Los cultivos agrarios como transformadores de los paisajes donde se asientan en una íntima interacción entre la actividad humana y el medio natural. Es el objeto del libro colectivo ‘Paisajes culturales agrarios en Castilla-La Mancha’, presentado esta mañana en la Facultad de Letras de Ciudad Real por la vicerrectora de Profesorado y Desarrollo Profesional, Ana Isabel Briones, el consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo y los coordinadores de la obra, los profesores María del Carmen Cañizares y Ángel Raúl Ruiz Pulpón.
En este caso, presentan los paisajes derivados de las actividades agrarias, «que a partir de unos condicionantes naturales determinados han sido transformados por diversos cultivos (agrícolas), han mantenido el ganado (ganaderos) y, en función de su riqueza de bosques, han sido explotados (forestales)».
Tema “complejo pero también muy atractivo”
Carmen Cañizares ha valorado la visibilidad social que el libro dará a la labor del equipo investigador (docentes y becarios de las áreas de Geografía Humana, Análisis Geográfico regional y Geografía Física), cuyo origen está en la convocatoria de 2008 para proyectos divulgativos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).
Se trata de un trabajo, ha dicho la coordinadora, que abarca un tema “complejo pero también muy atractivo”, como es la definición de los paisajes a través de la relación de las personas con el medio, una interconexión que viene determinada por los momentos históricos y por los recursos socioeconómicos con las que cuenten «para poder explotar y sobrevivir en un territorio”.
Así lo define la UNESCO y así lo recoge el Plan Nacional de Paisajes Culturales de 2012 que los investigadores han aplicado a Castilla-La Mancha “como expresión de un territorio, valorado por sus cualidades culturales, y como producto de un proceso y soporte de la identidad de una comunidad”.
Ha sido, según Cañizares, “una primera aproximación”, centrada en los paisajes culturales vinculados a las actividades agrarias, como la agricultura, la ganadería y la explotación forestal, que podrían tener continuidad con otros paisajes abordados desde otras perspectivas investigadoras, centrados en el carácter urbano, histórico, industrial o incluso simbólico.
Los paisajes hacen cultura, rutina, liturgias y sentimientos
Ángel Raúl Ruiz Pulpón también ha incidido en la originalidad de la obra colectiva, publicado por la prestigiosa editorial Aranzadi Thomson Reuters, “en el sentido de que más allá de su finalidad productiva y la fortaleza del tejido agroindustrial, los paisajes hacen cultura, expresan una interrelación singular entre el hombre y la naturaleza, y a lo largo del tiempo quedan plasmados en el paisaje”. Cada horizonte expresa, a su juicio, “un saber hacer, una rutina, unas liturgias y unos sentimientos”.
En el libro han colaborado 10 autores del departamento de Geografía y Ordenación del Territorio, que han aportado investigaciones en tres grupos: la trilogía mediterránea –vid, olivo y cereal-, el patrimonio cultural pecuario y los cultivos singulares como el azafrán, la lavanda y el lavandín, y los aprovechamientos turísticos y forestales.
En el primer bloque “hay un enorme importantísimo patrimonio material e inmaterial” relacionado con las viñas, con vestigios materiales como las quinterías o los bombos, además de otros valores intangibles como las romerías, las liturgias, las creencias o los colores de los cultivos en su desarrollo agronómico.
El olivar es otra muestra de paisaje agrícola, como la ganadería en el Campo de Montiel, o los paisajes forestales o los aprovechamientos cinegéticos y forestales.

En el caso del ‘oro rojo’ o la belleza de la lavanda son ejemplos de singulares escenarios y de explotaciones de cultura familiar y trabajo minucioso “que tiene un valor interesante”, al igual que los recursos turísticos derivados de los paisajes agrarios.
“Es un libro precursor, pues no se había hecho nada igual”, ha señalado Ruiz-Pulpón.
Herramienta imprescindible
En la misma línea, el decano de la Facultad de Letras, José Antonio Castellanos, ha aplaudido la importancia de la transferencia investigadora a la sociedad. En el caso del libro “es un excelente ejemplo para que los gestores públicos puedan aplicar políticas eficaces si conocen la región”.
La publicación, por tanto, “es una herramienta imprescindible para conocer una de las vertientes fundamentales de la región, como es la cuestión agraria”. En su opinión es una paradigma de la era antropocena, es decir, “de la influencia del ser humano en el entorno”.
Actividad más profesionalizada
El consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, de su lado, ha valorado la obra colectiva que, a su juicio, habla de la geografía y de la influencia de la actividad agropecuaria, ahora “más profesionalizada, innovadora y sostenible”.
Sobre el territorio, el consejero ha recordado “la extraordinaria extensión de la región”, la tercera del país, con 80.000 kilómetros cuadrados, que se reparten entre zonas dedicadas a la agricultura en la llanura manchega, las comarcas de sierra –como el Valle de Alcudia, Sierra de San Vicente o la Serranía de Cuenca, entre otras- o las zonas más monteñas.
El libro “tiene mucho sentido cuando hablamos de la geografía de Castilla-La Mancha”, muy influida por el hombre, dentro de la era del antropoceno, «a lo largo de milenios y siglos», «con una influencia extraordinaria» de las políticas públicas en las últimas décadas que han derivado en una «de las industrias más importantes en Castilla-La Mancha».
El sector agroalimentario es, ha sostenido, un puntal en la contribución a la riqueza económica de la región, «gracias al esfuerzo de profesionales, industrias y cooperativas, anclados en el territorio» y, pro tanto, con gran influencia «en el modelaje del paisaje que percibimos».
“Se ha realizado una gran inversión pública para mejorar las instalaciones y los procesos productivos para adaptarnos a las demandas de los consumidores”, ha agregado, como el caso del uno de los referentes de la región, el vino, “que se vende en 150 países con el nombre Castilla-La Mancha”. Precisamente, Ciudad Real es la provincia “del mundo con el mayor viñedo” y donde se elaboran mostos, alcoholes y productos de la vinificación, dentro de “un modelo de economía circular ancestral».
El consejero ha destacado, igualmente, la importancia de este sector a la hora de dinamizar el carácter rural de la región, con el 55% de sus 919 pueblos con menos de 500 habitantes.
La actividad agroganadera “no sólo ha definido el paisaje, sino que ha conseguido que haya más población, y agrociudades donde se ha diversificado la economía, con más riqueza». En paralelo, según Arroyo, «ha surgido un punto de vista conceptual y una mirada crítica intelectual, con referencias que nos evocan percepciones que tienen que ver con nuestra infancia”.