Después de casi 20 años dedicados a la cooperación al desarrollo en organizaciones de Naciones Unidas como UNESCO y ONU Mujeres, Ruth Gómez Sobrino combina su perfil como asesora de entidades internacionales con la docencia e investigación en el ámbito académico universitario. Esta puertollanense cuenta su trayectoria profesional.
Acaba de llegar a China, ¿qué tal estos primeros meses?
Aunque he llegado recientemente a Wenzhou, empecé a trabajar en Shanghai en 2021, antes de que naciera mi tercer hijo. Trabajar en la Shanghai International Studies University fue una experiencia única pues mi propuesta de incluir un curso en Comunicación para el Desarrollo fue aceptada. Era la primera vez que la universidad ofrecía un programa para comunicadores que pretenden dedicarse a la cooperación internacional y no conozco que haya otros cursos en otras universidades de China, por lo que creo que fue algo pionero y me siento muy orgullosa de ese logro.
Antes de China, ¿en qué países ha trabajado?
Mi primera experiencia internacional fue en Turquía en el año 2001. De ahí vino Egipto durante 4 años, luego Siria, Jordania, Líbano, Iraq, India, Senegal en la década posterior…también he podido trabajar de manera puntual en Papua, Túnez, Madagascar, Guatemala. Justo antes de venir a China en el 2021, estaba en Irán, donde trabajé entre 2018 y 2020. A Sudán estuve vinculada a través de la Comisión Europea el año pasado, pero en remoto debido al conflicto que asola el país y que es una de las tragedias humanitarias actuales.
¿Qué recomendaría a cualquier joven que hoy quiera desarrollar una carrera internacional?
Creo que es importante aclarar que hoy día trabajar en una multinacional ya es optar a una carrera internacional. O dedicarse a cubrir eventos internacionales. Para mí, la obsesión no ha sido tanto tener una carrera internacional, como poder contribuir a que los más vulnerables puedan aspirar a tener una vida digna. Vengo de una familia con férreas convicciones humanísticas y la igualdad, la justicia o la libertad han marcado mis elecciones profesionales. Vivimos un momento internacional crítico con grandes desigualdades y brechas, y es vital poder seguir avanzando hacia un mundo más justo aunque suene idealista e inalcanzable.
¿Qué es lo que más disfruta de la docencia?
Me parece muy enriquecedor poder debatir con personas que no están tan familiarizadas con la cooperación internacional lo que pasa en el mundo. Aprendo de las lagunas que la mayoría tiene. Hace años un estudiante de Derecho en España me dijo que no tenía ni idea de qué eran las Naciones Unidas. Creo que algo así se explica por la comunicación deficiente que existe por parte de estas grandes entidades, pero también por la desinformación y manipulación que está creciendo y que busca que las llamadas sociedades del conocimiento permanezcan en la ignorancia y que reine la polarización. Poder ofrecer experiencias reales, algunas personales de cómo funciona la gestión de proyectos, hablar abiertamente de las dificultades a las que nos enfrentamos profesionales de esta disciplina o de la importancia de seguir apoyando los organismos internacionales, en especial en el marco de Naciones Unidas, tan cuestionados, me parece esencial en el ámbito académico.
¿Qué echa de menos de España?
Aunque casi toda mi carrera profesional se ha desarrollado fuera de España, mi país lo llevo siempre en el corazón. Los españoles en general somos gente con mucho apego a nuestra tierra y costumbres y tenemos una visión de las relaciones personales muy fuerte. Por ello creo que la mayoría de los que estamos fuera echamos mucho de menos todo: nuestra gente, la comida, las fiestas… Yo puedo decir que aunque haya viajado a muchos países, la emoción cuando llego en tren a mi pueblo, Puertollano, y veo su símbolo, la estatua del minero, es algo único e insustituible.
