Lanza cumple 75 años más joven y renovado que nunca. El decano de la prensa de Castilla-La Mancha celebra sus tres cuartos de siglo inmerso en una etapa de adaptación a las exigencias de los nuevos tiempos en materia de comunicación. Se ha reinventado con un nuevo formato digital y su edición de papel tiene ahora periodicidad semanal, dos cambios que, con absoluta seguridad, marcan otro hito que se suma a su dilatada y azarosa historia.
Nos tenemos que remontar a finales de los años ochenta para encontrar en la trayectoria de Lanza un punto de inflexión de una trascendencia similar. Entonces en los talleres y en la sección de montaje se pasó de la linotipia al sistema de impresión offset mientras en la redacción las Hispano Olivetti daban paso a los primeros IBM con programas de tratamiento de textos. Si la reconversión tecnológica no fue fácil, el uso del ordenador tampoco estuvo exento de problemas pero pronto, jóvenes y mayores, unos antes y otros después, apreciaron las ventajas de sacar desde el origen informaciones sin acotaciones y tachaduras.
Pasar de ver cómo el linotipista componía tu información en galeradas de plomo a leerla en un página debidamente maquetada y valorada en función de la actualidad o del interés periodístico fue como entrar en el paraíso de la prensa en papel. Quedaban atrás momentos de desolación porque se reservaban para la siguiente edición informaciones de enjundia con la excusa peregrina de que era imposible acoplarlas al espacio libre que quedaba en una sección. Los criterios periodísticos tomaban fuerza y el periódico ganaba en calidad y presentación.
Hacer información en Lanza requería entonces, y también ahora, infinitas dosis de asepsia, un plus de rigor y de profesionalidad que nunca parecía suficiente por el carácter público del medio. Entre los numerosos periodistas y estudiantes en prácticas que han pasado por su redacción hay quien prácticamente se ha estrenado como narrador de lo que acontecía, con libreta y bolígrafo en ristre, asistiendo a la quema de decenas de ejemplares de su propio periódico en pleno centro de Ciudad Real.
Este y otros episodios surrealistas más sibilinos encogían el alma de quienes creían y creen que un periódico de titularidad pública no está reñido con el respeto escrupuloso a los principios deontológicos de obligado cumplimiento llegado el momento de enfrentar un hecho noticiable. Siempre tomé esta singularidad inherente al medio como acicate, nunca como lastra, para abordar el noble trabajo de hacer más libres a los lectores a través de escritos fidedignos que permitían interpretar los hechos tal y como ocurrían. Los complejos, porque también los hubo, nunca se generaron en la redacción, venían de fuera. En ocasiones se rozó el ostracismo. Unos porque se arrugaban por desconocimiento ante la gestión impropia de un periódico mientras otros, por conveniencia política, ponían en la picota a un medio y a unos profesionales serios que se afanaban en la práctica de un periodismo transparente y honrado, carente de aristas.
La perspectiva del tiempo nos lleva a afirmar que los lectores necesitaron y necesitan a Lanza igual que Lanza a la sociedad de toda la provincia. Referente antes a diario, ahora una vez a la semana en papel y las 24 horas del día en formato digital, pero siempre con la gran y noble tarea por delante de hacer periodismo de verdad sin olvidar la vocación de servicio público que forma parte de su ADN.
Tantas veces Escuela de Periodismo, tantas veces único testigo, tantas veces puerta a la actualidad y muchas otras cuestionado. Quien tuvo la enorme fortuna de poner en práctica lo que le enseñaron en la universidad al amparo de la respetada y entrañable cabecera de Lanza agradece ahora, más que nunca, la visión del periodismo incisivo, pero también romántico y verdadero, que nos fue inoculada mientras aprendíamos a ejercer y amar la profesión, a los compañeros periodistas, a esta provincia y a sus gentes.
*Jefa de Servicio de Prensa en la Diputación de Ciudad Real. Redactora de Lanza entre 1987 y 2001