 1913, se utilizaban para un procedimiento conocido como la “fulguración” para operar tumores faciales, una técnica que la actualidad ha quedado obsoleta. Pero es que en el catálogo hay tubos “diseñados por científicos de referencia a lo largo de los años, que fueron reproducidos y vendidos desde Piedrabuena”, ya que tras la Primera Guerra Mundial Mónico Sánchez respondió a la carencia de productos de este tipo. Muchos de estos tubos además sirvieron como material de enseñanza en los laboratorios de física.

El gran soplador alemán

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Tubos elaborados por el soplador Bruno A. Scheider en el laboratorio de Mónico Sánchez en Piedrabuena / Imágenes del Catálogo ‘Off-On’ del Muncyt

Ebanistas, carpinteros, electricistas, barnizadoras y un soplador de vidrio alemán, Bruno A. Scheider, que fue discípulo del gran Emil Gundelach, que fabricó los tubos de rayos X del físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen. “Los buenos se caracterizan por rodearse de los mejores”, dice Rozas. No es de extrañar después de codearse con los más grandes insignes científicos e ingenieros de su época, con Nikola Tesla y Thomas Edison. Alrededor de 50 personas trabajaron en el Laboratorio Eléctrico Sánchez en Piedrabuena, desde donde también fabricaron un tubo Braun de rayos catódicos, “que es el antecesor de los tubos de televisión, hasta la invención del led”, hace bien poco.

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Tubos elaborados por el soplador Bruno A. Scheider en el laboratorio de Mónico Sánchez en Piedrabuena / Imágenes del Catálogo ‘Off-On’ del Muncyt

El profesor cuenta que Mónico Sánchez consiguió el soplador alemán a través de un anuncio en la prensa del país europeo y que médicos y radiólogos famosos pasaron por sus instalaciones, como los doctores Ruiz Ibarra y Vicente Alonso. En una época en la que la mujer estaba dedicada al cuidado de los hijos y a las labores de casa, destacaron en la fábrica las barnizadoras de los maletines de la máquina, “que forraban con telas el interior y hacían los acabados para garantizar que las delicadas piezas de vidrio no se rompieran”. Dicen que “se sentía muy orgulloso de haber incorporado a las mujeres en el proceso industrial en serie”.

El suministro eléctrico en Piedrabuena

La vuelta de Mónico Sánchez a Piedrabuena no solo implicó colocar a este pequeño pueblo que hoy tiene 4.500 habitantes en el mapa de la innovación y generar empleo, sino también estabilidad para el suministro eléctrico, sobre todo a partir de los años 30. Rozas explica que en España “el proceso de electrificación de los pueblos estuvo muy relacionado con el funcionamiento de fábricas o molinos”. En Madrid, “las centrales eléctricas construidas para que funcionaran los tranvías eran las que daban luz a las casas por la noche”.

En la correspondencia del inventor hay alusiones a los problemas que tenían los médicos para utilizar la máquina de rayos X precisamente por la dificultad para adaptarse a los horarios con suministro de luz, que coincidían con el tiempo en el que estos molinos o trenes no funcionaban. Así pues, “durante el día no había luz” en gran parte de España, apunta Rozas. En Piedrabuena, la construcción de la central de Mónico Sánchez, que aparece en los planos y dibujos del edificio original del laboratorio, trajo electricidad para el pueblo, tras la quiebra de una electromolinera. Cabe destacar que fue “a partir de los años 50 cuando empezaron a existir redes eléctricas que cubrían todo el horario en las ciudades de este país”.

Convertir a Piedrabuena en un Silicon Valley

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Cartel publicitario del Laboratorio Eléctrico de Sánchez en Piedrabuena / Archivo

Pero no solo el aparato portátil tuvo una “importancia crucial” en el desarrollo y en la aplicación de esta nueva tecnología en España y en la Primera Guerra Mundial, sino que también en la enseñanza. Rozas, que descubrió a Mónico Sánchez gracias a un folleto editado en 1995, destaca que el científico “inventó un aparato que no solo servía parar curar a la gente, sino para enseñar física, la física subatómica que estaba en aquel momento en su apogeo”.

Existe constancia de que la Academia Militar de Toledo tenía uno, aparte del Instituto de Ciudad Real y la Universidad Complutense de Madrid, porque sí, ‘Don Mónico’, como llaman los piedrabueneros al científico, tuvo una gran inquietud por la educación y cuando la tecnología de este aparato empezó a estar obsoleta la promocionó “para experiencias de la física”.

Consciente desde 1915 de que “la electrología, que es la aplicación de la electricidad a la medicina, ya fuera mediante fisioterapia o rayos X, necesitaba un sitio específico de formación”, Mónico Sánchez planeó convertir a Piedrabuena en un Silicon Valley de la electromedicina, con la construcción de una escuela de electroterapia y radiología. Al final este proyecto se trasladó a la calle Fuencarral de Madrid, donde enseñaban a los médicos las aplicaciones del aparato. También tuvo sede en Barcelona y representante en Portugal. Eso sí, el Laboratorio no dejó de recibir periódicamente a escolares de toda la zona para estimular vocaciones.

El fin del laboratorio en plena autarquía

Si echa una mirada al pasado, Juan Pablo Rozas imagina las labores sistemáticas de la cadena de producción. Los pedidos llegan al laboratorio y se realizan de forma ordenada, “no tienen nada que ver con los trabajos del campo, sino que las producciones en la industria desde tiempos inmemoriales son largas y sistematizadas”. El profesor apunta que, durante la Guerra Civil, los soldados del ejército republicano utilizaron el laboratorio como cuartel, y que “según han contado testigos de la época en frente de la fábrica había una llanura enorme llena de cañones”, pues a varios kilómetros, en Extremadura, estaba el frente.

La guerra y el aislamiento internacional que sufrió la España del dictador Franco posteriormente estuvieron detrás de la desgracia de esta fábrica. Según cuenta el profesor, Mónico Sánchez fue capaz de reconstruirla en plena posguerra, tras ser desmantelada, “pero otra cosa era continuar avanzando en unas circunstancias económicas” que no podían ser más desfavorables. En 1946, el mismo año que todos los embajadores en España se retiraron por orden de la ONU, el científico viajó a Estados Unidos para traer nueva tecnología y renovarse. Firmó acuerdos comerciales en Norte América, Cuba y Portugal, y consiguió la concesión de numerosas patentes de aparatos relacionados con la electromedicina, pero “la cerrazón de fronteras, la autarquía, se lo impidió”.

Aparte, su hijo, que estaba llamado a perpetuar el negocio de su padre y que iba a entrar en la mejor escuela de electricidad de la época en Lieja (Bélgica), cayó enfermo y murió. Otras dos hijas murieron por tuberculosis, y la única que tenía se casó y marchó del pueblo. Sánchez “se quedó solo en Piedrabuena con sus empleados con un negocio que fue desapareciendo día a día, porque en la época de la posguerra en España no había nada”.

Octogenario, Mónico Sánchez falleció en 1961 y con él se esfumó el laboratorio. Resulta llamativo que empresas como la Erbe Medical, impulsada a partir del aparato de rayos X creado por Christian Otto Erbe en 1925, sean hoy una multinacional. Sin embargo, el legado de Mónico Sánchez quedó para la historia y también su leyenda, la de un hombre que rompió “todos los esquemas” para convertir en realidad un sueño: hacer alta tecnología en las profundidades de La Mancha.

La divulgación de su legado

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Busto de Mónico Sánchez en la calle Rodríguez Marín de Piedrabuena / Elena Rosa

Repartidos y perdidos por el mundo, en la actualidad es posible contemplar algunos de sus aparatos en el Museo de la Medicina de Bilbao, la Universidad Complutense de Madrid, la Escuela de Telecomunicación de Valencia y en el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología de Madrid (Muncyt). De hecho, este último museo posee otro de los aparatos completos que han resistido al paso del tiempo y fue clave en el “redescubrimiento” de Mónico Sánchez, a partir de la excursión que realizaron un grupo de chavales del instituto que lleva su mismo nombre.

En estos momentos, el Ayuntamiento de Piedrabuena valora la posibilidad de construir un museo en torno a su figura y Juan Pablo Rozas confiesa su alegría, aunque advierte que, “lo difícil no es abrirlo, sino mantenerlo vivo”. “Me gustaría que el museo estuviera lleno de criaturas, de chicos disfrutando con Mónico Sánchez, viendo que ellos también pueden hacer grandes cosas, ilusionándose con la ciencia y la tecnología”, expresa el profesor.

Al fin y al cabo, uno de los intereses principales del científico fue la educación y a pesar de que el sector primario todavía hoy es uno de los principales generadores de riqueza en Ciudad Real, la provincia “necesita industria que transforme los productos, porque ahí es donde está el valor añadido”. En el 141 aniversario de su nacimiento, Mónico Sánchez es un “modelo” a seguir, el ejemplo de que “alguien desde lo más bajo puede llegar con mucho esfuerzo y mucha suerte a los sitios más increíbles”.

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