Este 20 de septiembre, ha sido como un día más en la Hermandad de Donantes de Sangre de Puertollano, pero no como todos. De fondo, durante toda la mañana, ha estado sonando la radio; ha aparecido el encargado de recoger las sábanas dando los buenos días a voces que es como se hace en un lugar tan lleno de vida como éste y se han escuchado las anécdotas que alguna vez, entre estas cuatro paredes de granito blanco, han pasado, porque hoy tocaba despedida.
Gente que estuvo de paso, momentos que fueron únicos y personas que permanecerán como nexo para todo lo que venga más adelante, como es el caso de María de Gracia Patón ‘Graci’, la enfermera insignia de Donantes que hoy se jubila después de más de 47 años de servicio y a la que se le entrecortan las palabras, esas que nunca han tenido freno bajo su imparable verborrea.
Esta mañana ha habido fotos, brindis y abrazos emocionados, porque despedidas como la suya dejan un hueco imposible de llenar. La Hermandad de Donantes de Sangre de Puertollano ha sido para Graci su segunda casa y para los donantes, pasar por allí ha sido como ir a hacerle una visita a alguien de la familia; con sus enredaderas regadas, con Miguel Bosé de vez en cuando brotando de los altavoces y cuando no, con esas charletas inacabables mientras manaba la sangre. Este rincón del hospital es el único hueco del mismo que parece hogar.
Patón así lo destaca. “La Hermandad ha sido mi segunda casa. He disfrutado cada día, cada momento”. Esta recta final, con la jubilación esperando de fondo tachando días, ha sido una prórroga que confiesa “ha pasado más rápida de lo que me hubiese gustado”. No obstante, tenía asumido que “todo en esta vida tiene un principio y un final” y el suyo comenzará mañana.
Con ella se lleva “la satisfacción de una vida laboral larguísima” donde dice haberse “sentido plena”. Durante estos más de cuarenta años, subraya, “no he sentido en ningún momento que me haya equivocado de profesión”. “En todos los sitios en los que he estado -medicina interna, laboratorio y cómo no, en Donantes de Sangre- he sido muy feliz”.
De entre todos esos lugares, la Hermandad de Donantes de Sangre ha sido su refugio emocional, el lugar donde las penas se han diluido entre el cariño de los donantes para los que siempre ha tenido su mejor cara. Estos últimos años, donde la vida se ha empeñado en ponerse cuesta arriba, vestirse de blanco y acudir a su desempeño, le han salvado en más de una ocasión.
Convertir tu trabajo en un hobbie es una suerte que sólo tiene aquel que disfruta a diario con lo que hace. “No todo el mundo tiene la suerte de haber tenido una trayectoria laboral tan fructífera y tan larga, y sobre todo tan feliz como yo y eso es una suerte”.
Patón comenzó a trabajar con el Hospital Santa Bárbara en ciernes
Cuando comenzó su andadura profesional, el Hospital Santa Bárbara de Puertollano, inaugurado en 1973, acababa de echar a andar; de ahí que su llegada hasta Donantes de Sangre fuese más fruto del destino que de uno de esos objetivos que siendo joven te planteas conseguir.
“En este Hospital cuando yo entré en Laboratorio en 1975 no existían todavía los técnicos especialistas. El laboratorio se componía de analistas, auxiliares y enfermeras. Trabajábamos todos juntos. Tuve la suerte de estar ahí cuando empezó a dar sus primeros pasos la Hermandad, dependiente aquellos primeros años de Ciudad Real”, aunque por entonces, todavía sin un lugar fijo para los donantes para lo que tuvieron que pasar unos años más.
Aquellos pasos en su relación con los donantes de sangre puertollaneros fueron itinerantes para Patón; siempre voluntaria, a merced de los turnos de trabajo. “No siempre podía estar en las extracciones que se organizaban. A partir del año 1992 dejé de hacer turnos, y es cuando ya pude, como yo digo, meter el moco y estar siempre en lo que más me gustaba, que era donantes de sangre”.
De esas primeras enfermeras de Laboratorio, Patón es la última que ha estado en activo. Ahora ocupan ese espacio las nuevas Técnicas Especialistas de Laboratorio. “Tengo un montón de compañeras nuevas que me respetan, nos llevamos genial”, entre ellas, es la última gran enfermera superviviente de una profesión que ha evolucionado, aunque en realidad, siempre ha exigido los mismos ingredientes a sus ejercientes.
Mirando hacia atrás se emociona, aunque se llena de orgullo al recordar tantos momentos ligados a su profesión. “Me parece mentira que hayan pasado tantos años. Se me han pasado volando”. A primera hora, cada día, ha acudido puntual a las extracciones para analíticas; poco después, sus pasos acababan por dirigirla hasta la Hermandad de Donante, que cataloga como su “Edén” particular, sabiendo que allí todo es distinto.
No hay pacientes estresados; no hay personas que llegan asustadas por saber qué van a deparar los resultados de su analítica. Aquí son personas solidarias que por un ratito se ponen la capa de superhéroes para ayudar a desconocidos.
Jubilarse, como posibilidad para redescubrirse
Para esta enfermera que ha sido para muchos el rostro de Donantes de Sangre en Puertollano, la jubilación se plantea como la posibilidad de redescubrirse y de disfrutar de esos hobbies que siempre han estado, pero a los que nunca le ha dedicado el tiempo que le hubiese gustado. “He estado mucho tiempo asimilando la nueva etapa a la que voy a enfrentarme para que no sea un proceso radical”.
Su enseñanza para los que resignan del trabajo, debe valorarse como una lección de vida de alguien que ya ha pasado por ahí. “Cuando eres más joven y a lo mejor te llevas un disgustillo, o sin disgustillo, siempre dices, ¡Uy, qué ganas tengo de jubilaré!, pero a medida que se ha ido acercando el momento de decir adiós, te enfrentas a un cúmulo de sensaciones y sentimientos encontrados”.
Ante Graci Patón aparece ahora un obligatorio periodo de adaptación. “Llevo en el Hospital trabajando desde hace 47 años, más tres en los que estuve como alumna. Se dice muy pronto”. Su trayectoria laboral, por ponerla en un contexto comparativo, puede resumirse a la propia historia del Hospital Santa Bárbara, a punto de ceder su testigo al nuevo edificio hospitalario.
“No le tengo miedo al hecho de estar en casa porque soy muy casera. No le tengo miedo a no tener hobbies porque sí tengo. Me gusta mucho hacer fotos. Quiero aprender, porque soy una aficionada. Quiero hacer manualidades. Tengo amigas para poder ir a caminar que es algo que me gusta mucho”, en definitiva, tiene alternativas para reinventar la forma en que disfruta.
Lo que asegura no va a echar de menos es madrugar. “Es lo único que no me gusta de mi trabajo, el madrugón, pero luego me pongo el uniforme y me transformo”, bromea.
Donantes, una gran familia
La Hermandad de Donantes de Sangre en Puertollano siempre ha sido como una gran familia. Algunos se conocen de haber coincidido durante alguna donación; otros asumen el legado familiar en una tradición que va pasando de padres a hijos y que suele empezar poco después de los 18 años. El objetivo de los más jóvenes cuando donan la primera vez es, en algún momento, superar el número de extracciones de sus progenitores que hasta no hace mucho se sellaban en un cartoncillo.
Cuando pasas por las puertas de la Hermandad y tomas asiento en una de sus desgastadas -pero cómodas- camillas, todo se iguala. Nacen conversaciones improvisadas, algunos chistes que borran el miedo del que llega por primera vez. De vez en cuando, alguno de los veteranos donantes aprovechan para fingir un dolor que no existe en el pinchazo; e incluso se ha llegado a ver protagonizar mareos repentinos para vez cómo reacciona el que espera un tanto nervioso en la camilla de al lado, para acabar riendo junto a ellos al confesar que era la típica novatada.
Ahí siempre ha aparecido Graci, para sentirse como en casa; para respirar tranquilo y para de alguna forma recordar que con tu gesto estás invirtiendo en salvar la vida de un desconocido. Junto a ella, inseparable, también está la figura de Nieves, la mujer de la sonrisa permanente que achina los ojos cuando lo hace, que ha sido la mano derecha de la primera. Un tándem perfecto que ha avanzado en sintonía y que será difícil de igualar.
De Nieves, destaca la que ha sido su compañera hasta este 20 de septiembre, “ha sido un auténtico honor encontrar una compañera como ella. Con una mirada nos entendemos y ha sido como tener la hermana que nunca he tenido. Nuestra personalidad, aunque diferente, nos ha servido para compenetrarnos y trabajar tan a gusto como lo hemos hecho todos estos años”.
En el año 79 “aterrizó” en los laboratorios de un recién estrenado Hospital Santa Bárbara
Con motivo del 50 Aniversario del Hospital Santa Bárbara de Puertollano, algunos de sus pasillos acogieron una colección de fotografías, la mayoría en blanco y negro, que son parte de un relato de cada uno de los rincones de este emblemático edificio que como Graci Patón, está a punto de jubilarse.
Entre esa colección de imágenes, emerge la figura de Graci llevando a cabo la extracción de sangre de dos mujeres, siendo ella apenas una cría que acababa de dejar los libros para iniciar su trayectoria. “Esta foto, me emociona profundamente. Me encantó cuando la vi porque vista desde la distancia del tiempo, te dice muchas cosas”.
Es una foto de otro tiempo, cuando todo era artesanal, casi un trabajo de orfebre. “Las camillas eran de las antiguas; se tomaba la tensión de forma manual, no había agitadores…”. Y sin embargo, aquel fue el principio de un camino del que se enamoró perdidamente.
Justo al lado de esa instantánea aparece la del primer niño que nació en el Hospital de Puertollano, junto a sus emocionados padres. El tiempo pasa, sin avisar, sin pausa, impasible, para todos, hasta que de repente descubres que muchos de los mejores momentos de tu vida pasaron hace años, cuando no sabías que eras joven. Así ha sido la trayectoria de una gran trabajadora que será recordada por todos.
Algunos donantes, sabiendo de su marcha, han aprovechado estos días de verano para hacer la última donación con ella. “Este verano tampoco ha sido una cosa especial porque ya muchos sabían desde hace tiempo que me jubilaba en septiembre; pero sí que es cierto que, de alguna forma, estas semanas cada donación ha sido como una despedida de personas a las que guardaré siempre mucho cariño”.
Pasadas las 14:00 de la tarde, se apagan las luces, la sala de Donantes se queda recogida esperando al día siguiente. Hay un último abrazo, unas lágrimas brotando con sabor a despedida, de alguien que se va pero que va a permanecer para siempre en la memoria colectiva, no sólo del Hospital Santa Bárbara, sino de toda una ciudad como Puertollano.
Feliz jubilación, Graci.