El Palacio de la Clavería de Aldea del Rey acogerá este sábado 1 de agosto el XI Encuentro Oretania de Poetas, este año en torno al libro “Palabras en silencio”, con composiciones de veinticuatro poetas de Ciudad Real y sus diferentes pueblos.
El libro ha sido editado por Ediciones C&G y coordinado por Luis Díaz-Cacho Campillo, quien escribe la introducción con el título “La violencia de género es una realidad”. En concreto, afirma que “me duele la violencia entre las personas, la verbal y la física. Y mucho más aquella violencia que se justifica en el amor. En el amor jamás puede caber la violencia, si de verdad es amor sincero, ansias en el encuentro, necesidad de tenernos juntos.”
Las ilustraciones son de la pintora Olga Alarcón y el prólogo de Araceli Martínez, en el que escribe que “la poesía, no me cabe duda, es poderosa para influir en la percepción social, incluso incidir en los cambios sociales necesarios, en la medida en la que nos trasmite valores y modos de ver la vida y el mundo que nos rodea”.
En el encuentro estará presente el lema “Los poetas del barro” que han acuñado los alfareros de Alfar Arias y el Centro Alfarero La Estación, integrado por María de Gracia Arias y Ángel Leal, que a lo largo de las once ediciones del encuentros donan generosamente los símbolos de esa Poesía de barro a cada poeta participante.
Igualmente, en el libro se describe toda la trayectoria profesional de unos de los mejores alfareros y ceramistas de la provincia y de España.
Julio Criado, director editorial, es el soñador que hace posible estos encuentros poéticos y logra su permanencia. Es el navegante que sabe que al echar sus redes no obtendrá muchos beneficios porque de la poesía casi nadie vive ni ha podido vivir.
En el mismo acto se hará entrega de los Premios del I Certamen Nacional “Valentín Villalón”. Y presentación del libro “En el diván de Jacques Lacán” de Jaime Fernández Bartolomé (Amado Storni)
Creo que nunca se denuncia demasiado en una sociedad tan violenta como la nuestra, anestesiada y acostumbrada a verla en todas las pantallas y en todos los diarios digitales y de papel. No hay nada más terrible que acostumbrarse a ella de tal manera que se ha llegado a interpretarla continuamente, ignorando los mensajes subliminales que quedan en el pensamiento del receptor que la recibe. Asistir a esa violencia en series, juegos y películas implica ser tocado por la misma violencia. Lo que supone alimentar continuamente una cultura de maldad inhumana. Porque esas imágenes actualmente es un fenómeno que habría que rechazar en vez de alimentar. Nuestra cultura es una cultura de muerte; de esa muerte de la que no se habla y sí se muestra como obras de arte. La vida humana no está fundamentada en la violencia si no en el amor y la generosidad y defensa de los inocentes. Porque la vida no es un juego es un riesgo y una apuesta por la convivencia entre todos.
Leer el contenido del libro “Palabras en silencio” es señalar nuestro mundo con el latido existencial de los poetas. Si la poesía permanece muda frente a la injusticia, entonces es que no hay poetas.
Este es uno de mis poemas recogidos en el libro.
Desheredados
Niños sin nombre herida abierta de escalofrío
que nadie busca entre la sangre de los conflictos…
Muere la risa si un niño llora. ¿Dónde encontrarla?
Gime la noche, ¿dónde está Dios?
¿Quién se enriquece de la desdicha de tantos niños?
No tengo nada para esos niños,
no tengo nanas para la niña que está famélica,
para los niños de quien abusan,
para los niños sin un salario, para el esclavo
que no conoce la libertad. Dios nos perdone nuestra dureza,
nuestro egoísmo, nuestra avaricia,
nuestra desidia para los niños de cuerpo roto,
Dios no nos juzgue ni pida cuentas de ese desgarro
del niño pobre, del niño triste,
del niño enfermo, del niño hambriento…
¡Ay! lazarillos del desamparo, pobres del mundo
que nadie escucha, llanto de hiel llevan sus labios.
Por un momento no me resisto a alzar mi voz,
pobres del mundo, los esqueletos de hondas pupilas
y extremidades de hueso y piel.
Pido perdón, pido clemencia. Por ser inútil,
por ser un lastre, por ser más ciega que un ciego es.
Dios va muriendo entre los pobres niños desasistidos
y nadie escucha ese gemido de soledad.
Niños de llanto y de miseria piden limosna,
piden la paz, techo y comida. Niños sin nadie
mueren muy solos en la ciudad. Pido clemencia
para los niños desheredados sobre la tierra.