En 1973 tres aficionados “a los misterios” de Albaladejo se pusieron a excavar cerca del pueblo alentados por la revelación del labrador Nemesio Campos: “Ahí, en el puente la Olmilla, se me han quedado clavados los arados como en una pared”. Ese hallazgo casual de Campos vino a confirmar que las elucubraciones de estos interesados en la historia no iban desatinadas. De modo que se llevaron sus herramientas, se pusieron a cavar y retirar tierra donde les indicó Nemesio y, bingo, apareció un enorme mosaico romano decorado con un par de leopardos que en la actualidad exhibe el Museo de Ciudad Real.
La verdad es que no fue tan rápido ni sencillo. Daniel Lillo y los hermanos Ignacio y Jacinto Macías (este último ya fallecido) le echaron horas de sus ratos libres a excavar en el lugar señalado por Nemesio Campos, hasta desenterrar lo que creyeron era un mosaico. “Yo estaba de alguacil en el Ayuntamiento y tenía amistad con el secretario, don Francisco, una persona más elevada en cultura que yo”, rememora Lillo. Fue al primero que se lo contaron y la primera autoridad que les advirtió: “Tener cuidado, que esas cosas se penalizan como no se hagan bien”.
Con esta información oficial el Ayuntamiento abrió un expediente, informó del hallazgo al Museo Provincial que envió un primer equipo de reconocimiento. La intervención siguió su curso y no fue hasta un año después, en agosto de 1974, “cuando vinieron los primeros arqueólogos, catalanes, que empezaron a investigar, detrás vinieron otros y así empezó todo”.
Casi 50 años del hito de Albaladejo
Han pasado casi cincuenta años de aquello y Daniel Lillo, hoy presidente de la asociación cultural Miliarium de Albaladejo, cuenta esta historia como si hubiera ocurrido ayer, con algún matiz que introduce el codescubridor Ignacio Macías: “Esto era una escombrera que a una persona que tiene una poca afición le llama la atención; se veía mucho casquijo y restos de cerámica”.
Lillo y Macías, reunidos por el equipo de arqueólogos que dirige la intervención en la villa romana de Puente de Olmilla de 2020 durante la visita de Lanza contemplan los avances de la campaña más completa en el yacimiento, que se abandonó a primeros de los años noventa, tras la extracción de los mosaicos.
Tienen motivos para estar satisfechos, su empeño y el de las personas que les apoyan desde hace diez años han sido capaces de promover todo un plan de empleo de seis meses financiado por la Junta de Comunidades y apoyo de la Diputación (acaba el 21 de diciembre) para intervenir con mano de obra desempleada del pueblo (siete personas) y un equipo de arqueólogos, técnicos en arqueología y estudiantes voluntarios, que le están devolviendo la forma a esta enorme villa, esplendorosa entre los siglos II y III. El objetivo hacerla visitable y abrir un museo, quién sabe si incluso de los mosaicos romanos de la provincia en el año 2023, coincidiendo con el cincuenta aniversario del hallazgo.
El “sueño” de Miliarium y de todo el pueblo
“Queremos que este sea el sueño de todo el pueblo y creo que lo vamos consiguiendo”, comenta Maribel Ballesteros, secretaria de Miliarium, la asociación que ha tomado las riendas de la recuperación del yacimiento, con el soporte del Ayuntamiento. “Compartimos la idea de hacer un museo, si se puede, o hacerlo visitable”, añade la alcaldesa Elena Castillo que sabe que un proyecto de este tipo necesita inversión.
La Casa de Cultura de Albaladejo, una encantadora población del Campo de Montiel de unos 1.200 habitantes, solo aloja uno de los mosaicos descubiertos en Puente la Olmilla: “Una reivindicación es recuperar el mosaico de los leopardos y traerlo aquí, para disfrutarlo en su contexto”, explica el teniente de alcalde Tomás Salido.
Pero Miliarium va más allá, “no queremos que este proyecto se pare o avance según quién gobierne o se vea afectado por los bandazos de la política”, “vivimos en la comarca de Campo de Montiel, una comarca de la España vaciada y creemos que este proyecto puede ser bueno y enriquecedor para el empleo, el comercio, la hostelería y el futuro turístico”, remarca Ballesteros.
La compra de los terrenos
La intervención arqueológica va a toda máquina este año (y eso que empezó con retraso por la pandemia) pero la musealización no tanto. Los terrenos son privados y el Ayuntamiento está exhausto financieramente, de ahí que Miliarium, una entidad sin ánimo de lucro, se haya decidido a comprarlos, o al menos a intentarlo. Para ello han comenzado una campaña de difusión y captación de socios, “con bastante éxito la verdad, ya hemos captado a bastante gente, mucha de fuera del pueblo”, agrega Ballesteros, no descartan recurrir a la suscripción popular o acceder a las ayudas europeas de la asociación para el desarrollo Tierras de Libertad.
“Lo ideal sería crear una entidad que englobara a todos, Ayuntamiento, propietarios, asociación y población en general, el proyecto es muy interesante y enriquecedor, queremos hacer una especie de micromecenazgo”.
El mecenazgo por el patrimonio de Albaladejo que abandera Miliarium ha permitido que prenda el proyecto de restauración y consolidación de los restos de esta villa romana que podría ser la única visitable en la provincia (Sisapo en La Bienvenida está cerrado). Lo explica el arqueólogo José Luis Fuentes (Oppida, Universidad de Granada) que forma parte del trío científico al frente de la recuperación de Puente la Olmilla junto a Luis Benítez de Lugo (Universidad Autónoma de Madrid) y Manuel Moreno (Universidad de Córdoba).
Los leopardos y Orfeo
Uno de los descubrimientos de esta campaña tiene que ver con la reinterpretación del mosaico de los leopardos. A la luz de las nuevas excavaciones parece que lo que falta en el centro es el dios Orfeo, representado con su lira, con los leopardos uno en actitud de amansamiento y el otro de llamada. A esta deidad griega se le atribuye la capacidad de conmover a todo ser vivo, tanto animales como personas, incluidos peligrosos felinos como los leopardos.
A un mes para que finalice el trabajo de campo, Fuentes no oculta su entusiasmo por lo que se ha avanzado, gracias a la capacidad de los trabajadores del plan de empleo para retirar tierra, unida al trabajo minucioso de los arqueólogos técnicos Lucía Avial y Eduardo Vicente, en la subdirección, coordinando a un equipo del que también ha formado parte la restauradora de Oppida Carmen Alañón.
Por Puente la Olmilla han pasado este verano 22 estudiantes de diferentes universidades en tres grupos (veinte días cada uno), de doctorado, restauradores de carrera y alumnos de historia en prácticas.
“Hemos duplicado la superficie excavada”
“Hemos duplicado la superficie inicial excavada, hemos pasado de unos mil metros cuadrados a mil ochocientos, de una villa que puede tener en torno a media hectárea o una hectárea completa construida. Vamos viendo es que es más grande de lo que pensábamos y estuvo ocupada hasta el siglo VI, con la llegada de los árabes”.
Pero lo más importante de la intervención 2020, en opinión de Fuentes, es “todo un sistema de canalizaciones que llegan hasta la gran cloaca por la que vertían el agua y servían para drenar las fuentes, los estanques y la letrina”.
El agua “casi con toda probabilidad” sería del arroyo de Puente la Olmilla, seco en la actualidad. En la superficie excavada “acabamos de descubrir [este otoño] evidencias de estructuras de talleres alfareros que producían cerámica de vajilla fina romana; hornos, desechos de cocción y balsas de decantación de la arcilla”.
Los investigadores han constatado la existencia de una gran bodega y otras estructuras de producción de aceite y vino, que se suman a la de fabricación de cerámica.
En los elementos decorativos de la villa destacan los yesos y las columnas de mármol montadas en los pórticos. Otro hallazgo ha sido un panel de cinco metros cuadrados de pinturas pompeyanas, “lo tenemos allí, cubierto, pendientes de que Cultura nos autorice para extraerlas y restaurarlas. El panel pictórico tiene 6,32 metros de largo por 2,5 de ancho, aunque está completamente caído”.
Además han sacado a la luz un ambiente intacto que ha permitido recuperar más de cuarenta monedas y una vajilla metálica de época romana tardía con platos, calderos y jarros. “Por comparar, en las campañas que se hicieron entre 1974 y 1991 aparecieron diecinueve monedas, nosotros solo en este año hemos encontrado más de cuarenta que se emplearon desde el siglo I hasta el V, sobre todo en la época bajo imperial, en torno al año 340”.
El ágata de los delfines
Fuentes calcula que han aparecido más de 400 objetos, entre los que destaca el entalle de un anillo de ágata con el emblema de dos delfines y un tridente en medio que alude a Zeus, que debía pertenecer al “dominus”, propietario del complejo.
Por lo que se conoce Puente la Olmilla era una lujosa villa dominical [de un señor, ager mentesanus], con una superficie excavada en la que se distribuyen cuarenta y cinco estancias o ambientes. Su planta con forma ortogonal se desarrolla en torno a un amplio peristilo (patio) con pórticos que obedece a un diseño que evolucionó desde el siglo I d.C hasta el V, fecha de su posible abandono. En esta residencia se encontraron en intervenciones en los años setenta y ochenta doscientos treinta y ocho metros cuadrados de mosaicos de pavimento polícromos que adornaban algunas de las estancias de representación.
Ambiente apacible de lujo y ostentación
“La vida de los propietarios, esclavos y sirvientes que habitaron este impresionante palacio rural, transcurría en un ambiente apacible de lujo y ostentación, en un momento complejo para el desarrollo de la vida urbana, por lo que sus propietarios decidieron establecerse definitivamente en ella, lo que justificaría la reforma funcional, ampliación de dependencias y mejora del programa decorativo de suelos y paredes, como símbolo de la ostentación y el estatus social de sus patrocinadores hacia mediados del siglo IV”, señala Fuentes.
Con las investigaciones de esta campaña se sabe que la villa funcionó como un importante centro de producción y autoabastecimiento en el que los sucesivos señores produjeron aceite, vino y ganado, que encajan con la estructura de una vivienda y un centro de producción autosuficiente que produce todo lo que necesita para la cadena de supervivencia: carne, pieles (se han encontrado estructuras de balsas para tratarlas), leche, lana, alfarería, vino, aceite…
A la excavación de este año le queda un mes, pero la intención es seguir en 2021 con la consolidación de los elementos de reciente hallazgo, la restauración de las estructuras ya descubiertas, así como las pavimentaciones de las amplias salas y estancias.
Alzado de volúmenes interpretativos
El equipo pretende abordar también el alzado de volúmenes interpretativos del palacio, “que posibilite obtener una perspectiva visual más realista de la magnificencia y belleza decorativa con la que fue ornamentado este centro de poder económico en la zona”. Para eso creen conveniente instalar una estructura que cubra el yacimiento al objeto de proteger las estructuras y los restos.
Punto de partida de la Ruta de las Cuatro Villas
El equipo que retomó Puente la Olmilla tras varias décadas de abandono en 2016 quiere consolidar las estructuras y conseguir que los restos de esta villa, debidamente musealizados e interpretados, sean el punto de partida de la Ruta de las Cuatro Villas romanas del Campo de Montiel para recorrer a pie en una ruta arqueológica junto a la Casa Paterna, la Villa del Calvario y la Ontavia, las dos últimas en Terrinches.
La peregrinación de los Vasos de Vicarello
El palacio rural estaba inserto en la naturaleza, pero al pie de la vía de los Vasos de Vicarello, después Vía Augusta, una auténtica autopista de la antigüedad que utilizaron íberos, romanos y cartagineses para comunicarse con Andalucía y el Mediterráneo. Era una vía de comunicación troncal entre Hispania e Italia desde el siglo I. En torno a ella proliferaron cientos de ricas residencias rurales y también fue escenario de una de las primeras peregrinaciones conocidas de la historia, a partir del hallazgo de los denominados ‘vasos de vicarello’ o vasos apolinares, cuatro vasos de plata en los que están grabados los nombres y las distancias entre las distintas estaciones de la vía que llevaba desde Gades (actual Cádiz) hasta un pozo ritual dedicado a Apolo en Roma.