Los meses de mayo siempre fueron especiales en la familia salesiana de Puertollano. No hace falta haber pasado demasiado tiempo en el colegio para darse cuenta de ello. El ánimo de los estudiantes se transforma a medida que pasan los días y se acerca el veinticuatro, que luce en rojo en el calendario desde el principio de curso. Pero además de María Auxiliadora y la hermandad que se crea alrededor de su celebración, el mes de mayo siempre desprendió unas vibras especiales en “Los Sales”.
Quizás son los primeros días de calor intenso de verano, o la cercanía del final de curso; o tal vez que en este mes se juegan las finales de Champions League que casi siempre gana el Madrid para el disfrute de una mayoría entre la que nunca me encontré. Lo cierto es que la festividad de María Auxiliadora marca y hace que muchos de los que por allí pasaron siempre vuelvan estos días por el colegio para sentir de nuevo ese clima de magia que se crea.
Una de esas personas es Emilio Baquero, estudiante entre los años (1987-2003) en los Salesianos, donde su padre ha sido profesor hasta hace algunos cursos cuando consiguió alcanzar su jubilación después de casi cuarenta años de servicio docente. Desde los nueve años, Emilio ha repetido siempre el mismo ritual para celebrar María Auxiliadora acompañado de su buen amigo Helio Mascuñana con el que creció y vivió intensamente hasta que la vida pisó el freno de golpe para separarlos.
En los últimos años, quizás apretados por la madurez, siempre ávida de recuerdos -y de fotografías para las redes sociales- cada 24 de mayo empezaron a inmortalizar su visita al colegio sin saber demasiado bien la razón por la que lo hacían. Aquellas fotos siempre dejaba una frase sobrevolando un “por si es la última” entre ellos, aunque sonaba más a muletilla manida que a una despedida. Pese a la pandemia, en 2021 también hubo foto, aunque las mascarillas tuviesen que adornar sus codos.
El pasado mes de octubre Helio se marchó para siempre después de pelear contra el cáncer con las ganas de vivir como medicina primordial en su tratamiento, pero es obvio que hoy ha vuelto a subir las escaleras del colegio, ha atravesado el pórtico y ha vuelto a hacerse la instantánea de todos los años; esta vez sin mascarilla, para lucir su mejor sonrisa, que era una de sus mejores costumbres diarias. Hoy, aquellas fotos acumuladas por los años toman el presente para inundarlo de recuerdos y nostalgia, pero también para dar sentido a aquellas imágenes que años atrás no supieron explicar muy bien por qué se hacían. Tal vez estaban hechas para llegados a este momento, re-cordar, que en latín significa volver a pasar por el corazón.
Hoy Baquero ha vuelto al colegio que lo vio crecer junto a su amigo. Lo ha hecho después de un año, esta vez sin la compañía de Helio. A pesar de la emoción del momento, imperan los recuerdos alegres entre los que Baquero rescata las misas en el patio del colegio a las once de la noche que era una excusa para alargar las salidas, los torneos de fútbol interminables, los primeros besos a escondidas mientras el resto rezaba a la Virgen; y sí, la séptima Copa de Europa que Mijatovic le regaló al Madrid, con un quiebro que dejó en fuera de juego al viejo continente mientras los madridistas saltaban de alegría tantos años después. “Aquella final fue la primera que vimos y lo hicimos en el teatro del colegio en plena celebración de María Auxiliadora. Un salesianos nos miró y nos dijo: “Disfrutad, porque no sabemos cuándo volveremos a disfrutar de un momento como éste”.
Otra de las personas que también ha ligado su vida a la familia salesiana es Francisco Javier Pardo. Entró en el colegio en el año 89 y desde entonces se ha convertido en un clásico que todo el mundo aprende a relacionar con el colegio. Desde el año 2000 es uno de los coordinadores del Chiquicentro. Pese a que el trabajo a veces lo ha empujado a vivir fuera de España, siempre regresa. “Hay gente que no entiende por qué hago este trabajo altruista desde hace más de veinte años, pero es algo que me encanta y que seguiré realizando todo el tiempo que pueda”.
A los niños que recogerán el testigo en los próximos años “tratamos de inculcarle los valores que hacen que este colegio sea diferente del resto”. Para Pardo, María Auxiliadora es uno de esos momentos “que te hacen sentir, que te hacen recordar y que te hace saber que la familia salesiana es una auténtica forma de vida”.
Entre sus recuerdos afloran aquellos partidos con una bola de fuego en los antiguos campos de fútbol. “Realmente yo nunca jugué porque temía salir ardiendo”; pese a ello, es uno de esos momentos imborrable que permanece en su memoria.
Otras de las historias que pueden rescatarse de María Auxiliadora es la de Javier Sánchez y Cristina García. Su llegada al colegio se produjo en momentos diferentes y sus caminos parecían que avanzaban en paralelo pese a coincidir ejerciendo como monitores de tiempo libre en el centro durante más de una década.
Pero las casualidades existen y son capaces de entrelazar la vida de dos personas aparentemente diferentes y destinados a no encontrarse. Entre ellos surgió la chispa que desembarcó en amor y en una historia con todo el futuro por delante. Javier recuerda que “gracias a los Salesianos hoy somos una familia con una niña que queremos educar con los mismos valores que nosotros hemos aprendido entre estas paredes”.
Por su parte, Cristina, ahora profesora en el colegio, “María Auxiliadora siempre fue una fiesta que viví intensamente. Pese a no estudiar aquí, mis padre siempre nos traían y desde los ocho o nueve años, he estado vinculada con el colegio de alguna forma”.
Con Javi, explica “fueron muchos años compartidos, muchas conversaciones, una gran amistad y de todo aquello, acabó surgiendo el amor, nuestra boda y nuestra pequeña”.
Irene, que así se llama la hija de Javier y Cristina, asumirá el testigo de sus padres, que ven en ella la continuación de una historia de dos personas que se encontraban en polos opuestos dibujando el símbolo de infinito y que acabaron cruzándose para hacerse eternos mutuamente.
Helio, In Memoriam