J.L.M., dueño de una conocida fábrica de conservas cárnicas de Piedrabuena, acaba de ser condenado a siete años de cárcel por abusar de una empleada de la fábrica, que trabajó diez meses hasta que fue despedida en abril de 2017.
La sección primera de la Audiencia Provincial, que juzgó el caso a mediados de mayo, considera suficiente prueba de cargo el testimonio de la víctima, un relato que califican de “hábil para destruir la presunción constitucional de inocencia, superando en su análisis los filtros de credibilidad, persistencia y verosimilitud”, dice textualmente el fallo.
La sentencia también se apoya en “la huella grave que le dejó como secuela un estrés postraumático”, que ratificaron los forenses, e impone al acusado que indemnice con 18.000 euros a la perjudicada por daños morales y quince años de alejamiento, una vez cumplida la condena de prisión, que se puede recurrir.
“No esperábamos otra cosa”
“No esperábamos una sentencia en otro sentido. En el juicio quedaron acreditados los hechos que denunciamos y el fallo final, que no es exactamente el que pedíamos, nos parece muy ajustado”, afirma Luis del Valle, el abogado de la denunciante.
Importante para Ciudad Real
Del Valle recalca que se trata de una decisión relevante del alto tribunal provincial, “que fija las reglas del juego de un empresario respecto de sus trabajadoras o trabajadores, es importante para la provincia”, subraya, “creo que es la primera vez que la Audiencia de Ciudad Real condena a un empresario a una pena tan abultada por abuso sexual”.
No ha trabajado después de esto
El abogado entiende que pueda haber recurso de la parte contraria, pero cree que tiene poco recorrido, y recalca el grave perjuicio que ha sufrido la víctima, “después de esta experiencia ha sido incapaz de reincorporarse al mercado laboral”. La mujer ni siquiera vive en Piedrabuena, salió de allí para evitar cruzarse con el condenado o su familia, pese a la orden de alejamiento entre ambos.
Delito de abuso sexual continuado
El tribunal considera probado que desde julio de 2016, cuando la mujer empezó a trabajar en las cocinas de la fábrica, hasta que la despidió en abril del año siguiente por negarse a ir a limpiar a su chalé, el acusado cometió el delito de abuso sexual continuado que considera probado.
El acoso empezó con insinuaciones verbales
El presunto acoso sexual empezó de manera sutil, primero con comentarios, que si “estaba muy buena” o dándole ropa de trabajo más ancha de lo normal para insinuar, cuando se quejaba de que se le caían los pantalones, que no pasaba nada, que él se los sujetaba.
Después de las palabras empezaron las acciones. La víctima explicó en el juicio que empezó a tocarla cuando la pillaba desprevenida o sola preparando el escabeche de las conservas de caza, por las tardes. Los tocamientos, en el culo o los pechos, eran por encima de la ropa al principio, después fueron más graves, por debajo; en otras ocasiones se restregaba contra ella, e incluso se masturbó encima y la obligó a tocarle el pene.
Le hacía mucha falta el trabajo y no denunció
El episodio más grave de esta escalada de abusos, que la denunciante reconoce que no denunció “por vergüenza y porque me hacía mucha falta el trabajo”, ocurrió un día entre julio de 2016 y abril de 2017: le metió un dedo en la vagina, le hizo tanto daño que fue al médico quejándose de dolor.
Decidida a aguantar y a zafarse cuando pudiera de él, la mujer, que sigue en tratamiento psicológico, estalló un día de abril de 2016 cuando el acusado le pidió primero a ella y luego a otra trabajadora que fueran a hacer limpieza a su chalé, y se negó a ir delante de la administrativo y la otra compañera.
La echó por negarse a ir a limpiar a su chalé
“Se volvió loca”, explicó en el juicio la otra empleada, hasta el punto que el acusado les preparó los papeles de despido improcedente y las echó. Solo después del despido la perjudicada puso la denuncia que ha dado pie a este proceso judicial.