Es martes y toca mercadillo en Daimiel. El olor a churros es un buen recibimiento. El aroma se mezcla con el de la fruta y la verdura de temporada, los encurtidos, las plantas… Paqui Sánchez Madrid, oriunda de Valdepeñas, vende textiles para el hogar, almohadas, edredones, fundas, mantas, cojines, cortinas… allí desde hace más de 40 años, todos los martes.
Quizás sea una de las vendedoras ambulantes en mercadillos más veterana de la provincia de Ciudad Real. Su historia es la de una mujer, trabajadora incansable, a la que le gusta su oficio y, sobre todo, el trato con la gente. Paqui siempre tiene una palabra amable para esos clientes de toda la vida, sobre todo mujeres, a los que considera sus amigos.
El comercio, una actividad que le apasiona “desde siempre”
Cuenta que procede de una familia dedicada al comercio, una actividad que, asegura, le apasiona “desde siempre”. Su padre, Ramón Patricio, tenía un pequeño comercio de textil y confección de señora y caballero en la ciudad del vino, una tienda en la que, además, él ejercía como sastre, un oficio que aprendió de sus padres, una tradición en la familia.
“Con 13 años, cuando no estaba en el colegio, me gustaba irme a la tienda con mi padre que estaba ubicada en la calle Capitán Fillol, que todo el mundo conocía como la del Paseo de la Estación. Cuando terminé los estudios básicos mi padre me preguntó si quería seguir estudiando o ponerme a trabajar. No lo dudé y con 17 años empecé a trabajar en una tienda de confección, también en Valdepeñas. Posteriormente, el propietario montó una boutique, en la calle Las Escuelas, que yo inauguré y en la que trabajé hasta que me casé con un vendedor ambulante”, recuerda Paqui.
Y así fue como se inició, con poco más de 24 años, en la venta ambulante. “Era otro sistema de venta, pero yo seguía teniendo lo que más me gustaba de la profesión: el trato personal, estar con la gente que es lo que me sigue encantando de esta profesión”. Se independizó, se hizo autónoma y adquirió un vehículo para poder moverse por toda la provincia.
Una profesión muy dura, de sol a sol, de lunes a viernes
Poco le importa a Paqui estar dedicada a una profesión muy dura, de sol a sol, de lunes a sábado. “Yo creo que cualquier trabajo es duro y, sobre todo, es duro si no lo llevas bien. Yo me levanto a las cinco de la mañana prácticamente todos los días y llego a casa sobre las cinco de la tarde. Si te digo que en todos estos años me he acostumbrado te engañaría. Pero es verdad que todos los días me levanto con el ánimo de intentarlo otra vez y de sacar mi casa adelante y a mis dos hijos”, añade.
Para ella lo más importante, reitera, es que disfruta de su oficio. Los lunes está en Alcázar de San Juan, los martes en Daimiel, los miércoles en Almagro, los viernes en Manzanares, los sábados alterna entre Villarrubia de los Ojos y Puertollano…, solo descansa los domingos. Reconoce que muchos de sus clientes son amigos de toda la vida y que procura “dar un buen servicio y ofrecer la diferencia” con artículos de calidad a precio asequible.
Un cambio radical en la actividad
Vuelve a echar la vista atrás y afirma, contundente, que la venta ambulante ha cambiado muchísimo en los últimos decenios. “Antes había que correr para coger el mejor sitio, yo he llegado a dormir en el coche, y el mercadillo era una cita semanal esperada en los pueblos”.
Añade que se vendía mucho, insiste en lo de mucho, con calidades altas muy diferentes a las que ahora se ofrecen. Todo era producto “made in Spain”. Y es que, explica, la situación que atraviesan los mercadillos no es muy diferente a la que vive, actualmente, el pequeño comercio, el tradicional, el de toda la vida.
“Antes la gente quería ver el producto, tocar su calidad, era más cercano. Actualmente el tipo de comercio ha cambiado de forma radical y más desde que llegó la pandemia del Covid. Internet se está comiendo la tostada”, explica Paqui Sánchez.
Resulta paradójico ya que la venta ambulante fue el primer ‘amazon’ que llevó de todo a todos los rincones, y representa la forma de comercio más sana al aire libre. “Pero últimamente la gente va a los mercadillos prácticamente a pasear y cada vez se ve a gente más mayor, la gente joven ya no viene al mercadillo, hay mucha menos afluencia de personas, se ha perdido ese contacto directo y ese saber comprar tanto en el pequeño comercio como en los mercadillos”, añade. Y todo, a pesar de que tanto en los mercadillos como en las tiendas de barrio se encuentran productos de mucha calidad y, muchas veces, a precios más económicos.
La pandemia les ha asestado un duro golpe
Aparte del devenir de los tiempos, la pandemia del Covid-19 les ha asestado un duro golpe. Desde hace ya casi dos años los vendedores ambulantes viven una situación de ‘black friday’, es decir, de ‘viernes negro’, en sentido literal, confiesa Paqui Sánchez. Y ello porque el auge de la venta on line provocado por la pandemia ha menoscabado seriamente las ventas físicas y, también, porque la economía sigue maltrecha por los efectos del virus.
“Lo más difícil de asumir en estos últimos meses ha sido ver la incomprensión hacia nuestro sector. Hemos sido totalmente discriminados. Las autoridades nos han tratado como si fuéramos centros comerciales cerrados cuando desde el principio se dijo que al aire libre el riesgo de contagio del Covid era mínimo”, explica Paqui quien se queja de que el primer gremio al que se cerró, y no se dejó trabajar, fue al de los vendedores ambulantes.
“No estamos en un Cascorro de Madrid; en los mercadillos de la provincia no hay aglomeraciones y, sin embargo, nos cerraron sin dar ninguna posibilidad a seguir trabajando, sin analizar la situación de cada municipio” se lamenta Paqui quien recuerda que tardaron muchos meses en poder retomar su actividad a medio gas para, después, con las nuevas olas del virus, volver a cerrar.
“Han sido meses muy duros, de desconcierto, de no saber qué va a ser de tu vida ni como vas a afrontar los gastos y el pago de la hipoteca; ha sido una desmoralización tremenda, una situación insostenible que ha llevado a que muchas familias que vivían de esto abandonen, y ha dejado a otras muchas en situaciones muy críticas”, se lamenta.
Siempre con un trato amable
Con 62 años Paqui, de momento, no piensa en jubilarse. Tiene muchas anécdotas que contar de su experiencia como vendedora ambulante, de un lugar a otro, declara mientras atiende en su puesto de Daimiel. Conoce bien a sus clientes y sus costumbres, los escucha, charla con ellos, y hace también, por que no decirlo, un poco de sicóloga, ofreciendo una sonrisa, un rato de conversación, una palabra de ánimo, escuchando… Y eso, le encanta.
“Yo lo único que quiero es que se vaya ya la pandemia y poder trabajar y seguir viviendo de esto”, concluye Paqui quien recuerda que, a pesar de todos los pesares, la venta ambulante sigue siendo una actividad económica rentable y sostenible, que contribuye al desarrollo económico de las ciudades y los pueblos.