Plaza de toros de Pedro Muñoz (Ciudad Real). Corrida goyesca. Un tercio de entrada.
Se lidiaron seis toros de Chamaco, bien presentados. Primero reservón aunque noble por el derecho. Segundo sin clase. Tercero algo bronco. El cuarto número 18, de nombre Hipócrita, de septiembre 2017, resultó indultado. Quinto manejable. Sexto sin entrega.
Esaú Fernández: dos orejas con aviso y dos orejas y rabo simbólicos con aviso.
Luis Gerpe: dos orejas y dos orejas y rabo.
Ángel Jiménez: oreja tras aviso y dos orejas.
Los tres toreros y el mayoral, que se añadió al trío a última hora, salieron a hombros.
No cabe duda de que hay necesidad -e imperiosa- de lluvia que mitigue la sed de nuestros campos y embalses. Más nos vale concienciarnos. Pero ahora, permitiéndonos la licencia de frivolizar con algo vital como es el agua, diremos que en Pedro Muñoz llueven orejas en los días de festejo taurino. Ya ocurrió el pasado año, y este no ha sido distinto. La plaza de toros ciudarrealeña fue escenario ayer de una corrida goyesca que desembocó en una riada de trofeos, con indulto incluido.
Lo que también volvió a destacar, esta vez en sentido positivo, fue el trapío de los toros lidiados. El pasado año fueron los de Partido de Resina (con más fachada que contenido bravo), y éste los serios cuatreños y cinqueños de Chamaco, que no derrocharon raza ni clase en sus embestidas, pero que tuvieron presencia. Además, se llevó de vuelta a su finca un toro que fue un reguero de embestidas por abajo por el pitón izquierdo, y muy potables por el derecho. Pero a eso llegaremos luego.
Siguiendo el orden cronológico diremos que Esaú Fernández se enfrentó a un primer toro reservón en los dos primeros tercios y que embistió con calidad en las dos tandas iniciales por el derecho. El sevillano se la dejó en la cara y ligó sin sutilezas antes de enterrar estocada entera desprendida por la que se le concedieron dos orejas. La tarde olía a “pelúas”, como diría Jesulín. Y así fue.
El cuarto metió la cara abajo de ensueño, y Esaú Fernández forzó la figura (echando el tronco hacia delante) al pasarlo de muleta, como para verlo más de cerca, desluciendo el conjunto al adoptar tal postura. En su haber anotamos que el toro resultó indultado después de pegarle unos cuantos en los que hubo de todo. También cabe señalar que, ya con unos cuantos muletazos encima, Hipócrita, que así se llamaba el toro, echó la cara arriba sin terminar el viaje hasta el final.
Un firme Luis Gerpe plantó cara al segundo, un toro que, ocasionalmente, iba al cuerpo por el izquierdo. La pulcra faena tuvo el mérito de ponerse por el pitón malo y robarle alguno aceptable por el derecho dejándosela en la cara, si bien se echó en falta una mayor longitud en el trazo de los muletazos diestros. Se la quitaba de la cara demasiado pronto. La estocada al primer viaje le granjeó las dos orejas. Decidido y espoleado por el triunfo de Esaú, Gerpe se entregó con el quinto, falto de ritmo, y al que tumbó de una gran estocada cobrada a la primera. Esta vez tocó conceder el rabo.
Ángel Jiménez se topó con un tercero que arrancaba con ímpetu frenándose a medio camino, dificultando la consecución de lucimiento, aunque algún destello suelto de su buen concepto hubo. Dos orejas fueron a sus manos por, efectivamente, matar decorosamente a la primera.
El sexto se movió soltando la cara por ambos lados. En el trasteo de Jiménez hubo actitud pero no limpieza. No obstante lo cazó dignamente con celeridad y paseó dos orejas, saliendo a hombros junto a sus compañeros de terna y, en última instancia y ya casi al abandonar el ruedo, el mayoral de la ganadería. Todos contentos.