En el transcurso de la celebración de la vendimia de la IGP Vino Campo de Calatrava, en la bodega Quinta de Aves, el arqueólogo ha hablado de los ancestros vitivinícolas en la zona, datados desde el quinto milenio antes de Cristo. Desde hace más de 5.000 años “esto empezó a ser la mejor y más grande bodega del mundo”, ha sostenido.
Meseguer ha recordado cómo el naturalista irlandés William Bowles reflejó en 1753 en su ‘Introducción a la historia natural y a la geografía física de España’ la presencia de “trozos de peñasco que conservan las señales del fuego” en los campos que recorrió entre Corral de Calatrava y Almagro, camino de Almadén
Además, en el libro “cuenta cosas de esta tierra” y habla de uvas y vinos característicos “por los peñascos ennegrecidos”, al igual que “la carne y el queso echan un gusto distinto”.
El de la tierra volcánica y el aprovechamiento agroganadero es un vínculo, según Meseguer, que influye en “los sabores y aspectos organolépticos de los alimentos”, ha señalado.
Pero la datación de la presencia de viñas en los suelos ‘ennegrecidos’ es milenaria y con rastros en todas las culturas, en concreto desde “el quinto milenio antes de Cristo ya existe una interesante producción vitivinícola”, ha señalado.
Vestigios de estas manifestaciones son los restos de vasos y vasijas de los yacimientos del cerro de La Encantada – de la Edad del Bronce-, y de Oreto y Zuqueca, de las épocas ibérica, romana, visigoda y árabe, ambos en Granátula de Calatrava.
Meseguer ha valorado el material hallado con restos de lagares y de imágenes sobre la vid en la etapa visigoda en centros religiosos, incluso en tumbas funerarias, donde se enterraban a los muertos con jarras de vino, de cerámica para los más pobres, y de cristal para los más empoderados económicamente.
Con más relato textual está documentada la presencia de viñas en el Campo de Calatrava en la época de la repoblación cristiana, desde que Alfonso VI tomara Toledo (en el año 1085), y tras la la creación de la Orden de Calatrava en el siglo XII.
Los frailes calatravos tuvieron un gran papel en la conservación y optimización de los viñedos y de la variedad cencibel “con la mejora de las técnicas de producción”.
No sólo reconocieron los efectos del cultivo en la fijación de la población, sino que en sus reglamentos contemplaban sanciones como la pérdida del caballo, las armas y la casa sino cultivaban las tierras. También estipularon indemnizaciones por los destrozos causados por los ganados de La Mesta cuando recorrían las huertas y viñas de la comarca.