A ninguno de ellos y a ninguna de ellas les avisó ni les preguntó para llegar. En muchos casos no avisó de que ya estaba ahí, con ellos y con ellas. No le importó si estaban inmersos en un proyecto, ni su situación económica, ni su lugar de origen o donde residían, si tenían una nueva ilusión personal o planes inmediatos o a largo plazo.
No les avisó a pesar de la ilusión que les hacía compartir la feria de Mayo con los suyos. Simplemente llegó. Así, más o menos, empezaba nuestro manifiesto contra el cáncer y así comienza el relato de muchas personas que se encuentran, de la noche a la mañana, con un cáncer.
Pero el relato no acaba ahí. El relato sigue de la misma manera que sigue la vida. Compartiendo instantes con las personas a las que queremos y que nos quieren. Compartiendo el tiempo al lado de la primavera y tachando en el calendario las fechas que una quimio, o una radio, nos aparta de lo cotidiano. Y llega el día que, tachado en rojo, nos dicen que la próxima revisión es a los seis meses, y después al año. Entonces llega mayo y llega la feria y seguimos compartiendo los días con los nuestros, pero esta vez en el recinto ferial, esta vez con un pinchito moruno y la sonrisa de los que más nos quieren y a los que más necesitamos. Es tiempo de alegrías y de reencuentros. Es día de feria.
La primera vez que diagnosticaron a mi madre de cáncer era un 20 de abril. La feria en ciernes se intuía nublada, como cualquier otra feria de mayo que se precie, pero esta era más gris, más nublada que ninguna otra. Los aguaceros del alma hacen que sea mucho más difícil de guarecerse. Simplemente empapan y a veces parecen ahogarte. La operación sería el 22 de mayo y el preoperatorio cuando pasara la feria. Dicho y hecho. Llegó la feria y mi madre nos vistió de gala, por fuera y por dentro.
- ¡Venga, lo que tenga que ser, será! Pero nosotros nos vamos a la caseta…
Mi madre, ha convivido cuarenta y cuatro años con su cáncer. Ha convivido con la risa, con el llanto, con los sustos y las vicisitudes que ofrece el estar viva. El mar ha llenado los días de verano y el sol ha bronceado su piel. La brisa ha llenado sus pulmones y la luna, poco a poco, ha ido tejiendo el blanco de sus cabellos. Las arrugas de la cara, los dolores propios de los años que van cayendo en el cuerpo que los aguanta, marcan el ritmo de un reloj que inexorablemente, nos dice que pasa el tiempo. Pero ese mismo reloj también anuncia que estamos conviviendo y venciendo el cáncer que años atrás pareciera irremediable.
Como no dejo de decir, cada vez que me dan la oportunidad, asociemos cáncer a vida. Disociemos cáncer de muerte, porque una vez más llega mayo y llega nuestra feria. Llega la alegría de estar vivos y de estar viviendo.
Disfrutad, disfrutemos de todo aquello que nos depare el destino. La Asociación Española Contra el Cáncer desea que paséis unas ferias inolvidables.