Los cántaros son recipientes o vasijas hechos de barro o de algún metal, que sirve para guardar, conservar y transportar líquidos, de forma ovoidal, con la boca y la base más estrechas, disponen de una o dos asas y se fabrica en diferentes tamaños. Estos objetos ocupan el protagonismo de la pieza del mes en el Museo Etnológico.
Aunque los hay de varios tipos y para varios usos, se centran principalmente en los de barro utilizados tradicionalmente para transportar agua.
El cántaro ha sido un objeto tradicional y en cierto modo emblemático de la cultura y la alfarería del agua. Hay noticia de su existencia desde muy antiguo. Su utilidad y uso en los países de la sociedad de consumo está casi han desaparecido.
En el entorno del cántaro están: la cantarera o cantaral, mueble usado para colocar los cántaros, las conozco para uno, dos y tres cántaros; la cantarería y el cantarero, referentes a la especialidad del oficio de alfarero que hace o vende cántaros; los aguadores, personas que se dedicaban a vender agua a domicilio; las aguaderas, útil hecho de esparto con capacidad para cuatro cántaros que se llevaba a lomos de un animal, normalmente un burro; cuba de agua, depósito de madera similar a las actuales cisternas pero de menor tamaño, con la que se repartía agua por las calles en algunos pueblos, se llevaba sobre un carro tirado por bestias.

En Puertollano los cántaros se llenaban en las fuentes públicas en las que en tiempos había un guarda que cobraba con unos cupones que los ciudadanos compraban en el Ayuntamiento.
Los aguadores servían agua a las familias más pudientes, pero eran mayoría las mujeres que llevaban el agua a sus propias casas, las más habilidosas llevaban hasta tres cántaros, uno en la cabeza y dos en las caderas.
También abundan los dichos, expresiones populares y refranes sobre el agua y los cántaros: «llover a cántaros», «tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió»; «alma de cántaro» y también he oído decir “vas a arder como una carga de agua”.