Asistente educativa de niños con discapacidad física e intelectual en Austria, Desirée Burgos es otra de las muchas manchegas a las que el coronavirus les ha pillado en el extranjero. Se fue por amor hace tres años y porque tenía ganas de salir a probar suerte. Hoy está en uno de los países del mundo con mayor porcentaje de curados.
La primera vez que oyó hablar del Covid-19 fue, como la mayoría de los occidentales, después de Navidad. Fue cuando empezó a leer noticias alarmantes de China, aunque las veía “como algo súper lejano”. “Aquí no iba a llegar nunca, porque esas cosas aquí nunca pasan”, reflexionaba en aquellos días desde su ciudad, Graz.
El cierre de las fronteras y los primeros EPIs
En medio de la tranquilidad europea, el Covid-19 impactó en Italia y trastocó la vida de Desirée y su pareja, que trabaja en la Montauniversität de Leoben. Cuenta que en su país de adopción las restricciones comenzaron pronto. Lo primero fue el cierre de la frontera con Italia, en cuanto los contagios empezaron a subir “como la espuma” en el país vecino.
También el Gobierno decretó la cuarentena para las personas que venían de Italia. Los flujos de población han sido claves en la propagación de la pandemia, de hecho, la región austriaca del Tirol (reconocida estado federal), que está en la frontera, es la más afectada.
Sus compañeros empezaron a utilizar en aquellos días los equipos de protección individual (EPIs) en las residencias de ancianos y en centros para personas con discapacidad, los más vulnerables ante el Covid-19. Fueron los primeros en usar mascarillas, guantes y “protección extra”, antes de la cuarentena.
Como en España, el confinamiento empezó en Austria el 16 de marzo. Hasta hace diez días ha estado todo cerrado, solo estaban abiertas las farmacias y los supermercados. Ahora ya funcionan papelerías, ferreterías y tiendas de menos de 400 metros cuadrados.
Austria, con 15.225 personas contagiadas hasta la fecha, 542 fallecidos y 12.282 curados, es uno de los países del mundo con mejores datos. Ocupa la decimocuarta posición en el ranking europeo de casos positivos y además es uno de los estados con mayor porcentaje de curación, junto a Alemania o Suiza.
Comienza la “desescalada”
“El jueves 30 de abril es el último día de confinamiento”. Si todo sigue así los austriacos cerrarán el mes de abril y el confinamiento al mismo tiempo, por lo que ya se podrán encontrar con familias y amigos, aunque las mascarillas serán obligatorias en las tiendas y en el transporte público.
Además, Desiré explica que está previsto que “a primeros de mayo se abran peluquerías y tiendas de ropa” y “a finales, los restaurantes y bares”. El día 18 también abrirán los colegios de Primaria y los gimnasios.
Esta piedrabuenera y su pareja han tenido un confinamiento más leve. En el país centroeuropeo los colegios estuvieron abiertos hasta Semana Santa para las familias que no tenían donde dejarlos mientras que los padres trabajaban. Está previsto que reabran a mediados de mayo y la universidad no lo hará hasta el próximo curso.
Además, han dejado hasta ahora salir a pasear “un ratito, para oxigenarte”, solos o con personas que vivan juntas, y por zonas poco concurridas. No todos cumplen las normas, y Desirée explica que vive al lado de un parque y “siempre está lleno de grupos de gente”. Como en España, “cada uno interpreta la norma como quiere”.
En estos momentos, Desirée señala que las autoridades en Austria son “muy optimistas” y los datos reflejan que la situación “está bastante controlada”. “Hay muchos más curados que fallecidos, y se está igualando la cifra de infectados y curados”, comenta. Ya han dejado atrás, “por suerte”, la semana en la que pasaron de 1.000 a 10.000 casos.
La confrontación política en España “es una pérdida de tiempo”
Desde la distancia, Desiré ve que la situación en España es resultado de que el coronavirus pilló “a todo el mundo por sorpresa”. A su juicio, se reaccionó tarde porque “nadie pensábamos que esto iba a pasar, porque lo veíamos muy lejano”. Considera que el coronavirus “pilló a todo el planeta desprevenido, no solamente a España”.
Eso sí, lo que valora de forma muy negativa es la confrontación entre el Gobierno de España y la oposición a raíz de las medidas del confinamiento y la lucha contra el coronavirus. “Es una pérdida de tiempo y de energía innecesarios, que podría invertir en mejorar la situación”, comenta.
El homenaje a los trabajadores de las residencias
A la piedrabuenera le causa especial inquietud las personas que se han quedado sin trabajo, los autónomos “que van a tener que cerrar”, las personas sin hogar, los dependientes y los ancianos. De hecho, espera que esta crisis sanitaria, que se ha cebado especialmente con los mayores, sirva para “repensar el concepto de residencia”.
Después de dedicar su vida “a levantar este país”, Desirée Burgos considera lamentable que acaben “en residencias donde se contratan los servicios más baratos y chapuceros para ahorrarse cuatro perras”. Además, destaca que, si en estos días la situación no ha sido peor en las residencias, ha sido por el afán de los trabajadores asistenciales.
En su caso, Desirée confiesa que está muy contenta con la residencia Gregorio Marañón de Ciudad Real, donde los trabajadores, “a pesar de que están a tope y reciben muy poca ayuda, sacan tiempo para escribir a las familias, para hacernos videollamadas, y para mandarlos nuestros mensajes”.
“En las residencias, los trabajadores están dando el 200% por cuidar a nuestros abuelos, pese a los pocos recursos que reciben”, afirma. Gracias a estos trabajadores, por ejemplo, ella ha abierto una vía de comunicación con su abuelo por carta, ya que es sordo. En la residencia se las imprimen y se las dan para que las lea. Por eso está más tranquila.
El distanciamiento con la familia lo lleva mal. Desirée iba a ir en mayo a la comunión de su sobrino y ya no va a poder ser. Su madre está sola, y su padre y su hermano también. Además, su padre ha tenido que llevar desde el principio a su hermano a la compra, porque no tenía con quién dejarlo.
“A saber cuándo podamos volver a volar”. La piedrabuenera tiene esperanza de volver a España en septiembre, y es optimista, a la hora de que en verano mejore la situación. Si puede ir antes de otoño, hará un viaje exprés, aunque cree que “la apertura de las fronteras va para largo, por desgracia”.
Estudiar mientras que sueña con volver a trabajar
Su día a día ahora es estar en casa: limpia, cocina, hace ejercicio y estudia. Con el cierre de colegios, ella es una de las profesionales que hoy no pueden teletrabajar. Como tiene trabajo estable en marzo cobró el 100% del sueldo y en abril recibirá el 80%, que lo asumirá el gobierno. Dice que la peor situación la viven los trabajadores temporales y los que viven de la hostelería, “que se han quedado con una mano delante y otra detrás”.
A ella, las restricciones le han fastidiado el examen para la convalidación de su título de integración social, que estaba programado para hace unos días y fue suspendido. Después de estar esperando “tres años” para hacer la prueba, dice que “esperar un par de meses más”, ya da igual.
Eso sí, el confinamiento le ha venido bien para preparar los exámenes de junio en la Uned, porque estudia a distancia educación social. A la calle intenta salir lo menos posible, porque le da miedo contagiarse y que la llamen para incorporarse en el trabajo. Solo sale dos veces a la semana a comprar y ya está.
Como todos, está “harta” y “deseando de que acabe esta situación”. Incluso, Desirée dice que sueña con volver a su trabajo. También quiere ir a España, a ver a su familia y a sus amigos, también a los de Austria, que lleva un mes sin verlos. De momento a España no se plantea volver, porque ella y su pareja están muy a gusto. “Aquí nos quedan unos años más”, concluye.