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Publican el primer Atlas de Suelos Vitícolas de Castilla-La Mancha

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Lanza
- Un grupo de investigadores de la UCLM ha definido más de un centenar de perfiles de suelos en un estudio que será muy práctico para el sector - Han diferenciado hasta una cuarentena de elementos traza, que vienen a representar la huella dactilar de cada tipo de suelo - Durante cuatro años, los  investigadores recorrieron miles de kilómetros de todas las zonas vitícolas de la región

J. Y. / Ciudad Real

Los 100.000 viticultores de Castilla-La Mancha ya pueden acercarse a las características de los suelos de sus viñas y así identificar la personalidad de los vinos que producen a través de ellos. Lo podrán hacer a partir de la exhaustiva información que recoge el primer Atlas de Suelos Vitícolas de la comunidad que un grupo de investigación, encabezado por profesores de la Universidad autonómica, ha confeccionado a lo largo de cuatro años y que acaba de ver la luz. El libro es de corte técnico será muy valioso para el sector, aseguran los científicos, ya que describe más de 100 perfiles de suelos en cerca de 400 páginas, con sus correspondientes análisis edafológicos y elementos traza. Precisamente, uno de los objetivos de la publicación es sensibilizar a la opinión pública sobre la diversidad e importancia de estas tierras en un cultivo clave para la economía castellano-manchega.

En Castilla-La Mancha no existían publicaciones sobre análisis edafológicos de los suelos, y la bibliografía referente a ello sólo constaba de documentos técnicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de algunas superficies ciudarrealeñas, o del mapa de suelos de la provincia de Toledo, editado por el Instituto Geológico Minero (IGM).

Por ello, el flamante Atlas de Suelos Vitícolas “es un paso y supone dar importancia a un factor al que hasta ahora se daba poco valor porque se ignoraba”, señala José Ángel Amorós, profesor de Viticultura de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real (EUITA), uno de los siete autores de la publicación, editada por la UCLM en colaboración con la entidad financiera Globalcaja. 

Amorós considera que el atlas viene a despejar una de las falacias relacionadas con La Mancha como es la creencia de que la llanura que acoge gran parte de los viñedos castellanos-manchegos tiene unas propiedades uniformes. “Nada más lejos de la realidad”, sostiene Amorós, porque “en 20 metros puede haber dos tipos diferentes”.

El profesor destaca la “importancia” de estos análisis a la hora de caracterizar, promocionar y comercializar los vinos de la región, al introducir valiosos datos sobre “la influencia del suelo en el cultivo”. Se trata de un concepto “que no se conocía antes y que ahora está muy de moda” con el denominado ‘terroir’ de los vinos, para descifrar las características especiales que la geografía, la geología y el clima de un determinado espacio otorga a cada variedad.

“Es un primer avance, conocer los suelos y cómo pueden influir en las peculiaridades de tus vinos”, celebra Amorós que explica que han detallado más de 100 perfiles en un mar de cerca de 500.000 hectáreas, en los que muchos viticultores podrán buscar similitudes y coincidencias  con las propiedades los suyos.

“Aportamos muchos datos, como una descripción edafolófica en profundidad en los distintos horizontes (capas) que pueden servir para la elección de los fertilizantes y de los portainjertos, además de los análisis de los elementos traza”, sostiene Amorós.

Al parecer, han diferenciado hasta una cuarentena de estas sustancias esenciales, presentes en el suelo en mínimas cantidades, que vienen a representar la huella dactilar de cada tipo de suelo.

Estas aportaciones analíticas también permitirán saber si las huellas geoquímicas se han transmitido a las hojas, un avance “novedoso y muy interesante para el sector”.

En el estudio de la materia orgánica han definido los niveles de PH, y de otros elementos como el fósforo, el nitrógeno, el  calcio, el potasio, el magnesio y el sodio, además de la capacidad de intercambio de cada capa para retener nutrientes.

Trabajo de campo

En cuanto al trabajo de campo, “que es muy enriquecedor”, los siete investigadores recorrieron miles de kilómetros de todas las zonas vitícolas de la región (excepto Mondéjar) para realizar las calicatas de entre un metro y medio y dos metros, y adentrarse en las características de los suelos en varias fases, primero con una descripción in situ de las peculiaridades visuales, como el color, la estructura y la  textura, y después, tras la toma de de muestras (en sacos de un kilo o más por capa), en el laboratorio con análisis más específicos sobre un centenar de parámetros.

“Después hay que interpretarlos y hacer la clasificación”, así como “dar recomendaciones agronómicas, sobre qué portainjerto es el más adecuado, el tipo de cultivo, o la fertilización”, unas acciones que “serán los pasos siguientes”.

Personalidad

Medir el grado de rentabilidad que aporta cada suelo a los caldos “es algo subjetivo”, sostiene el profesor, pero de lo que sí está seguro es de que la amplia diferencia científica de los suelos vitícolas definida en el atlas “puede dar personalidad a los vinos”.

Y es que no es lo mismo un terreno rico en estroncio, que una zonas ácida, u otra más alcalina, o qué decir de las tierras volcánicas de Ciudad Real, únicas en la península. “La variedad de los suelos puede justificarse e influye en la calidad y en las características de cada vino”, reitera Amorós.

El proyecto se inició hace cuatro años, ha sido financiado por la Junta de Comunidades, y su presentación se celebrará en la primera quincena de marzo. Se han editado medio millar de ejemplares y si tiene éxito “se podría editar una segunda edición”.

De norte a sur y de este a oeste, desde Valdepeñas hasta La Mancha y Almansa

Los autores del atlas emplearon mucho tiempo en recorrer una región tan extensa como Castilla-La Mancha, con 80.000 kilómetros cuadrados, y con una superficie vinícola de cerca de medio millón de hectáreas, que representa el 46 por ciento de la superficie nacional de viñedo, el 14 por ciento de la europea y el 6 por ciento de la mundial.

“A nuestra experiencia sumamos la ayuda de mucha gente”, tanto viticultores, como personal de cooperativas, bodegas, consejos reguladores y desde Cooperativas Agroalimentarias Castilla-La Mancha, ya que el trabajo tiene una perspectiva práctica desarrollada a través de las fichas sobre los perfiles de suelos de viña elaborados en las cinco provincias de Castilla-La Mancha.

Según el equipo científico que ha desarrollado el documento, el atlas representa una base de datos sobre las propiedades de los suelos vitícolas castellano-manchegos, además de ser una herramienta clave para evaluar las calidades de los territorios vitícolas, y de constituir un punto de partida sobre el que sustentar futuros cambios en los mismos.

En concreto, recorrieron toda la comunidad castellano-manchega, de este a oeste y de norte a sur, y analizaron viñas en comarcas de tradición vitivinícola y de conocidos caldos como Almansa, Campo de Calatrava, La Mancha en sus configuraciones provinciales de Ciudad Real, Albacete, Cuenca y Toledo, la Manchuela, Méntrida, Montes, y Valdepeñas.

El libro tiene 318 páginas distribuidas en cinco capítulos que abordan los factores morfológicos y clasificaciones del suelo, su aportación como factor de calidad en la producción de vinos, la metodología del trabajo y los resultados en cada suelo de las zonas visitadas.

Y es que el trabajo no ha sido, indican, una actualización de estudios previos, ni la mejora de anteriores ediciones, pues es “el primer Atlas de Suelos Vitícolas de Castilla-La Mancha”.

En el olivo

Los investigadores implicados en el atlas seguirán trabajando en la trazabilidad geoquímica de los vinos, abiertos a las colaboraciones de las administraciones públicas o empresas privadas, unos parámetros que trasladarán en otro estudio al cultivo del olivo. “Del mismo modo que se transmite esta huella al vino, se puede transmitir también al aceite”, explica Amorós.

Para ello, retomarán un proyecto iniciado hace año y medio sobre esta base analítica para identificar el origen geoquímico de los aceites.

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