El misterio inunda cada rincón en la víspera del Día de Todos los Santos donde la provincia ha sucumbido como el resto del mundo Occidental al anglosajón Halloween frente al recogimiento de la tradición propia. El viajero que desee llevarse por la magia tiene que acudir a los humedales de la provincia, al Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan y a las Tablas de Daimiel, donde ya suenan las aves reinas del cielo invernal: las grullas.
Para el visitante, local o extranjero, que prefiera dejarse guiar por el patrimonio, la historia, la cultura o la gastronomía, existe un nuevo aliciente: las rutas del patrimonio andalusí. Permiten descubrir los castillos del corazón de Ciudad Real, desde el Parque Arqueológico de Alarcos al Castillo de Calatrava la Vieja, que acogió la medina más poblada de la provincia en el periodo de Al Ándalus. La segunda ruta disecciona el Campo de Montiel, desde Villamanrique a Peñarroya.
Las grullas pasan por el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan
El sonido de las grullas, esas aves enormes que surcan agrupadas en forma de “v” el techo manchego, anuncia el otoño. Ya han empezado a escucharse en el Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan, que forma parte de la Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda, junto al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, las lagunas de Villafranca de los Caballeros y otras de Toledo y Cuenca.
El sonido gutural que sale de sus tráqueas retorcidas no es un graznido, sino “grave profundo”. Primero se escuchan y “de repente aparecen ante tus ojos, en formación, normalmente 12 o 15, aunque en los días clave puedes ver más de 80”, comenta Vicky García, educadora ambiental del Ayuntamiento y Aguas Alcázar. Sobrevuelan muy alto, pero es fácil identificarlas.

“El macho más viejo va el primero y gracias a la envergadura de sus alas protege de la resistencia del viento a las detrás”, explica. Nunca dejan atrás a una compañera herida, ni a las madres con sus crías. Son enormes, insiste García, porque “pueden llegar a 1,50 metros de altura y 1,80 de ala a ala”. Durante el invierno, voluntarios de toda Europa participan en los censos de la organización SEO Birdlife.
Vienen del norte de Europa, donde han pasado el verano, y la mayoría han hecho parada en la laguna de Gallocanta en Aragón. Decenas de miles acabarán en Extremadura, pero algunas se quedarán en Castilla-La Mancha, “la segunda comunidad donde más grullas pasan el invierno”. En Alcázar de San Juan, el mejor lugar para verlas es la laguna del camino de Villafranca, que se llena con agua residual procedente de la depuradora.
“Suele haber dormideros si hay suficiente volumen de agua”, advierte Vicky García. Si no acabarán en otras zonas del humedal que la tengan. Recomienda acudir al amanecer o al anochecer, porque durante el día se mueven por los alrededores en busca de comida. Por esa razón es muy común verlas también en los rastrojos de cereal, “comiendo los invertebrados que encuentran en el suelo y semillas”.
Existen tres rutas delimitadas: una de 3 kilómetros por la laguna de la Veguilla, otra que une con la del camino de Villafranca de 7 kilómetros y una tercera que recorre también la laguna de Las Yeguas de 17 kilómetros. “Recomendaría visitarlas porque la actividad física siempre es positiva y porque nos permiten ser conscientes de los cambios que se producen en la naturaleza durante el otoño”, comenta la guía.

Otras aves migratorias de otoño, como las cigüeñas y los flamencos, ahora forman del paisaje de las lagunas casi todo el año. También se puede ver la emblemática malvasía cabeciblanca y la cerceta pardilla, además de aves vinícolas en las orillas, como la avoceta y la cigüeñuela. Es un plan de naturaleza que se puede combinar con la ruta del Quijote, el yacimiento de Piédrola y un turismo gastronómico donde Alcázar es referencia.
Noche de Brujas en las Tablas de Daimiel

Si hay un sitio apropiado para vivir la Noche de las Brujas ese es Daimiel. Este oasis en medio de La Mancha de tierras bajas encharcadas y lagunas, donde las aves migratorias encuentran refugio entre hierbas medicinales y mares de tarays de ramas retorcidas, fue en el pasado cuna de aquelarres. No es una leyenda, pues junto a Almagro fue el pueblo de la provincia con más procesos de la Inquisición a brujas y hechiceros.
Punto de encuentro de tres culturas, cristianos, judíos y moriscos conversos a lo largo de la historia, Daimiel fue enclave de episodios mágicos. Los judíos que vivían en las actuales calles Pacífico, San Roque y Santa María enterraban la sangre de los animales para el consumo humano porque en ella residía todavía el alma y hacían degollamientos rituales. Además, la misma geografía, el humedal y las aves migratorias, daban pie a especulaciones.

Juana Ruiz fue la primera mujer acusada de brujería. La leyenda cuenta que rondaba desnuda el ‘Carnero’, el osario de la iglesia de Santa María, para recoger los huesos de los muertos en los primeros años del siglo XVI. Decían que ascendía al cielo montada en una escoba para reunirse con su aquelarre, según recoge el libro ‘Daimiel, pueblo de brujas’ publicado por Belén Garzás y Javier González Gallego. En Daimiel no hubo condenados a la hoguera por herejía, aunque la Inquisición colgó 37 sambenitos.
Una visita al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel se presta a vivir las leyendas. La llegada de las grullas, también aquí es otro de los atractivos de la temporada. Último representante del ecosistema denominado tablas fluviales, el parque empieza el otoño con 250 hectáreas inundadas, con nuevas praderas de ovas y récord histórico de aves nidificantes.
Descubrir el corazón de Ciudad Real a través del legado Andalusí
Pensar en el legado de Al-Ándalus lleva la mente a Córdoba, Granada o Sevilla, las principales sedes de las dinastías musulmanas en la península ibérica, de omeyas, nazaríes, taifas, almorávides y almohades. Pero en Castilla-La Mancha y, en concreto en Ciudad Real, también dejaron huella y el legado Andalusí puede ser una excusa perfecta para recorrer la provincia, patrimonio, cultura y gastronomía.
La primera ruta atraviesa el corazón de Ciudad Real desde el parque arqueológico de Alarcos. Es uno de los yacimientos más importantes de la Submeseta Sur y proporciona una rica secuencia ocupacional desde la Edad de Bronce. Entre los siglos VIII y XIII se edificó un poblamiento medieval, que fue castellano e islámico, vinculado a la historia de Calatrava la Vieja. A escasos veinte kilómetros agua arriba del río Guadiana, el lugar fue testigo de derrota de los ejércitos castellanos frente a los ejércitos almohades en 1195.
La ruta incorpora el Castillo de Salvatierra de Calzada de Calatrava, una fortificación islámica de origen omeya estratégica en uno de los pasos desde Sierra Morena a la Meseta, y también el castillo de Miraflores de Piedrabuena, construido por los almohades entre los años 1196 y 1197. Tampoco se olvida del castillo de Caracuel, que llegó a ser entre los siglos VIII y XI uno de los baluartes andalusíes más importantes del Campo de Calatrava, ni el castillo de Doña Berenguela de Bolaños, pese a que la configuración arquitectónica actual se corresponde al periodo castellano.
El mejor cierre lo proporciona la fortaleza de Calatrava la Vieja en Carrión de Calatrava, Qal’ at Rabat, la medina más importante y la más poblada de la provincia de Ciudad Real en el periodo de Al Andalús. Fue omeya, taifa, almorávide, almohade y cristiana, tras la victoria de los cristianos en las Navas de Tolosa en 1212. Y para terminar la ruta, qué mejor que con una de las delicias culinarias de la zona, las berenjenas de Almagro, por cierto, un alimento que se generalizó en la época omeya.
El Campo de Montiel con la segunda ruta del legado Andalusí

Castillo y embalse de Peñarroya en Argamasilla de Alba / Archivo
La segunda ruta de las diez que incluye la Experiencia Andalucí atraviesa el Campo de Montiel. De nuevo muestra cómo “hoy no sería posible entender Castilla-La Mancha sin atender a su pasado andalusí”. Solo hay que tener en cuenta que tres de las cinco capitales, Albacete, Cuenca y Guadalajara, se fundaron entonces, durante más de cuatro siglos de dominio islámico desde la caída del reino visigodo en Toledo en 711.
El castillo de la Estrella de Montiel marca el inicio, un asentamiento fortificado islámico construido en el siglo IX. Tuvo su relevancia durante las incursiones de almorávides y almohades, hasta la conquista por tropas castellanas en 1226 y la cesión a la Orden de Santiago. Es vecino del castillo de Eznavejor en Villamanrique, de la misma época y con una historia similar, hasta que el traslado de los caballeros santiaguistas a la casa fuerte de Montizón le llevó al abandono en el siglo XIII.
En la zona también está el castillo de Alhambra o el castillo de Peñarroya en Argamasilla de Alba, que en este caso acabó en manos de la Orden de San Juan de Jerusalén a inicios del siglo XIII. Llegó a ser el enclave económico de mayor importancia para la orden en el siguiente siglo. Está claro que la visita a los castillos es una excusa perfecta para conocer la historia de las órdenes militares medievales, también la de Calatrava, tan importante en el centro de la provincia.
El cierre lo pone el torreón de El Cubillo de Alcázar de San Juan, una construcción en piedra, de planta semicircular, situada en el centro histórico. Según explica la plataforma Experiencia Medieval, “su técnica constructiva medieval y su situación en el emplazamiento supuesto para el alcázar islámico de la medina de al-Qasr, con actividad en los siglos X y XI”, llevan a pensar que fue un resto de la antigua muralla.
