Hay situaciones, comentarios y paradigmas que se asumen como normales pero que no lo son. Frases y actitudes asentadas en la pareja o en las familias, socialmente mantenidas en perjuicio de las mujeres, son ahora revisadas por el feminismo. Se trata de una deconstrucción muy necesaria, sobre todo cuando las conductas forman parte del ciclo de la violencia de género. Y más cuando se da en comunidades tan cerradas como la gitana. Contra esta doble victimización, un grupo de jóvenes gitanos y gitanas de Ciudad Real han querido romper las barreras de los prejuicios y gritar ‘No es normal’. La iniciativa es un gran paso para luchar contra las discriminaciones que sufren, por sexo, raza y marginalidad y, en especial, para convertirse en referentes entre sus iguales.
Se trata, explica Coral Montoya, dinamizadora del Barrio del Pilar y auxiliar de interculturalidad, de una campaña para este #25N, organizada entre el proyecto ‘Construyendo puentes’ de la Fundación Secretariado Gitano y el Programa ‘Calí’ por la igualdad de las mujeres gitanas, con el objetivo “de dejar de normalizar ciertas actuaciones que en realidad son violencia de género”.
El control del móvil y la forma de vestir de las mujeres, la ruptura de su entorno social, la culpabilidad y las humillaciones “son escenario de violencia muy comunes y típicos que se suelen pasar por alto”. Y es por ello que han decidido dar la cara y denunciar su normalización.
En el making off de la puesta en escena, la idea principal es que “cada uno de los participantes que han venido a revindicar la lucha de las mujeres diga su frase, de acuerdo a lo que ellos sienten”, explica Sandra Montoya, técnica de Igualdad y de Lucha contra la Discriminación del programa ‘Calí’
Delante de la cámara, una docena de gitanos y gitanas de varias edades, apelan a impulsar un cambio de las conductas perversas que cosifican o infravaloran a la mujer. Y en la misma línea, “queremos transmitir el empoderamiento y la visibilidad de las mujeres con el lema ‘No es normal’”.
Empieza Mila Moreno con “que te haga sentir que estás loca no es normal”, para seguir Raquel Santiago con “que te haga sentir incapaz no es normal”, mientras que Coral Montoya replica “que lo justifique con que te quiere no es normal”, y Carlos Martín indica “que te controla el móvil no es normal”. “Que no tenga en cuenta tu opinión no es normal”, verbaliza Beatriz Gómez, para, a renglón seguido, proseguir Cinta Vaqueiro con “que te falte al respeto no es normal”. La coordinadora de Fundación Secretariado Gitano en Ciudad Real, María Santiago, sigue con otro impactante mensaje, “que te haga romper tus relaciones sociales no es normal”, al igual que Emilio Maldonado sostiene que “pegar no es normal”, y en la misma línea, Natalia Bellón advierte de que “controlar tu forma de vestir no es normal”. Manuel Carmona, expone que “que te humille no es normal”, el joven activista Abraham Montáñez sigue con “que no te valore no es normal”, mientras que cierra José Antonio Fuentes con “que te culpabilice no es normal”.
Defensa de los derechos las gitanas en el #25N
Previamente, las dos jóvenes activistas de apellido Montoya leen un manifiesto por la protección de la igualdad y equidad de las mujeres gitanas, como contribución a la conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género.
“Seguimos en la lucha por la defensa de los derechos las mujeres gitanas, derechos realmente reconocidos, pero no garantizados”, porque la comunidad gitana “es el colectivo más discriminado, según las estadísticas oficiales”. De cara la celebración de este jueves “reivindicamos la lucha por la igualdad”, a la par que denuncian “situaciones de violencia que se acentúan aún más en las figuras de las mujeres gitanas”.
Según Sandra y Coral, “una de las principales problemáticas es la interseccionalidad, es decir, “la violencia que sufre una mujer por el hecho de serlo en un sistema patriarcal y machista”, sumado “a la discriminación por ser gitana”.
Es un elemento añadido, exponen, “a la violencia estructural, que perdura y aparece en el momento en que nuestros derechos no están siendo cubiertos”.
Aclaran que las situaciones que viven las gitanas “no es sólo que no tengan cubiertas las necesidades básicas”, sino que “encuentren dificultades ante la posibilidad de cubrirlas”. “Eso es la violencia estructural”; aducen, es decir, “que parten de menos 1, ni siquiera de cero”.
Contra este sistema social, las dinamizadoras envían un mensaje, que es “dejar de normalizar estas situaciones comunes” para reivindicar “nuestras capacidades de decisión y nuestra autosuficiencia”. De lo contrario, “si no te sientes así, no es normal”.
Ambas opinan que es “imprescindible” que tanto los hombres (fundamentalmente) como las mujeres de la comunidad gitana “visibilicen esta lucha”.
Programas
‘Construyendo puentes’ es un proyecto para la intervención integral contra la segregación y exclusión social de la comunidad gitana qeu en Ciudad Real se desarrolla en los barrios de La Granja y el Pilar. Tiene como ejes principales, comentan las activistas Montoya, la participación ciudadana, la intervención con las familias y la alfabetización digital.
Por su parte, ‘Calí’ está encaminado al desarrollo de la promoción para la igualdad de las mujeres gitanas y a la atención múltiple frente a su discriminación. En concreto, pretende que este grupo de gran vulnerabilidad avance en su derecho a la igualdad, el acceso al empleo y la reducción de las diferentes brechas de género.
Abraham Montáñez: Soy gitano y apuesto por la igualdad de género
Abraham Montáñez es un gitano que rompe con todos los estereotipos de los ‘payos’. Es un joven de 28 años, alto, rubio y con ojos azules, que estudia 3º de Derecho en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Tiene alma de gitano pero está totalmente integrado en toda la sociedad ciudarrealeña. Sus principios pueden chocar con los prejuicios del patriarcado gitano, al defender la igualdad de género y “dar su sitio a la mujer”, aunque cree que son perfectamente reconciliables.
Convencido de “la fuerza que tienen las mujeres gitanas por sí solas, que es mucha” a la hora de “tener su oficio o profesión”, asegura que “hay muchos como yo” en su entorno, lo que viene a desmontar “el estereotipo de nuestro machismo”.
Son valores que el también técnico y dinamizador del proyecto ‘Construyendo puentes’ ha aprendido en el seno de su propia familia. “He tenido la suerte de vivir en una casa en la que mi padre decía que ayudáramos a mi madre, o en la que nunca han impedido a mi hermana estudiar”, señala, consciente de que “hay casos distintos”.
Por ello, confía en que este tipo de posiciones personales, favorables a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, conformarán una cadena en el círculo de la comunidad gitana que será ejemplo y acabará por imponerse. “Si ven cómo me comporto yo que es beneficio para todos, otros verán que su forma de actuar no es la correcta”, comenta, en lo que es un eslabón para “poder evolucionar sin perder nuestra identidad”.
La interculturalidad es otra de las claves para luchar contra los estereotipos, asegura. El hecho de compartir relaciones sociales con personas de otros ámbitos culturales es una conexión que “enriquece mutuamente”. “Yo nunca he perdido mi esencia de gitano, porque siempre lo voy a ser, y en ningún círculo me ha pedido que deje de serlo”, indica, antes de advertir que “si alguien de fuera me lo pidiera, dejaría de ir”.
María Montoya: la identidad gitana ha enriquecido mi proyecto personal
María Montoya, filóloga gitana de 34 años defiende los valores culturales de su comunidad como un tesoro irrenunciable.
“Soy muy primitiva en cuanto a mis costumbres y a lo que mi madre me ha transmitido sobre mi identidad cultural gitana, un legado “que no es incompatible en absoluto con mi desarrollo personal y profesional”.
“Todo lo contrario”, avisa, “es totalmente compatible y además ambas vertientes se complementan y se enriquecen entre sí”.
Esta orientadora laboral (ahora no está trabajando) combate con argumentos los prejuicios sociales hacia los gitanos en su propia persona: “mi identidad cultural me ha ayudado más a impulsar un proyecto laboral o familiar”, reitera. Enfrente está “el desconocimiento de la sociedad” que de manera generalizada “tiende a extender los estereotipos”, y “eso es muy injusto”.
“En la comunidad gitana hay de todo, como en el resto de la sociedad, hay niñas que se quedan embarazadas y se casan muy jóvenes”, pero otras (como es su caso) “que estudian y tienen autonomía”.
La clave, a su juicio, está en “empezar a conocer a las mujeres gitanas”, a las que “nos gusta defender la total compatibilidad entre nuestro desarrollo profesional y personal con nuestra identidad cultural”.
Según asegura Montoya, las actuales familias gitanas “nos apoyan a las mujeres para que estudiemos”. “Son nuestro principal apoyo”, reitera, en contra de “las creencias de que son nuestros padres y madres los que nos ponen trabas. Eso no es así”, remacha.