Saber que los vecinos estaban ahí al lado, cada uno de los días de este confinamiento y de este estado de alarma, ha fortalecido estos lazos vecinales y han hecho que conozcamos a esas personas que viven a nuestro alrededor y que en, nuestro día a día, no poníamos ni tan siquiera cara, mucho menos nombres o problemas personales. En esta nueva normalidad se ha pasado de la individualidad que nos tenía absorbidos a una mayor comunidad, en la que los vecinos vuelven a cobrar un papel importante en nuestras vidas.
Estas nuevas relaciones vecinales se parecen mucho más a las que hace décadas vivían nuestros padres o abuelos, vecinos que eran casi familiares por las relaciones diarias que con ellos se mantenían y que ahora se intentan seguir potenciando para encontrar una nueva visión de estas relaciones vecinales.
Personas mayores que han recibido el apoyo de sus vecinos para llevarles alimentos a sus casas, sanitarios que han sentido el calor de otros en sus duros días de trabajo, personas que se quedaron solas alejadas de sus familias cuando saltó el confinamiento. Todas ellas tienen algo que contar y lo han hecho para Lanza.
“Vecinos para quitarse el sombrero”
Silvia María Merino Mozos vive en la zona del Pilancón de los Burros, reconoce que en este confinamiento ha vivido momentos muy duros. Días en los que la mezcla de sentimientos se amontonaban, días de risas y alegrías y otros de llantos y lágrimas, pero todos ellos compartidos con los vecinos que cada tarde salían a sus balcones. “Familiares a los que no se podían acompañar en sus momentos de despedida, momentos duros, pero también he tenido la suerte de conocer a mis vecinos, son personas maravillosas, en los peores momentos que cada uno de nosotros hemos pasado, ahí sin conocernos hemos estado muy unidos en la distancia de los balcones, con palabras de ánimo”.
Merino Mozos asegura que “tengo unos vecinos para quitarse el sombrero” porque siempre han estado ahí en estos momentos únicos que hemos vivido.
Loli Sobrino Lozano es una mujer que vive en la calle Olivo y hacía referencia a los días “interminables” que se han vivido en este confinamiento, con la mirada puesta en las ocho de la tarde para poder saber de los demás vecinos en estas duras circunstancias. “He compartido con mis vecinos días buenos y otros no tan buenos, pero ahí hemos estado”, una forma de compartir con otros vecinos como antes no se había realizado absorbidos por las prisas de las rutinas diarias. “Sabía que eran buena gente, pero en esto días lo he podido comprobar aún más, con ellos he reído y llorado, también he conocido a otros vecinos que a pesar de llevar 23 años viviendo aquí no los había visto nunca, o mejor dicho, no me había fijado”.
Estas circunstancias nos han hecho apreciar que vive gente que no conocíamos a nuestro alrededor y que en estos momentos los veíamos a diario, hemos puesto cara a nuestros vecinos tras muchos años viviendo en nuestras casas.
Juani Gómez Rodríguez afirmaba que “esos vecinos estaban ahí pero día tras día con el ritmo de vida que llevábamos no nos conocíamos, pero hemos intencambiado sonrisas, incluso cervezas y cumpleaños de algunos de nuestros vecinos desconocidos”. Al final esperan que “todo esto no caiga en saco roto y valorar la vida que es muy bonita”.
“Ha sido nuestro momento, inolvidable”
La familia Morales Pérez de la calle Olivo destacaba de estos últimos meses la gran complicidad que han tenido los vecinos de esta zona, “era nuestro momento, inolvidable, nuestro relación ha cambiado, vaya si ha cambiado, vecinos, amigos para siempre”.
Por su parte Paqui Castellanos asegura que lleva más de diez años “sin darme cuenta que tenía unos vecinos fabulosos, como cuando yo era niña, que tenía un problema y enseguida acudían los vecinos a echar una mano y nunca se encontraban solos”.
Andrea Portero enfatiza que ha marcado “un antes y un después en cuanto a las relaciones vecinales, no nos conocíamos entre nosotros, ni siquiera nos habíamos visto y descubres que los tienes en la ventana de al lado, es muy curioso”. Una experiencia que han disfrutado con una bonita relación que se han iniciado en estos días tan duros pero que han servido como un bálsamo para seguir inyectando energía día tras día en este confinamiento. “Quiero que acabe este horror pero hay momentos que congelaría y rescataría ahí una y otra vez, también me da pena que termine porque una vez iniciemos nuestras rutinas volverá a ser complicado”.
“Hemos hecho piña entre nosotros”
Adela Calero, de la calle Cañerías, asegura que la relación con sus vecinos más cercanos siempre había sido buena pero en este tiempo también se han afianzado relaciones con otros vecinos con los que no había contacto diario. Grupos de Whatsapp vecinal han hecho mantener una estrecha relación y comunicación para ver qué tal se encontraban en el día a día o simplemente por si alguno de estos vecinos necesitaba algo de los demás en estos momentos tan difíciles. Además, a las 8 de la tarde llegaba la voz de Pepa para amenizar el tiempo tras los aplausos de las ocho y hacer todavía mayores lazos vecinales, “hemos hecho piña entre nosotros, como en décadas anteriores, soy sanitaria y en ningún momento he visto un mal gesto por parte de mis vecinos, al contrario, siempre con un aplauso a mi llegada del trabajo, eso era una inyección de moral enorme con el calvario que yo personalmente estaba viviendo en mi trabajo”.
Calero cuenta que su cumpleaños fue en plena fecha de confinamiento y a pesar de no tener a su familia cerca sí que vivió uno de los días más inolvidables con sus vecinos y sus hijos, además de la visita de la Policía Nacional para hacerle esta felicitación, “me hicieron sentir muy feliz en un momento que casi veía imposible serlo, nunca lo olvidaré”.
Una ayuda psicológica para los más mayores
Enriqueta Parra cree que en este tiempo tan triste y tan difícil nunca se pudo imaginar que salir al balcón iba a ser su manera de reconfortarse, “ese acercamiento con la vecindad, hablando de balcón a balcón, me recordaba mucho cuando estoy en mi pueblo en verano y salimos a la calle y se para la gente a hablar, ha sido una experiencia muy bonita, de acercamiento con los vecinos y de amistad, a mí me ha gustado a pesar de todo lo triste y todo lo malo que ha venido”.
Teresa Estévez, de la calle Cañerías, hace poco tiempo que reside en esta zona, pero ha sentido el contacto con sus vecinos a pesar de su soledad. “Descubrí una bonita comunidad, con mayúsculas, no solo los de este bloque sino todos los que compartíamos la calle, lejos de los simples saludos de cordialidad a los que estábamos acostumbrados”. Teresa está muy agradecida de que sus vecinos le hayan evitado salir a comprar y le hayan brindado su apoyo cuando lo ha necesitado tras varios meses en soledad, “me hicieron en muchas ocasiones ser positiva”.
Graci Zancudo asegura que “con el confinamiento nuestra relación ha ido a mejor, hemos conocido a vecinos de otros bloques que ni sabíamos que existían, agradezco a mis vecinos que sean como son”.
“Los veo como mi pequeña gran familia”
Mª José Martínez ha tenido recuerdos de todos sus vecinos en este tiempo, “durante el confinamiento hemos tenido una relación muy estrecha y aunque yo apreciaba a muchos de mis vecinos no conocía a todos, hemos hecho bastante piña y tengo una visión muy positiva de ellos ahora”. Martínez considera que ahora “los veo como mi pequeña gran familia, he descubierto que todos somos muy humanos y desgraciadamente ha tenido que pasar esto para que nos demos cuenta de la humanidad que hay en nuestro entorno y a nuestra lado, puedo contar con ellos para cualquier cosa que necesite, ahora lo sé”. Una experiencia muy amarga que también tiene su lado positivo que ha fomentado las relaciones interpersonales justo en el momento en el que menos contacto podíamos tener.
Oscar Rico es un vecino de la calle Olivo que ha pasado totalmente solo y alejado de su familia este confinamiento. “Me pilló solo en Puertollano ya que mi mujer y mi hija estaban en el pueblo, gracias a mis vecinos la soledad fue menos dura, mi gran alegría la recibí el día 8 de abril que después del turno de 12 horas de trabajo al girar el Pilancón vi las guirnaldas de los vecinos por mi cumpleaños, pero la sorpresa fue mayúscula al salir del ascensor y tenía la puerta decorada y un pack de cervezas frías esperándome”, cuenta.
Fueron 70 días en soledad que gracias a estos vecinos “me hicieron más ameno, ya por fin con la fase 1 me he podido reunir con mi familia”.
Y todos ellos coinciden que cuando “toda esta pesadilla termine” les gustaría juntarse y reunirse para celebrar que la vida continúa, “para celebrarlo como se merece”. Y no faltan las “gracias” para todos los que han estado ahí día tras día, a los que ya reconocen como sus vecinos y con los que se han estrechado los lazos de amistad como nunca antes había tenido. Cosas de la vida y del confinamiento.
