A Rafael Gómez-Pimpollo Sevilla le robaron a su padre cobardemente cuando sólo tenía 2 años. A su padre lo encarcelaron, le dieron la libertad pero “a los tres o cuatro días” volvieron a por él a La Solana, donde vivía la familia, y se lo llevaron a la cárcel de Manzanares hasta que lo asesinaron el 17 de agosto de 1940, no sin antes escribir la carta de despedida que se puede leer sobre estas líneas.
“Recuerdo que mi madre se dedicó al estraperlo -como no tenían más remedio que hacer todas las mujeres que dejaban solas con hijos que alimentar- e iba a Manzanares. Cuando pasaba por la cárcel y oía tiros, siempre pensaba si sería él”.
Emocionado, como todos los que han tenido que vivir una tragedia así, explicó que su padre no huyó a Francia como sí hizo un amigo que acabó siendo su padrastro, “porque creyó lo que decía Franco de que no le pasaría nada a quienes no tenían delitos de sangre. Y él tenía las manos limpias”.
“Hasta que no llegó la democracia”, la familia ni siquiera supo donde estaba el cuerpo de su padre. “Pero finalmente una señora encontró la fosa, puso una lápida e incluyeron su nombre. Además tenemos la partida de defunción desde hace 4 o 5 años”.
Juana Morales, que acompañó a su marido Rafael, explicó emocionada cómo su suegra le contaba que lo habían matado porque lo habían encontrado en posesión del carné de la UGT, “pero también se decía que era por envidia”.
Finalmente, Rafael reconoció que actos de este tipo son necesarios, “que se deben hacer ahora en frío y haciendo la paz entre todos, que colaboraran también las derechas y no sean tan reacias. Es importante que sea sin odios ni rencores, sino con perdón igual que Dios nos perdonó porque eso es lo más bonito que hay”.
Y es que aunque le quitaron demasiado pronto a su padre y dejaron a su madre en una situación más que complicada, Rafael ha perdonado y sólo quiere que se reconozca la injusticia con Rafael Gómez-Pimpollo Serrano.