El periodista y escritor Manuel Juliá ha pregonado la Feria de Puertollano en un discurso cargado de la nostalgia de entonces, donde se forjaron los recuerdos con los que ha crecido y que se amparan en la neblina de los días de Navidad y se decoran con el jolgorio de la musiquilla de los chacharros cuando llegaba la Feria de los puertollaneros que otrora estuvo aledaña a la Fuente Agria.
Juliá ha rescatado a esos jóvenes imberbes de espinillas en el rostro, entre los que se encuentra su fiugura que ya entonces «emborronaba cuartillas» y que, sin saberlo, ya recorría ese viaje hacia no se sabe qué luces de la vida».

De aquel chilindrín apuntalando el futuro a base de dedazos en un teclado, quedó la defensa armada del agua agria, que hoy le obligan desde fuera a seguir consumiendo Vichy Catalán «porque es lo más parecido al agua ferruginosa de entonces». Mientras bebe, reconoce, «no sólo me quita las sed del cuerpo, sino también la nostalgia y las angustias metafísicas».
Desde su primer funeral, cuando le arrebataron la chumbera de su casa en La San Gregorio, hasta los recuerdos más abruptos del presente, se han ido colado entre los pasajes rescatados de la memoria con el que Juliá ha pregonado la Feria de Mayo de su Puertollano.

Entre sus palabras, han tomado nombre propio la figura de Los Manolos, que sin llegar a la celebridad del grupo con el mismo nombre, fue vital para dar vida al monumento del minero, «al que obligamos rasurar la barba» y que acabó por convertirse en la mayor hazaña de aquel grupo conformado por Manuel Muñoz, Manuel Valero y el servidor que ha pregonado. «Labora y vive», fue su lema y con aquella épica sobrevive uno de los rincones más reconocibles de Puertollano.

Juliá ha parafraseado a Matteo Ricci, subrayando que «la memoria es un palacio con numerosas habitaciones», que ya no se parecen al «pueblo que ya no existe». Sin embargo, y pese a todo, «con los años he comprobado que somos lo que nos queda dentro», como si fuera la esperanza para volver mientras se consume lo que Caballero Bonald explicaba contundente con su célebre «somos el tiempo que nos queda».
«Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, y viven en lo que Cervantes llamaba la región del olvido, ahí esperan que nuestra memoria vaya a salvarlos». En ese trance mundanal de espera, Juliá ha puesto prólogo a una Feria que volverá a tejer historias inmortales en unos cuantos anónimos, que no se sabe cuándo volverán a este momento, para contar que un día vivió lo que nunca se olvida.
Con un Auditorio abarrotado, Puertollano ha vivido este primer episodio de Feria, que ha culminado poco después con el encendido de luces en un Ferial con olor a lluvia, porque ya se sabe, que en estos días volverá a caer la lluvia cumpliendo con la tradición que no olvida.
Numerosas personalidades acompañan a Juliá
Por primera vez en la historia de los pregones de Puertollano, un exalcalde se ha subido a las tablas del Pedro Almodóvar para pregonar una Feria que tiempo atrás también se encargó de organizar.
A Juliá han estado acompañados pregoneros anteriores como Manuel Valero, Graci Galán, Violeta Zapata, Luis Casimiro o Eduardo Egido, encargado de presentar a Manuel, si es que un personaje de su altura necesita presentación en la ciudad minera.

Antes de que Juliá asumiese el «honroso encargo de pregonar», ha habido jota manchega, como también ha habido palabras de agradecimiento del alcalde Miguel Ángel Ruiz, por haber asumido el encargo «con alegría y euforia, que me hizo saber que habíamos acertado».

En los pasillos del auditorio ha olido a algodón de azúcar, y ha habido abrazos entre los presentes, entre los que ha estado el presidente de la Diputación de Ciudad Real, Miguel Ángel Valverde, así como otros representantes políticos como Enrique Belda, Luis Blázquez, o tantos otros mezclados entre paisanos que no han querido perderse este primer capítulo de Feria donde sólo vale disfrutar.