Una amplia biblioteca la que tiene Alejandro Becerra en su casa de Puertollano. Una biblioteca que además está ubicada en la que antiguamente ocupara estos terrenos la imprenta Lechuga y de la que aún conserva algunos ejemplares de programas de cine de mano que se editaban y se repartían por el Paseo San Gregorio, “los conservo aquí guardados porque me parecen ya casi una reliquia, algunos son del año 1934”.
Alejandro Becerra ha sabido mantener la cultura a su lado con algunas joyas literarias como es un libro del doctor Alfonso Limón Montero: “Ligero estudio sobre la obra Espejos Cristalinos de las Aguas de España” que data del año 1921, impreso en la imprenta de Puertollano en ese mismo año, “toda una joya que me regaló mi amigo Hilario Carrión”.

Junto a esta obra otra que recoge las ordenanzas de Puertollano del año 1901 en las que se puede leer con “un carácter general que pretendían entrar en todas las facetas, ahora se van dividiendo las ordenanzas pero ésta intenta atender a todas las actuaciones”. Se trata de un compendio de buenas costumbres y normas urbanísticas sobre cómo había que hacer las alarmas, rondas, serenatas o cencerradas, la protección a los niños abandonados, las fondas, posadas y casas de huéspedes o cómo se debe limpiar bien una habitación; en esta ordenanza hay cabida para todo y data de la misma fecha en la que se inauguró la Fuente de los Cinco Caños de la calle Cañas que todavía hoy se puede ver.
La “Ley Municipal de la República Española” de 1935 es otra de sus joyas literarias que se encuentra bien conservada y que Becerra ha recuperado para que siga pasando a otras personas. Junto a esta “ley de bases” también conserva unos cupones de lo que fue la ONCE en sus inicios en el año 1970 o un antiguo calendario del Rey Javier, “de los sucesores de los Carlistas”, la antigua cartilla militar, una libreta de ahorro que ya es toda una reliquia o algunos diccionarios antiguos, de 1946.

Una biblioteca que cuenta con varios ejemplares agrupados en diferentes temáticas como son libros de la licenciatura que cursó su propietario, novelas clásicas, novela contemporánea, historia, historia local de Puertollano o literatura clásica y gramática, entre otros.
Becerra reconoce que su afición por contar con estos ejemplares llegó cuando tuvo un espacio amplio donde poder ubicar cada uno de estos libros. “Cuando era joven antes vivía en las 600 y allí no tenía sitio para tener libros, por eso no los compraba, ahora tengo más espacio y aunque me he tenido que desprender de muchos de ellos para poder mantener el orden sigo contando con algunos de los que más recuerdos tienen para mí, más valor sentimental o más me gustan”, explica. “La mayoría de esta biblioteca la hicimos mi mujer y yo cuando nos casamos, es verdad que ella trajo más libros que yo”, confiesa. Todo un compendio de colecciones que ha ido comprando y que salían a la venta con periódicos de tirada nacional y que ahora forman parte de su biblioteca personal como un gran bien, y que guardan su hueco junto a los mejores ejemplares que están dentro de una vitrina.
“El Capitán Trueno”, las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, de Forges su obra “Los Forrenta Años” o la “Biblioteca de la Guardia Civil, vocabulario jurídico legal” son otras de los volúmenes que Alejandro Becerra tiene en su biblioteca más personal. La que guarda con celo.

Los libros de Manuel Valero
Precisamente, Alejandro Becerra afirma que del autor que más libros tiene en su biblioteca personal es del puertollanense Manuel Valero, “los tengo todos de él, todos los que ha publicado están aquí, él con Gabriel García Márquez y Manuel Vázquez Montalbán y Saramago son de los que más ejemplares tengo, pero gana Manolo con diferencia”, dice Becerra reconociendo que la novela “me encanta”.
Leer un libro dos veces no es una sesión apetecible para muchos lectores, para Alejandro Becerra tampoco, aunque esgrime que el único libro que ha caído en sus manos dos veces y se ha vuelto a leer de manera íntegra es “Cien años de soledad” de García Márquez.
Y es que, una casa que se levantó sobre los antiguos cimientos de la Imprenta Lechuga no podía estar exenta de su propia biblioteca y de, incluso, guardar algún pequeño tesoro literario. Un programa del Gran Teatro de 1933, otras cosas que con el tiempo ha ido comprando como algún periódico antiguo del año 1938, del 8 de agosto, “en los puestos que veo voy comprando, algunos periódicos de la Guerra Civil española que he comprado en la Plaza de Valladolid” o la antigua Enciclopedia Álvarez de su mujer, Loli Alonso, que guarda con mucho mimo y cariño.
Una biblioteca personal que está llena de sentimientos hacia cada uno de los volúmenes que forman parte de ella y que cuenta con el cariño de su propietario que, a fecha de hoy, sigue guardando y conservando si un buen ejemplar llega a sus manos.