Nadie olvidará el gran géiser que estalló en el suelo de Granátula de Calatrava en los primeros meses del siglo XXI. Estuvo siete meses en funcionamiento, con un chorro de agua que llegó “hasta los 60 metros de altura” y que generó una gran expectación en la prensa nacional e internacional. Miles de personas acudieron a verlo, antes de que el volcán de la Palma desatara el interés por el geoturismo.
Pero en este milenio, no ha sido el único. El profesor Rafael Gosálvez, que es geógrafo de la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro de Geovol, confirma a Lanza que desde entonces “han existido en el Campo de Calatrava al menos 8 chorros, y 3 han sido recurrentes”. Todos han aparecido dentro el polígono que une Miguelturra, Pozuelo, Granátula, Bolaños y Carrión de Calatrava. En ningún otro sitio de España, ni en Canarias, ni en la Garrocha, pasa.
Como si abres una botella de Coca-Cola después de agitarla
Los chorros, conocidos popularmente como géiseres, son “manifestaciones importantes de CO2 que surgen de forma no natural y antrópica, favorecida por la mano del hombre, a partir de sondeos o pozos de origen agrícola”. El gas sale de forma natural por los hervideros y las fuentes de agua agria, que también existen en la provincia, pero éste no es el caso. El CO2 es mayoritario, pero también hay radón, helio y sulfhídrico.
Asimismo, Gosálvez aclara que para los expertos estas manifestaciones no son géiseres, “porque no implican la vaporización del agua por calor en relación con un acuífero hidrotermal”, sino que son resultado de la “despresurización del dióxido de carbono contenido en los acuíferos subterráneos”. En resumen, “es como si coges una botella de Coca-Cola, la agitas, y entonces sale a presión”. Ese es el mecanismo de los chorros.
El chorro más largo en el tiempo fue cerca de Miguelturra y funcionó en 2020
El chorro que más tiempo ha durado fue el de los Cabezos, en el término municipal de Almagro, aunque muy cerca del casco urbano de Miguelturra. “Duró desde octubre de 2019 hasta julio de 2020, y luego en diciembre volvió a surgir durante 15 días más”, explica el profesor. La Guardia Civil fue la primera en detectarlo, y estuvo monitorizado por el Seprona y el grupo de investigación Geovol.
Un sondeo agrícola en una finca está detrás del origen de este chorro situado en una falla que rompe la Sierra de Miguelturra, “de 120 metros de profundidad”. El profesor encuentra una clara relación de la salida de los chorros y las fuentes agrias con la historia geológica del Campo de Calatrava, “intensamente fracturado desde hace 500 millones de años”, lo que favoreció la aparición de 350 volcanes.
En los días más potentes “no pasó de 1 metro”, por lo que los propietarios del terreno consiguieron “medio taparlo” tras colocar una capucha agujereada, “de tal forma que salía el gas, pero no el agua”. Estos inventos no siempre han salido bien, pues en Granátula las piedras que intentaron poner encima saltaron a metros de distancia como si fuera una olla a presión. Este chorro es recurrente, al igual que el de los Arenales, también en Almagro.
El chorro de Bolaños atrajo a los investigadores de Involcán en 2011
El chorro más recurrente es el del Prado de Bolaños de Calatrava. Rafael Gosálvez apunta que salió en 2011, 2012, 2015, 2018 y 2020. “Este sondeo está dentro de una caseta diáfana con un motor, y siempre que funciona el agua rompe la ventana, por lo que el propietario decidió poner una reja harto de la situación”, explica el geógrafo. Aparece cada vez que existen lluvias intensas, los niveles freáticos suben y se recarga el acuífero. Para vigilar este chorro, la UCLM tuvo que hacer una autorización a varios profesores en pleno confinamiento producido por el Covid-19.
Entre otros también están los de Paraje Oscuro de Bolaños, Glicerio Chaves Hornero de Almagro, el de Valenzuela y el que creó una laguna de una hectárea en el centro de un maar en 2011 en Bolaños de Calatrava. Investigadores de Involcan, el Instituto Volcanológico de Canarias, vinieron a evaluar la salida de gases de este chorro, “cuya emisión de CO2 alcanzó las 40 toneladas diarias”.
Ningún chorro documentado antes del año 2000
Resulta llamativo que antes del año 2000 no hay documentado ningún fenómeno de este tipo. Gosálvez explica que “es desde entonces, a raíz del interés público que generó el chorro de Granátula, cuando salen publicados en los medios de comunicación cada dos por tres estos chorros”. Existen rumores de algún chorro en los años 80 y 90, que no tuvo repercusión y que no sale en la hemeroteca.
La causa, explica Rafael Gonsálvez, “puede ser que la apuesta por el cultivo de regadío en la zona es actual”. Así pues, ha sido en las dos últimas décadas cuando han proliferado los sondeos “y muchos pozos ilegales”, porque hasta entonces no eran conocidos acuíferos de relevancia en Ciudad Real, aparte del 23. Ahora bien, hay que tener en cuenta que “en todo el acuífero del Campo de Calatrava no se da este problema”, ya que está formado por diferentes bolsas de agua.
Ningún chorro activo en estos momentos
En la actualidad no existe constancia de ningún chorro activo, según explica el profesor, probablemente porque Ciudad Real está en “un periodo de cierta sequía” con apenas precipitaciones. Eso sí, Rafael Gosálvez pide a la ciudadanía que comunique cualquier salida espontánea de agua del suelo, “aunque sea por un pozo ilegal”, porque permitirá “cartografiar los sondeos y deducir las zonas preferenciales”.
“La tendencia es ocultar y estoy seguro que existen el doble de chorros de los que conocemos”. El profesor explica que la mayoría salen a la luz porque duran mucho tiempo. El Seprona, agentes medioambientales y guardas rurales localizan algunos, aunque otros se conocen a través de las redes sociales. La recomendación es informar a los ayuntamientos, a la Guardia Civil o a Geovol, y luego vallar el terreno con carteles. Los peligros son dos: que se hunda el terreno y la salida de gases tóxicos. Tampoco es conveniente taparlo.
Gosálvez recomienda prohibir los sondeos a más de 70 metros de profundidad
Ante la repetición de estas manifestaciones, Rafael Gosálvez tiene claro que “se deberían prohibir los sondeos de más de 70 metros de profundidad en zonas sensibles a las salidas de gas”, sobre todo los que estén dentro del marco señalado anteriormente, “Miguelturra y Carrión por el norte, Granátula por el sur, Bolaños por el este y Pozuelo por el oeste”. Los problemas suelen venir siempre con pozos de unos 100 metros.
Asimismo, el geógrafo del grupo Geovol considera que “cuando un particular quiera hacer un sondeo en el Campo de Calatrava sería necesario hacer un informe hidrogeológico” y “la Confederación Hidrográfica del Guadiana debería asumir una investigación para caracterizar hidroquímicamente las aguas y los isótopos, identificar el gas y su origen”.
Las investigaciones de universidades de toda España, explica, “coinciden en que los gases son de origen mantélico, que proceden del manto, y que ascienden a la superficie como el magma en la Palma”. Eso es lo que refleja la firma isotópica de los gases. “Si en el pasado salió magma y en el presente CO2, en el futuro lejano podrían existir momentos eruptivos. No es vulcanismo muerto, sino dormido”, señala.
Trabajos de profesores como José Luis Gallardo y Pedro Jesús Rincón Calero de la Escuela de Minas de Almadén desvelan que “hay accidentes tectónicos profundos, fracturas y fallas, en el Campo de Calatrava, que conectan la superficie terrestre con el manto”. Pero es que en casos como el de Ciudad Real capital, “el grosor de la superficie está anormalmente reducido”, lo que según explica Gosálvez, “también favorece la salida de gases”.